«El móvil es el diario secreto que forma parte de la intimidad del adolescente y hay que respetarlo»

Entrevista a Alba Torrego, Doctora en Educación y profesora de la Universidad Complutense de Madrid

Alba Torrego
Ana I. Martínez

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«Escuela y familia no son muchas veces conscientes de los espacios de afinidad creados por los jugadores de videojuegos, donde miles de jóvenes desarrollan capacidades para compartir y procesar información». Esta es una de las líneas que defendió Alba Torrego , Doctora en Educación y profesora de la Universidad Complutense de Madrid, cuando el martes pasado participó en a jornada Educación y Bienestar Digital que organizó Pantallas Amigas en colaboración con Google para abordar, las oportunidades de los videojuegos en la educación

En una entrevista con ABC, la experta recuerda que «se ha demostrado científicamente que los videojuegos que muestran representaciones violentas no hacen a los jóvenes más violentos ni antisociales». Y recuerda que «si se prohíbe o se castiga sin acceso a Internet o videojuegos no se está educando».

1. Videojuegos y educación: ¿son dos elementos compatibles?

Cualquier actividad con tanta presencia como los videojuegos en la vida del alumnado tiene que abordarse desde la educación.  Videojuegos y escuela son necesariamente compatibles . La escuela ya no es el único y el principal espacio donde el individuo aprende, pues los medios de comunicación y los entornos digitales, que forman parte del ocio de niños y jóvenes, influyen en su aprendizaje. Debemos crear un espacio de convergencia donde convivan escuela y videojuegos. La escuela tiene que rebasar sus muros y no quedarse únicamente con aquello que sucede en el tiempo y espacio escolar o con lo prescrito en el currículum. 

2. Desde un punto de vista teórico: ¿cómo es posible que ambos elementos vayan de la mano?

Tal vez deberíamos diferenciar entre los contenidos de los videojuegos más populares y las destrezas que con su práctica se desarrollan. Es cierto que se ha comentado en muchas ocasiones los riesgos de jugar a videojuegos o, incluso, las consecuencias negativas de muchos de sus contenidos violentos, sexistas, racistas, etc. en el desarrollo de la identidad adolescente. Sin embargo, también es cierto que  varias investigaciones han demostrado que los videojuegos pueden convertirse en una oportunidad para el desarrollo de habilidades como la creatividad, el trabajo en equipo, la superación de la frustración o la determinación.  El académico James Gee dedicó incluso una obra a abordar los principios de aprendizaje que se desarrollan con los videojuegos y cómo la escuela debía aprender de ellos dando un papel más activo al alumnado. La educación tiene que estar abierta a estas nuevas formas de alfabetización para formar personas activas y creadoras.

3. Estamos en un momento en el que la sociedad mira con recelo y desconfianza al sector TIC. Ya no sólo a los videojuegos, sino también «smartphones», tabletas y demás. De hecho, la OMS incluyó este año oficialmente como trastorno la adicción a los videojuegos. El Consejero de Educación de la CAM quiere prohibir el uso de móviles en los colegios públicos. Sin embargo, al mismo tiempo, tenemos la cada vez mayor digitalización de las aulas, nuevas profesiones (como los eSports)... ¿Qué está pasando para que haya dos frentes tan polarizados?

La aparición de nuevos medios ha producido temor a lo largo de toda la historia . Cuando en Alemania aparecieron los primeros periódicos en el siglo XVII surgieron protestas puesto que se veía como cultura popular de segunda clase. Algo similar sucedió con el surgimiento de la televisión y el cine en el siglo XX, que dio pie a la aparición de un enfoque educativo protector que trataba de alejar a los niños de ellos y protegerles de sus supuestos efectos negativos. En la actualidad, seguimos recurriendo a la prohibición como posible solución a todos los problemas relacionados con el uso de nuevos dispositivos. Demonizar y prohibir los móviles en los colegios es como querer poner puertas al campo. Parafraseando a McLuhan, podríamos decir que hoy en día los dispositivos móviles son una clara «extensión» del cuerpo de casi todos, y que incluso puede que en el futuro pase a formar parte del propio cuerpo. Frente al prohibir (que no deja de ser una forma de esquivar los problemas) defendemos el educar. Para poder vivir en esta sociedad, marcada por la cultura participativa digital y por la necesidad de ser competente digitalmente, hace falta introducir la educación para el uso de los medios en las escuelas. 

