Twitter, plaza pública de ejecución

El derecho al honor es casi tan antiguo como el hombre y desde las civilizaciones más antiguas se han dictado leyes que lo han protegido

MADRID Actualizado: Guardar
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En un capítulo de la famosa y exitosa serie Cuéntame, Antonio Alcántara se estrena en el ministerio de Agricultura como director general de producción agraria, con una noticia en el ya desaparecido diario Arriba que desvela su origen y su poca formación para el cargo. En la serie el personaje se hunde por dicha publicación y valora su inminente dimisión. Esto recrea una ficción de 1977 cuando las redes sociales ni se imaginaban en el futuro. El derecho al honor es casi tan antiguo como el hombre y desde las civilizaciones más antiguas se han dictado leyes que lo han protegido. En el siglo XXI no somos ajenos a él y siguen molestando profundamente a quién lo padece, que se falte a dicha virtud.

Si antes el honor se podía perder por la maledicencia de los vecinos, conocidos y personas de tu círculo, en el caso de ser una persona privada, hoy día internet en general y las redes sociales en particular, han recogido el testigo y, por su carácter sin fronteras, lo han multiplicado y agravado de manera exponencial siendo prácticamente imposible paralizar una falsa noticia, un rumor o una mentira. La persona que lo sufre asiste impotente a una lapidación pública que, no por ser virtual hace menos daño.

Cantantes, famosos, presentadores de televisión, políticos ( especialmente estos últimos) sufren a diario acoso e insultos que ni el 1% de los que lo profieren se atreverían a decir cara a cara. Y es que estar detrás de una pantalla ofrece una sensación de falsa seguridad que puede acarrear más problemas de los que muchos imaginan. Un tuit inocente o escrito sin pensar demasiado, una contestación de alguien con miles de seguidores cuando menos te lo esperas que pueden acarrear una serie de insultos de perfiles, casi siempre, de haters (odiadores) o trolls. Es decir con nombres y fotografías que no responden a la verdadera identidad de quién está detrás de ellos.

¿Por qué estamos en las redes?

José Luis Orihuela, profesor de en la facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, recuerda que «el mito de Robinson, recientemente recreado en The Martian, revela hasta qué punto necesitamos comunicar con los demás para sobrevivir». No es un fenómeno actual el formar vínculos, lo que sí lo es la forma que le damos ahora ya que «antes y después de internet, las redes sociales forman el entramado de vínculos sobre los que se articula nuestra vida, por lo tanto, no es obligatorio estar en las redes (como no lo era disponer de un número de teléfono), pero indudablemente, la ausencia merma de forma seria las oportunidades profesionales en casi todos los ámbitos de la actividad económica y social», explica Orihuela.

Lapidación pública

No es ningún secreto que, de todas las redes sociales, Twitter es la mejor para llevar a cabo una lapidación pública ya que, tal y comenta Orihuela, «es la red que está más desprotegida frente a la creación de perfiles falsos, anónimos, robotizados, delictivos o agresivos». Pero no es oro todo lo que reluce. A pesar de la posibilidad de anonimato que la red confiere, no está exenta de legislación. Se pueden cometer delitos tal y como explican César Zárate y Antonio Balibrea, abogado del despacho Écija, expertos en delitos de este tipo «las humillaciones en las Redes Sociales son, en realidad, una nueva manera de menoscabar y atentar contra la fama y la propia estima de las personas y, por lo tanto, recuerda, desde un punto de vista jurídico, las humillaciones constituyen una vulneración del derecho al Honor, Intimidad Personal y Propia Imagen, que son derechos reconocidos ya por la Constitución Española. Su protección viene dada por una doble vía: civil y penal».

Muchas personas que acosan en las redes lo hacen desconocedoras de las implicaciones legales que suponen los insultos y creyendo que están amparados en libertad de expresión que, efectivamente está recogida en el artículo 20 de la constitución pero que, recuerdan Zárate y Balibrea, «este encuentra su limitación en el derecho al honor de las personas, por lo que no todo tipo de pensamiento u opinión tiene amparo en la Constitución. Así, el Tribunal Superior ha reiterado que la libertad de expresión no ampara el "derecho al insulto"».

El perfil de una cosador y humillador

Samuel Fernández, psicólogo de Cinteco y experto en estas lides cibernéticas, explica que «detrás de un acosador en la red puede haber desde el típico ciberacosador de instituto o colegio que victimiza a compañeros de clase, a una persona con ganas de divertirse a costa de los demás, o una persona quemada o frustrada por la situación que vive o la sociedad en la que vive, un hater, que lo que busca es conflicto para sentirse bien, un troll, persona con identidad real o falsa que busca provocar opiniones controvertidas, difamando a una persona determinada o colectivo con el objetivo final de suscitar una respuesta negativa, crear tendencias negativas u opiniones contrarias al personaje, colectivo, etc… Y en ocasiones puede ser la misma persona con varios perfiles e incluso contratado por alguien o algún colectivo concreto».

Para ser acosador e insultar en las redes no vale cualquiera. Carecer de empatía con la víctima es fundamental para poder hacerlo. El psicólogo cree que «muchas de las personas que vierten sus comentarios descalificatorios, vejatorios o despectivos muestran una clara falta de empatía pero pienso que esto se da, sobre todo, por el anonimato, la sensación de impunidad que da la red y la distancia física. Hay una menor percepción del daño que puede provocar ciertos comentarios e incluso una ausencia de conciencia de daño al no tener a la víctima de forma presencial donde se produce una desconexión moral y una desinhibición en el control de la conducta».

Muchas veces nos preguntamos cómo pueden ser esas personas que hay detrás de sus perfiles falsos, si son normales y corrientes y el psicólogo se muestra cauto a la hora de hacer una valoración tan genérica: «No creo que se pueda hablar de perfiles psicopatológicos pero sí es cierto que detrás de los perfiles falsos de twitter hay mucho troll profesional, aunque también existen las personas que desde hace tiempo están amargadas y cabreadas con su situación vital y que canalizan su frustración y rabia a través de la red donde el anonimato y la distancia física favorecen su inicio y donde la gran expansión y difusión (prensa, radio y TV además de la red) de sus comentarios potencia y refuerza esta conducta».

Normas de conducta para evitar disgustos

Todos los expertos consultados en este artículo coinciden en señalar que para evitar el acoso o disminuir su impacto hay que actuar de la siguiente manera:

—Si recibes insultos, ignóralo. No sirve de nada intentar justificarte. Los trolls no quieren aclarar un asunto, su único objetivo es humillar a la víctima.

—El troll se alimenta de carnaza y ésta consiste en contestar. Jamás caer en esa tentación.

—Cuando un troll es ignorado, generalmente se va a otra línea de fuego (suele tener varios frentes abiertos), por lo tanto en el momento que no reciba respuesta, se cansará y se irá a otra parte donde sí reciba alimento.

—Si persiste a pesar de ser ignorado, entonces es mejor bloquearlo.

—Si a pesar de ser bloqueado, se tiene sospecha de que sigue acosando por otras vías, acudir a la Policía Nacional a denunciarlo.

—Utilizar el sentido común: Si se mete la pata, eliminar el tuit y explicar los motivos en otro.

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