Familia

«Elegimos mentir, ser cobardes, egoístas, injustos… cuando nos sentimos débiles e inseguros»

Ana Herrero, psicóloga y coordinadora de Brains International Schools, explica que se transmiten adecuadamente los valores a los niños cuando actuamos de manera coherente entre lo que les pedimos y lo que hacemos

Ana Herrero, psicóloga y coordinadora de Brains International Schools
Laura Peraita

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Ana Herrero, psicóloga y coordinadora del departamento de Orientación del grupo Brains International Schools, considera que los niños son el reflejo de la familia, la sociedad, la cultura en la que crecen. Explican que son un espejo en el que mirarnos y debemos hacernos preguntas sobre los valores en los que les estamos educando. « Esta percepción de pérdida de valores no es nueva, ya Aristóteles decía aquello de que "los jóvenes de hoy no tienen control y están siempre de mal humor. Han perdido el respeto a los mayores, no saben lo que es la educación y carecen de toda moral"»...

¿Por qué hay una pérdida de valores en la infancia actual?

Los valores son los principios sobre los que se basa nuestra conducta, los fundamentos que rigen nuestra vida y sobre los que tomamos nuestras decisiones. En función de ellos elegimos la respuesta en cada momento y eso va a definir nuestros estilos educativos.

Nadie se cuestiona que es mejor la verdad que la mentira, la generosidad que la avaricia. Solamente «elegimos» mentir, ser cobardes, egoístas, injustos… cuando nos sentimos débiles, inseguros y cuando no somos conscientes o estamos desconectados de lo que realmente necesitamos, sentimos, creemos.

Se transmiten adecuadamente los valores a los niños cuando actuamos de manera coherente entre lo que les pedimos y lo que hacemos, cuando practicamos un estilo educativo democrático, basado en la firmeza y el cariño . Si somos pacientes, si expresamos nuestras opiniones y dejamos expresar las de los demás, ellos podrán ser más tolerantes y respetuosos también. Establecer normas y límites claros facilita el aprendizaje de la convivencia en sociedad, además de proporcionarles una gran seguridad.

Muchos adultos, muchos padres, se encuentran a diario con situaciones donde falta el tiempo, están estresados , tienen a veces exigencias poco respetuosas con las necesidades de los niños (y también con las propias), dificultades para gestionar la frustración, el aburrimiento o la espera en sus hijos... y todo ello dentro de una sociedad y una cultura que fomenta cada vez más el consumo y el individualismo , el tener frente al ser, la imagen, la inmediatez en la satisfacción de las necesidades. Estas circunstancias condicionan el modelo educativo que damos a nuestros niños y los valores que lo sustentan.

Pero todos los padres queremos hacer las cosas bien, pretendemos que nuestros hijos sean buenas personas y sean felices, aunque a veces no sabemos cómo hacerlo. Y, en general, los padres se muestran muy conscientes y a veces hiper-responsabilizados sobre las consecuencias de “hacerlo bien”.

¿Es la escuela un apoyo importante en este objetivo?

La escuela siempre es una transmisora de valores, tanto de forma implícita como explícita. Además de los programas y las iniciativas que los colegios implementan para trabajar los valores, la ética, la inteligencia emocional, etc., la figura del profesor es la clave , va a ser la principal vía para inculcar valores, al ser un modelo educativo.

Al igual que en la familia, la manera (siempre única y personal) con la que ejercen la autoridad, ponen límites, gestionan sus emociones y las de los alumnos, las frustraciones (también propias y ajenas), la manera de escuchar, motivar, reconocer, apoyar, reforzar... todo ello va a ser la manera más auténtica y directa de educar en valores.

Es muy importante que el profesorado, y toda la comunidad educativa, sean conscientes y se hagan responsables de todo lo que se transmite en las actitudes, el lenguaje (verbal y no verbal), acciones... para educar en valores positivos.

¿Se involucran los colegios en esta labor?

Generalmente los colegios están muy involucrados en la educación en valores que están definidos en los idearios de los centros, en sus proyectos educativos.

Implica muchas acciones que se desarrollan en programas de inteligencia emocional, de educación para la salud, para el cuidado del medioambiente, de igualdad de oportunidades, de atención a la diversidad, acciones solidarias y de voluntariado, de prevención del acoso escolar, etc.

Un aspecto muy importante respecto a la educación en valores tiene que ver con el Plan de Convivencia de los centros . Se basan en los valores del respeto, la tolerancia, la capacidad de resolver conflictos de forma positiva y no violenta, etc.

Los centros también se definen, en sus valores, al aplicar la disciplina cuando no se respetan las normas de convivencia. No es lo mismo aplicar castigos o sanciones, como una manera de “pagar” por la falta, que implicar a los alumnos en la búsqueda de soluciones, comprometiéndose en la reparación del daño, y comprendiendo las causas que han provocado esta falta de cumplimiento de las normas, de forma individualizada, para poder ajustar mejor las respuestas y las actuaciones que se pueden derivar (e implicando a la familia cuando sea necesario).

