Esto es lo que ocurre si aspiras a ser padre-colega de tus hijos

Javier Urra, doctor en Psicología, explica la conveniencia o no de querer mantener una relación de amistad con los hijos

Laura Peraita

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Todo el mundo decide quien es su amigo. Pero nadie elige a los padres. Sean mejores o peores, son los que uno tiene y es una circunstancia que no se puede cambiar. Al igual que los progenitores no eligen a sus hijos.

Aun así, hay progenitores que tratan de mantener una relación más allá de la que corresponde a padres e hijos, intentan ser «amigos» de sus pequeños. Y alardear de ello. ¿Qué consecuencias tiene esta decisión? Según Javier Urra, doctor en Psicología y en Ciencias de la salud y autor, entre otros libros, de «Déjale crecer», intercambiar la figura de padre con la de amigo es querer hacer un juego de trilero, es confundirlo todo. «Es posicionar al hijo donde no le corresponde, otrogándole unas responsabilidades que no tienen sentido».

Explica que el modelo «padre-colega» deja mucho que desear en la práctica. «Los hijos no necesitan padres-colegas que son permisivos. Eso no es correcto. Lo que necesitan de verdad son padres educadores y padres maestros. Exhibir una cierta autoridad puede resultar chirriante, pero es necesario».

Explica que es positivo que los niños tengan padres amistosos que quieran jugar con ellos, que les animen cuando estén tristes, les orienten ante las dudas... «Pero los hijos tendrán a lo largo de su vida muchos amigos, pero solo un padre y una madre, y necesitan que actúen como tales para su correcto desarrollo. Más allá de la confianza está la confidencialidad. Tener confianza no quiere decir desvelarlo todo, ser transparentes. Padres e hijos somos independientes y tenemos nuestra intimidad, reservas, dignidad y honor».

Javier Urra confiesa que alguna vez se ha preguntado si hay padres que llegan a sentir celos de los amigos de sus hijos —porque les prestan más atención, les influyen mucho...—. «Esto es así y siempre lo será —asegura—. En la adolescencia, sobre todo, los grupos de iguales, de referencia, influyen de verdad más que los de pertenencia», concluye.

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