Irresponsables tras el fin del estado de alarma: Qué hay detrás de estas conductas que ignoran el virus

A esos jóvenes (a veces no tanto) que celebraban el fin de las medidas de restricción con celebraciones callejeras, botellones y fiestas privadas concurridas se les viene tachando de irresponsables

Primera noche en Barcelona sin el estado de alarma Ep

S. F.

Hemos vivido dieciocho meses bajo un estado de alarma, una situación insólita y sin precedentes para varias generaciones de españoles, y cuya cronología podría situarse en marzo de 2020, cuando un septuagenario recién llegado de Nepal fallecía en un hospital de Valencia a causa de una neumonía bilateral. Hasta dos semanas después no se pudo certificar el origen de esa afección: un nuevo coronavirus, al que entonces sólo se denominaba en los medios como Covid. A lo que ha pasado después se considera ya la mayor tragedia en cuanto a víctimas mortales desde la Guerra Civil española. Lo certifican los 78.792 muertos confirmados oficialmente y las 3.570.000 personas contagiadas por el virus.

Confinamientos severos, crisis económica, enfermos en estado grave, cada día una nueva cifra de infectados y, en mitad de este escenario, algunas personas que continúan sus vidas ignorando el peligro de contagio. El suyo propio y el de los demás. Lo ocurrido el sábado, en el mismo tiempo cronológico que finalizaba el estado de alarma , ha suscitado reacciones de preocupación e indignación a partes iguales.

A esos jóvenes (a veces no tanto) que festejaban el fin de las medidas de restricción con celebraciones callejeras , botellones y fiestas privadas concurridas se les viene tachando de irresponsables. En las últimas horas, con la difusión en los medios de comunicación de celebraciones masivas en varias ciudades españolas, en las que no se guarda la distancia de seguridad y en las que algunos de los participantes se exhiben sin protección alguna, se ha subido el tono de los epítetos.

Una gran parte de la sociedad siente rabia, frustración e ira por lo que consideran actitudes egoístas que apenas se llegan a comprender. Para la psicóloga Pilar Conde, tras estos actos se encuentran varias claves.

La primera nos lleva hasta la etapa vital en la que se encuentren las personas que los cometen , lo que determinará, a su vez, sus necesidades a satisfacer. Los jóvenes, a quienes más se relaciona con este tipo de conductas, se encuentran en una fase que se caracteriza por su necesidad de pertenencia al grupo. El disfrute y la asunción de riesgo son esenciales para ellos, y en el momento actual se ven privados de ellos. Por supuesto, no podemos olvidar la tentación de ir contra la norma.

Por otro lado, explica la directora técnica de Clínicas Origen, estas conductas pueden sostenerse en la incongruencia que observen en su entorno. Si, por ejemplo, compañeros de clase se encuentran durante toda la jornada escolar en el mismo aula bajo un protocolo de seguridad, puede parecer lógico que piensen que al quedar con ellos fuera de clase, en grupo, con las mismas medias de protección, se asuma el mismo riesgo.

Con respecto a los adultos, que tampoco se libran de conductas irresponsables, y que también las comparten en redes sociales, la psicóloga considera que tras ellas pueden encontrarse el cansancio y una actitud resignada hacia el riesgo. Es decir, quienes no cumplen las normas en un determinado momento están dando prioridad al bienestar personal que les pueda reportar este tipo de actividades. Cada persona, explica, ha ido marcando su línea de prevención en relación a la asunción de riesgo, teniendo en cuenta no solo la posibilidad de contagio , sino también qué aspectos de su vida quiere seguir preservando.

Para Conde, son decisiones conscientes que entrañan ciertos riesgos, pero que las personas están dispuestos a asumir. Detrás de esta asunción de riesgo, y sin discriminar entre jóvenes y adultos, pueden encontrarse también creencias y cogniciones del tipo: «Los de mi edad no se contagian», «si me contagio es porque así tiene que ser» o «a los jóvenes no les pasa nada con el virus» . Por supuesto, también, están comportamientos centrados en el propio bienestar, que no empatizan con el riesgo de las personas con especial vulnerabilidad frente al Covid-19.

En este sentido, advierte la experta, es importante no dejarse llevar por las sensaciones que nos producen las imágenes de personas incumpliendo las normas. Además de que solo representan a una minoría, nos reportará mayor beneficio fijarnos en cómo se comporta nuestro entorno, nuestra familia, nuestros amigos y compañeros de trabajo .

Hay que invertir nuestro orden de atención, dándole prioridad a las actitudes a imitar, a quienes dan ejemplo, y al bienestar personal que nos proporciona ayudar, con nuestro comportamiento, a poner freno a la pandemia .

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