Familia

Equipo Covid: «Recibir en el hospital a ese familiar que llega con tal estado de nervios es muy difícil de gestionar»

Profesionales del equipo Covid no asistencial del Hospital Universitario Infanta Leonor cuentan a ABC las desgarradoras historias del contacto con las familias de los pacientes, «recibir a un familiar para que vea morir en soledad a su ser querido es muy difícil de gestionar»

El Equipo Covid entrega a un paciente detalles que le envían sus familiares”
Laura Peraita

Esta funcionalidad es sólo para registrados

El Hospital Universitario Infanta Leonor , situado en el madrileño barrio de Vallecas, cuenta con algo más de 200 camas, pero durante el punto álgido de la ya famosa curva del coronavirus, este centro llegó a tener 740 pacientes Covid-19. «Lo nuestro no fue un ascenso en el número de casos, fue una verdadera y repentina escalada —apunta Rosalía de Dios Álvarez , jefa del Servicio de Rehabilitación del Hospital Infanta Leonor—. Nadie estaba preparado para esta avalancha de enfermos pero, afortunadamente, todo el personal del hospital se volcó desde el principio de forma voluntaria en echar una mano en lo que hiciera falta para atender de la mejor manera a tantas personas afectadas».

Así nació el «equipo Covid no asistencial» , integrado por profesionales médicos, sanitarios de diferentes especialidades, personal administrativo, celadores, guardias jurado... que, sin estar en primera línea, están realizando un trabajo muy valioso, aunque para algunos invisible, desde el comienzo de la pandemia. «Cualquiera de ellos, sin atender a rangos o especialidades médicas , ha ido a la farmacia a por un medicamento que hacía falta, ha acudido al laboratorio para llevar muestras, ha gestionado una ambulancia para dar un alta, ha buscado pilas para los audífonos de los pacientes mayores , ha recogido en la puerta enseres que las familias entregaban para su ser querido, ha abierto historias clínicas, conseguido maquinillas de afeitar, solicitado asistencia religiosa, repartido las revistas y periódicos que nos donaba el kiosko de prensa de aquí al lado para entretener a los enfermos... Todo. Se ha hecho absolutamente todo lo necesario . Detrás de cualquier demanda había siempre alguien dispuesto a cubrirla», explica esta doctora que es, además, coordinadora de este equipo Covid no asistencial.

En la imagen, la doctora Rosalía de Dios (primera por la izquierda) junto a dos compañeras del Servicio de Rehabilitación trabajando en la coordinación del Equipo Covid

Recuerda que los primeros en sumarse a esta actividad voluntaria fueron los profesionales del Servicio de Rehabilitación que ella dirige, pero al ver que la llegada de pacientes era incesante y que no daban abasto, enseguida se sumaron los compañeros de otras especialidades como fisioterapeutas, logopedas, oftalmólogos, pediatras, dermatólogos, pero también técnicos, personal de limpieza, administrativos...

Para dar asistencia a tantos ingresos se habilitaron camas por todo el hospital, desde la sala de fisioterapia o el gimnasio de rehabilitación a cualquier espacio suceptible de convertirse en una habitación hospitalaria.

Miembros del equipo Covid gestionando llamadas, solicitudes de ambulancias, material...

Para Rosalía de Dios Álvarez lo más duro ha sido el aspecto humano del trato con las familias y pacientes. « Es muy difícil enfrentarte a llamar por teléfono a una familia para decirle que su ser querido está en una situación de extrema gravedad y pedir que acuda solo una persona al hospital para acompañarle ante una muerte inminente, porque nosotros —matiza— hemos permitido que viniera una persona para estar presente en este último momento. Recibir en la puerta del hospital a ese familiar que llega en un estado de nervios absoluto , acompañarle a una sala, ayudarle a que se vista con el equipo de protección y darle acceso a la habitación para que vea morir a ese padre, madre, hermano..., es muy difícil de gestionar emocionalmente . El personal no entra en la habitación ese instante. Se queda al otro lado de la puerta. Pero, mientras, nos hemos podido imaginar lo que ha supuesto para esa familia tener que decidir qué persona sería la única en poder despedirse y lo que implica enfrentarse a ser testigo de ese último suspiro sin más compañía».