Pero también los valores están implícitos en los proyectos educativos, en los planes de estudio, en las metodologías que se eligen para desarrollarlos. Van a favorecer en mayor o menor medida, según se definan, el espacio e importancia que se da a la creatividad, al pensamiento crítico, al trabajo en equipo, a la cooperación, la búsqueda de la excelencia, etc., y van a condicionar también el sistema de evaluación, la valoración del proceso y del resultado, del error, del esfuerzo, de la perseverancia, etc.

¿Qué valores son los más importantes según la edad del niño?

Seguramente todos coincidamos en que uno de los valores más importantes en la vida es el amor. La capacidad de dar y recibir amor va a ser una de las principales fuentes de bienestar, de felicidad, que vamos a tener. Este valor es el fundamental para asegurar, desde el nacimiento, el desarrollo sano del niño .

La seguridad y confianza en uno mismo, la autoestima, van a ser valores muy importantes en la primera infancia, y van a depender del nivel de confianza, de seguridad, de aceptación que les transmitimos los adultos. Para ello, necesitan explorar, arriesgarse a fracasar, intentar pequeños retos por sí mismos y ser valorados por ello independientemente del resultado. Las actitudes sobreprotectoras de los padres van a ir en sentido contrario.

Pero los niños pequeños tienen un pensamiento egocéntrico. Es normal que les cueste compartir, ceder, entender el punto de vista de los demás. Es normal que les cueste aceptar el no, esperar, que se enfaden si no tienen lo que desean en el momento.

En edades tempranas va a ser fundamental que, con mucho cariño y firmeza, aprendan a tolerar la frustración y aprendan a calmarse. Esta es la base de valores que se irán desarrollando más adelante como la paciencia, la perseverancia, la templanza, la resiliencia, la flexibilidad, etc. Para ello necesitan a su lado adultos pacientes, comprensivos, amorosos, que sepan contener las respuestas reactivas de los niños.

A partir de los 4 ó 5 años van a ser mucho más capaces de entender lo que les pasa a los demás. Es el momento de inculcar valores como la empatía, la tolerancia, la generosidad, etc. Son ya capaces de muchas cosas y darles autonomía les permitirá adquirir el valor de la responsabilidad.

Conforme vamos madurando y evolucionando en nuestro desarrollo moral, vamos a ir asumiendo cada vez más valores sociales como la cooperación o el altruismo, así como valores más abstractos como la libertad, la justicia o la belleza.

¿Es necesario un trabajo conjunto de escuela y familias? ¿De qué manera?

Es necesario que el trabajo sea conjunto y esté alineado. Cuando esto no es así genera mucho malestar, tanto a las familias como a los centros educativos. Los profesores se quejan en ocasiones de la falta de colaboración de algunas familias , normalmente de estilo sobreprotector, quienes les desautorizan frente a sus alumnos. Claramente no comparten valores fundamentales con la escuela.

Pero también hay muchas familias muy implicadas y cada vez mejor informadas y que tienen mucho que aportar para que la escuela pueda comprender mejor a cada alumno, para que pueda adaptarse de forma flexible y respetuosa con los diferentes ritmos y características de cada niño.

La manera mejor de colaborar suele ser a través de la figura del tutor, quien es el mejor interlocutor entre familia y escuela. Compartir información, definir situaciones de conflicto o mejora, establecer pautas de colaboración o apoyo desde casa (o en sentido contrario también), valorar o reforzar los progresos del alumno, ajustar expectativas y exigencias, etc. son algunos ejemplos de trabajo conjunto.

Otras iniciativas de colaboración y alineamiento en la educación en valores son las escuelas de padres, así como la participación e implicación en actividades conjuntas (talleres, voluntariado y acciones solidarias, etc.).

¿De qué forma influye en el desarrollo personal de los niños que no adquieran valores cuando llegan a la edad adulta?

Somos seres sociales, todos necesitamos sentirnos parte de la comunidad a la que pertenecemos y sentirnos apreciados y reconocidos por ella.

Los «contravalores», o ausencia de valores, llevan a buscar la propia satisfacción sin tener en cuenta a los demás, al egoísmo, a la falta de compromiso social, a la doble moral o el conformismo para garantizar la propia seguridad, la competitividad a cualquier precio... ¿Realmente alguien puede pensar que podemos ser felices, tener un auténtico sentimiento de bienestar con este sacrificio de los valores humanos esenciales?

Si terminamos con Aristóteles, él plantea que el fin último al que aspira el hombre es la felicidad. Ésta sólo puede alcanzarse a través de la virtud, para alcanzar la máxima perfección que le es propia. Es decir, para llegar a ser la mejor versión posible de sí mismo. Según Aristoteles escogemos «la felicidad siempre por encima de todo; es decir, por sí misma y jamás por otra cosa (a diferencia del honor, la riqueza y el placer, que se escogen deseando encontrar en ellas la felicidad)... El hombre feliz es el que vive bien y obra bien».

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