¿Por qué mienten los niños?

Las mentiras ayudan al niño a crecer, le enseñan a moverse en sociedad. Sin embargo, esto no significa que los padres deban permitir a sus hijos utilizar la mentira

S. F.

El niño empieza a mentir cuando cumple tres o cuatro años. Pero en realidad un niño de esa edad no miente para provocar un daño en el otro, sino simplemente para tratar de evitar un castigo o defender su inocencia cuando han hecho algo mal. La mentira confiere, al menor, un poder frente al adulto que no puede obtener de otro modo: mintiendo sólo él conocerá la verdad , tal como precisa Isabel González Villalobos, psiquiatra infantil del Grupo Doctor Oliveros . Y esto es lo que suele caracterizar el encuentro del niño con la mentira. Eso sí, si el pequeño descubre que le están mintiendo, sobre todo si los mentirosos son los padres, lo primero que sentirá será traición.

El juego de las marionetas

Aunque en algunos casos, los niños reconocen mentiras piadosas que sus progenitores les lanzan para protegerles, esto no siempre sucede así. A estas, y otras conclusiones, llegó un estudio elaborado, en 2016, por un equipo dirigido por la psicóloga Victoria Talwar, de la Universidad de McGill University (Montreal –Canadá-).

Para llevar a cabo este estudio se mostró a grupos de niños (en total, 100 menores entre los 6 y 12 años) vídeos cortos en los que aparecían marionetas que, de manera aleatoria, mentían o decían la verdad. A veces, lo que decían hacía daño a otros. En otras ocasiones, las marionetas mentían para ayudar a los demás, aunque se hicieran daño a sí mismos. En la tercera de las situaciones, decían la verdad y, como consecuencia, perjudicaban a otros. Tras el visionado, se les preguntaba a los niños si los actores de los videos se habían comportado de forma honesta. También, si merecían, o no, un castigo. De esta forma se pudo analizar si los niños veían la honestidad , la verdad y/o la mentira como un modo de relacionarse con los demás. Al final, las conclusiones del estudio dieron como resultado que los más pequeños ven la dicotomía verdad/mentira en blanco y negro . Sin embargo, según van creciendo, los niños van siendo más conscientes de sus acciones y de las consecuencias que traen, incluido el daño al otro.

La mentira no es innata

Así es. Las personas no tienen la capacidad de mentir de forma innata. La desarrollamos. Un ejemplo es el de los bebés que, sin que les ocurra nada, lloran simplemente para llamar la atención de sus padres. Luego, a medida que vamos creciendo, desarrollamos, gracias a la empatía cognitiva y la empatía emocional , la capacidad de averiguar -o intuir- lo que el otro piensa o sabe. «Esto marca un antes y un después en el uso de la mentira. Entonces, la persona, el niño, adquirirá la capacidad para crear una realidad que pueda adaptarse a un discurso de apariencia coherente y creíble», explica el doctor Sergio Oliveros.

Una consecuencia de que la mentira no sea innata en el ser humano, es que se puede detectar en modificaciones que el niño o la niña exterioriza en su lenguaje físico (taparse la cara con las manos, mostrar nerviosismo sudoración y enrojecimiento del rostro…) y verbal (habla con vaguedades, se contradicen, muestran lapsus verbales…).

Según algunas investigaciones, dentro del área de la neurociencia, el uso de la mentira por parte del niño tendría un papel en su desarrollo evolutivo. O, dicho de otra manera, la mentira sería una herramienta que ayudaría al niño a aprender a moverse en sociedad . En su uso, los niños –y también los adultos- aprenden a intuir qué desea y piensa el otro. De esta manera, cuando se crea necesario, podrá planificar respuestas creíbles… aunque no sean ciertas.

Imitación y evitar la decepción a los padres

Existen otras dos razones para mentir . En primer lugar, si el niño detecta que su madre o su padre mienten, aquel actuará como una esponja, asumiendo la mentira como algo normal y cotidiano. ¿Un ejemplo? Cuando la madre, ante una llamada a la que no le apetece contestar, le dice al niño que responda que «no está».

En segundo lugar, el niño también aprenderá a utilizar la mentira para no frustrar las altas expectativas que, en él, han puesto sus progenitores. Por ejemplo, una niña puede mentir diciendo que ha leído muchos libros únicamente esperando la aprobación de sus padres ante este comportamiento, creyendo que así estarán más orgullosos de ella y no les defraudará.

En cierto modo, las mentiras ayudan al niño a crecer, le enseñan a moverse en sociedad. Sin embargo, esto no significa que los padres deban permitir a sus hijos utilizar la mentira, por ejemplo, para manipular. «Muy al contrario, la mentira puede ser una oportunidad educativa que los padres pueden aprovechar para, por ejemplo, crear vínculos de confianza con sus hijos, favorecer la sinceridad, asumir responsabilidades, enseñarles valores….», propone la psiquiatra Isabel González.

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