Dos miembros del equipo COVID no asistencial simulando el acompañamiento y ayuda al familiar de un paciente a ponerse el equipo de protección, antes de que pase a la habitación

El desconsuelo de la distancia

Después, esa puerta se abre. El familiar sale hundido . «Hemos sido el paño de lágrimas de muchas personas tras ver morir a su ser querido en soledad sin el consuelo del resto de familiares. Hemos llorado todos, pero con la rabia y el desconsuelo de la distancia. Ni ni siquiera hemos podido ofrecer un abrazo de alivio en esos durísimos momentos. La posibilidad de un contagio nos lo impedía», explica la coordinadora del equipo Covid.

Todos los profesionales del hospital coinciden al asegurar que « ninguno estábamos preparados para vivir algo tan tremendo y en tan repetidas ocasiones —insiste Rosalía de Dios Álvarez—. De camino a casa te derrumbas. Lloras en el coche porque después, en casa está tu marido y tus hijos esperándote y no puedes llegar en tan malas condiciones. Y, aunque sufras por dentro, tampoco puedes recibir su abrazo por miedo al contagio. Resulta muy duro, pero hay que sacar fuerzas de donde no hay».

Rosa Martínez, oftalmóloga del Hospital Infanta Leonor y miembro del equipo Covid no asistencial, añade que lo que ha ocurrido y está pasando actualmente con el coronavirus «es otra historia» y no estaban psicológicamente preparados. «Durante años hemos visto llegar muchas veces al hospital personas accidentadas. Yo, incluso, —matiza— he vivido el desgarrador ansia de familiares de víctimas del terrorífico atentado del 11-M que llegaban desesperados por si estaba aquí la persona que buscaban y en qué condiciones... Pero, lo que está provocando el coronavirus, no es comparable. Nos ha superado a todos desde el punto de vista emocional ».

A Rosa Martínez le quedaban apenas unos días para jubilarse cuando la pandemia se hacía notar con todo su esplendor. «A pesar de ser oftalmóloga, los primeros días estuve ayudando a los anestesistas en la UVI ». Pero le ocurrió lo que a tantos otros, se contagió y dio positivo en el test, «aunque yo me encontraba muy bien», asegura.

Sin embargo, por edad y por ser fumadora, y a pesar de poder estar ya jubilada, una vez recuperada volvió de nuevo al hospital a echar una mano «en lo que fuese». Se dedicó entonces a introducir los datos de los PCR en los historiales de los pacientes, a ir al laboratorio a llevar muestras, pedir ambulancias para el traslado de pacientes... También a hablar con las familias para informarles del estado de los pacientes. « Es increíble el mérito de las familias . Se han portado de maravilla a pesar del sufrimiento y de la gran angustia que han padecido al estar al otro lado de la línea sin saber en cada instante cómo está su ser querido, no poder estar con él, verle, ayudarle, acercarle un vaso de agua, darle la mano... Es verdad que jamás les mentíamos sobre el estado de salud del paciente, pero intentábamos suavizar la conversación con ellos. Demasiadas veces les hemos tenido que decir que la situación era de extrema gravedad », lamenta.

Necesidad del contacto visual

Confiesa que también ha llorado con ellos al teléfono. « Es muy desolador apreciar su ansiedad en la voz, a pesar de que siempre nos agradecían estar al otro lado cuidando y acompañando a su familiar. También nos daban las gracias una y otra vez por el hecho de que dejáramos nuestros móviles a los pacientes para que pudieran establecer con ellos videollamadas. Se quedaban más tranquilos al establecer contacto visual . Hemos tenido suerte porque, además, alguna empresa nos ha donado tablets y nuestros técnicos establecieron rápidamente códigos para que puedan contactar las familias directamente».

Hoy, Rosa Martínez lleva por fin ya algunas horas disfrutando de su merecida jubilación. «Me voy con la pena de no haber tenido una despedida en condiciones con toda mi gente con la que he trabajado tantos años, pero con la gran satisfacción de haber hecho todo lo posible para ayudar en un momento incomparable desde el punto de vista sanitario». Desde Galicia, su tierra natal, confiesa que siente rabia cuando por la mañana acude a hacer un recado y observa grupos de personas hablando cerca y sin mascarilla . «No soy quien para regañar a nadie, pero lo que está claro es que todavía hay gente que no es consciente de que el coronavirus afecta a cualquiera y es mortal. El trabajo y esfuerzo, como el del equipo Covid no asistencial entre otros muchos, no se puede tirar a la basura por la insensatez de algunos ciudadanos » .

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación