Coronavirus

Contagiados que mueren solos, así lo viven sus familias en la distancia

José Carlos Bermejo, director general del Centro de Humanización de la Salud, explica cómo afrontar la dura pérdida de los seres queridos en estas circunstancias

Laura Peraita

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Durante las últimas semanas no dejan de llegar noticias del número de fallecidos en los hospitales por coronavirus. Personas que mueren en la más absoluta soledad. A sus familiares se les niega acompañar al enfermo en sus últimos momentos de vida por miedo a posibles contagios. Se trata de circunstancias muy dolorosas para todos los seres queridos que sufren en la distancia la perdida de padres, abuelos, madres, tíos, amigos... El dolor se intensifica porque ni siquiera pueden velarle y los familiares allegados tampoco pueden recibir el abrazo de consuelo de su entorno por estar confinados en casa. ¿Cómo puede afrontar tales perdidas el ser humano?

Según José Carlos Bermejo , director general del Centro de Humanización de la Salud, en todas las culturas se da mucha importancia al acompañamiento de los seres queridos en el último trance, como expresión de la intensidad del vínculo y del momento único y definitivo. «Este momento suele permitir expresar sentimientos como el agradecimiento, el perdón, dejar alguna recomendación para los supervivientes... También suele permitir compartir sentimientos: tristeza por la separación, impotencia, contemplación del misterio, cierre de una vida vinculada y compartida. No poder acompañar es un factor que puede aumentar el riesgo de complicación en el duelo», asegura.

¿Qué sentimientos florecen en estos momentos tan duros?

Sobre todo impotencia y rabia. También confianza en los cuidadores y delegación de la tarea de transmitir la ternura en nombre de los familiares ausentes.

¿Cómo afrontar una situación así, como la que tantas familias españolas están sufriendo en la actualidad?

Ayuda mucho el hecho de cultivar una mirada amplia que permita considerar que el cuidado al ser querido en su vida, incluso en su final, no se reduce al proceso de internamiento y terminalidad, sino a un tiempo más largo en el que uno ya ha podido ir mostrando su actitud de cuidado a lo largo de años y meses, quizá. Es bueno transmitir algunos mensajes, si es posible, a través de los cuidadores profesionales, para que sean comunicados al paciente de la forma que la situación lo permita. Es bueno, además, buscar símbolos para uno mismo, para expresar lo que no se puede hacer en directo, como utilizar fotos ante las que expresar los sentimientos. Es positivo pedir ayuda a la familia, a expertos. Es aconsejable cultivar la interioridad y conectarse espiritualmente, desde el corazón. En muchas ocasiones, también se pueden utilizar las tecnologías de la comunicación hasta donde lo permite la situación del paciente y de los profesionales.

¿Quién sufre más, la persona enferma o la que, estando sana, no puede estar a su lado y sufre esa gran impotencia?

A mi juicio es más difícil para los ausentes, para las familias. Los pacientes sienten que reciben el cuidado de los profesionales. Hay muchas personas que sacan recursos de dentro y hacen de la soledad un acto de amor a la humanidad, a los más próximos y hacia la sociedad porque saben que así contribuyen a la prevención.

¿Qué implica morir en soledad?

Una imposibilidad de expresar sentimientos, de cerrar, de despedirse en vivo y en directo, de celebrar ritos comunitarios de cierre.

¿Se puede superar no estar con el ser querido en el último suspiro? ¿Qué se puede hacer?

Aun siendo un factor que puede complicar el duelo, los seres humanos encontramos recursos personales, relacionales, espirituales, para superarlo. Si no podemos solos, pedimos ayuda. Están surgiendo diferentes iniciativas, además de las que ya había, para afrontar duelos complicados. Será importante que persistan cuando pase el pico de la crisis.

¿Hay sentimiento de culpa?

Más que culpa hay impotencia, indefensión, rabia. Se puede verbalizar y compartir con los seres queridos y buscar recursos virtuales, espirituales, ritos, asambleas virtuales... para compensar.

¿Cómo debe ser el duelo cuando ni si quiera se les puede velar?

Hay una gran reducción de la expresión de los afectos mediante los abrazos y el contacto físico. Una parte la estamos abordando con los recursos de comunicación a distancia. Otra podrá ser recuperada cuando pase esta fase y se podrán hacer ritos que integren la dimensión social y colectiva del duelo. Y otra, habrá que integrarla como parte de la condición limitada del ser humano.

¿Qué implica para los familiares del difunto vivir esta experiencia sin el abrazo de la familia y amigos?

Hay quien lo vive como algo inhumano; otros hacen la paz con nuestra fragilidad. Hay quien reconoce que es el momento de aprender algo de nuestra finitud y fragilidad.

¿Cuáles son los consejos de los expertos ante esta dolorosa experiencia?

Cultivar la interioridad, comunicarse de manera realista con lo que «se puede» hacer, no regodearse en la lamentación por lo que «no se puede», no buscar culpables, ser creativos en la generación de modos de conectarse entre sí, con lo más íntimo de nosotros mismos y, para los creyentes, con Dios, como ancla definitiva que no falla nunca. Ese es el símbolo universal de la esperanza: el ancla, un medio de apoyarse para no ir a la deriva.

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