Ahogamientos infantiles: Distanciamiento social para todo, menos para tu hijo en el agua
En lo que va de año, y pese al largo confinamiento vivido, llevamos ya 9 menores ahogados en distintos espacios acuáticos
De las 111 personas fallecidas por ahogamiento no intencional hasta el lunes 6 de julio, nueve eran menores de edad, de entre 2 y 17 años, según los datos provisionales del Informe Nacional de Ahogamientos (INA) que elabora la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo (RFSS) . Las estadísticias, lamenta Francisco Cano, director de Seguridad y Prevención de la Federación, «nos indican que un año más y pese al largo confinamiento vivido, el número de ahogamientos por estas fechas casi se ha igualado practicamente al registrado el año pasado. Es decir que por desgracia, los escenarios acuáticos se vuelven a convertir en lugares dramáticos».
Este verano, además, hay que sumarle una particularidad. «El cierre o no apertura de instalaciones acuáticas, como consecuencia de las medidas adoptadas por el coronavirus, hace que la población opte por acudir a espacios naturales que carecen de las medidas de seguridad y vigilancia que sí se disponían en esos otros lugares». De hecho, de los menores ahogados hasta el momento, dos habían tenido lugar en un canal de riego, un tercero en un estanque, otros dos en una playa donde todavía no había servicio de socorrismo...
Pero la mayoría de los ahogamientos de los que se tienen constancia, recalca el director de Seguridad y Prevención de la RFSS, «se producen en piscinas de urbanizaciones privadas, donde normalmente no hay servicio de socorrismo, por despistes de los padres. Un ejemplo típico es el de una celebración familiar con mucha gente, donde se piensa que alguien estará pendiente del niño… Cuando es justo en estas ocasiones donde tenemos que ser más prudentes con el uso de estas instalaciones».
Inferior al minuto
El ahogamiento, recuerda este profesional, se produce en un intervalo muy corto de tiempo. «Varía un poco de las destrezas del niño el el momento en que hay una inmersión. Si es capaz de aguantar la respiración puede tener más margen, pero estamos hablando de que en muy poco tiempo bajo el agua se puede producir el ahogamiento. Estamos hablando de 30, 40 segundos, no llegamos al minuto ». Otra cosa, prosigue Cano, «es hablar de las consecuencias que pueda tener en el terreno médico esa breve inmersión, pero con esos datos sabemos que en menos de un minuto se pueden producir situaciones irreversibles».
Por tanto nada, insiste Cano, «ni las barreras arquitectónicas o redes que impidan el acceso de menores al agua, ni la presencia del socorrista, sustituyen la vigilancia familiar del padre, la madre o el tutor responsable». Los menores, advierte María Ángeles Miranda, vicepresidenta de la Asociación Nacional de Seguridad Infantil y auditora de seguridad infantil, «no solo tienen que estar a nuestro cargo, sino el 100 por 100 del tiempo bajo nuestra supervisión visual». «La distancia de seguridad que nos obliga a mantener hoy por hoy el coronavirus es para todo, menos para tu hijo en un espacio acuático. Como decimos siempre, a un brazo y abrazo de tu bebé. Esa sería la distancia máxima», remarca.
Manguitos, flotadores, churros...
Es más, una vigilancia constante, añade Cobo, «no debe llevarnos a confiar en los materiales de flotación, tipo manguitos, flotadores, o churros... Son un recurso muy utilizado y, lógicamente, tiene sus ventajas, dependiendo el contexto en el que se utilicen. En la piscina sirven para la enseñanza y aprendizaje y son muy útiles pero cuando no se trata de una clase de natación hay que tener mucho cuidado porque en ningún caso sustituyen los brazos de un padre».
Ocurre, prosigue Cano, «que muchas veces llegamos al recinto acuático, le ponemos los manguitos al niño y parece que ya nos podemos relajar y estar a nuestras cosas. Al niño le dota de una equivocada sensación de libertad y a nosotros nos da una falsa sensación de seguridad. Lo ideal sería evitar ese material para que el niño tenga que entrar en el agua siempre en brazos del padre o la madre».
Pilar Naval, de Emergencias Setmil, con sede en Palma de Mallorca. lo corrobora:«Lo que nos pasa a los socorristas es que cuando hay un hinchable no vemos el fondo, si hay un crío debajo... Por eso en las piscinas públicas están prohibidos». Donde también deberían estar prohibidos, a juicio de Naval, «es en el mar, donde el viento hace que el hinchable funcione como una vela y se metan mar adentro. Porque cuando vas metido en el flotador no tienes conciencia de la distancia y si pierdes el flotador y tienes que volver nadando muchas veces no puedes porque no tienes fuelle y menos si hay una corriente... Cuando vas metido en el flotador no tienes conciencia de la distancia, si pierdes el flotador y tienes que volver nadando no puedes no tienes fuelle y menos si hay una corriente».
Piscinas hinchables
Ni siquiera en una piscina hinchable, que muchas familias están comprando para instalar en sus terrazas debido al cierre de las piscinas municipales o a las estrictas medidas puestas en marcha como medida de protección frente al coronavirus en las piscinas comunitarias. «Muchos padres llenan estas piscinas a la medida del niño de cuatro años teniendo en cuenta que este haga pie pero no tienen en cuenta que el niño se cae, se resbala, y no tiene ningún tipo de destreza en el medio acuático y, ¿cuánta agua es necesaria para que una persona se ahogue? Basta con que el agua tape las vías respiratorias del niño y eso pueden ser centímetros », aclara el director de Seguridad y Prevención de la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo.
Lo ideal, recomienda Cano, «es utilizar los cursos de natación de invierno para prevenir este tipo de situaciones y que el niño sobreviva en el agua porque en verano estaríamos llegando tarde». Pero sobre todo, donde más hincapié hay que hacer, concluye este experto, «es en el respeto de las normas. Máximo control y vigilancia no solo cuando estén dentro del agua sino cuando estén cerca de la piscina».