«Los videojuegos pueden convertirse en una oportunidad para el desarrollo de habilidades como la creatividad, el trabajo en equipo, la superación de la frustración o la determinación»

4. ¿Es razonable el temor de las familias con respecto al uso que hacen sus hijos de videojuegos, internet, etc.?

Es lógico puesto que es algo novedoso que las familias suelen conocer poco. Todos los días escuchamos noticias o anécdotas sobre asuntos relacionados con los videojuegos e internet y es fácil caer en posturas apocalípticas, como las llamó Umberto Eco, en las que se demoniza la tecnología y la cultura de masas. Para poder educar para los medios hay que tener en cuenta que videojuegos o internet no son perjudiciales por sí mismos, sino que la clave está en el tipo de contenidos a los que se accede y el uso que hacemos de ellos. El teléfono móvil no es solo como el diario y libro de secretos que forma parte de la intimidad de cualquier adolescente y que hay que respetar. El teléfono móvil, al tener acceso a Internet, es también una puerta abierta a todo un mundo virtual de posibilidades, peligros, ocio, relaciones interpersonales, etc. que correspondería a las familias conocer.

5. ¿Cómo pueden reducir ese miedo las familias? Porque al final, es casi imposible que un niño no juegue a Fortnite, no tenga acceso a internet, etc. El mundo TIC ha venido para quedarse ¿no?

La clave está en la parentalidad positiva. Si se prohíbe o se castiga sin acceso a Internet o videojuegos no se está educando en el uso de los medios. Las familias deben esforzarse por conocer los videojuegos a los que juegan sus hijos. Además, hay que interesarse por lo que hay asociado a ellos, como los youtubers, las redes sociales o los intereses comerciales. No hay que tener miedo a establecer un diálogo sobre lo que supone el videojuego desde diversas perspectivas y dejando que los propios niños nos descubran cosas. Este puede ser un punto de partida para llegar a un pacto sobre horas de juego o para reflexionar sobre la necesidad de autocontrolarse. 

«Demonizar y prohibir los móviles en los colegios es como querer poner puertas al campo»

6. Por todo esto que estamos hablando, es casi imposible que muchos crean que con el videojuego se pueden desarrollar ciertas habilidades o capacidades. ¿Cuáles son esas habilidades? ¿Cómo se les debe acompañar?

Por ejemplo, jugar a « Fortnite » puede desarrollar la habilidad psicomotora, la resolución de problemas, la creatividad o la creación de estrategias . Si el jugador también interacciona con una comunidad o se graba sus propios vídeos jugando para colgarlos en Youtube, está aprendiendo a crear documentos multimodales y a relacionarse en entornos virtuales. Estas son habilidades necesarias en una sociedad donde impera la cultura de la participación puesto que ya no solo se consumen contenidos sino que también se producen. Por supuesto, es necesario el acompañamiento desde la familia , que deben interesarse y aprender sobre esto pero también, y sobre todo, desde la escuela. En nuestras aulas, además de utilizar videojuegos y aplicaciones educativas para aprender, debería existir un espacio en los currículos dedicado a la educación mediática, a que los futuros ciudadanos reflexionen desde pequeños sobre la importancia e influencia de los nuevos medios en sus vidas en la sociedad en general.

7.¿Cómo es posible que se puedan desarrollar esas capacidades con algo que genera tanto temor y desconfianza?

La incertidumbre, el temor, la desconfianza suelen ser debidas al desconocimiento, y se da sobre todo en las familias, no en los niños y jóvenes, que lo ven como algo atractivo y motivador. Tanto unos como otros necesitarían desmitificar los medios con una adecuada educación en materia de comunicación. Por otra parte, varias investigaciones han demostrado que el juego tiene un papel fundamental en el desarrollo infantil y, al final, los videojuegos, que tienen esa dimensión lúdica, también contribuyen al desarrollo de los estadios cognitivos.  

8. ¿A qué edad pueden los menores dar sus primeros pasos con los videojuegos? Y más importante: ¿cómo? Imagino que los progenitores, en este aspecto, tendrán un papel clave.

Diversas asociaciones han establecido protocolos clasificando los videojuegos por edades a partir de su contenido. Yo haría un llamamiento al sentido común de las familias pero, para eso, es necesario conocer a qué se juega. Un posible acercamiento puede ser jugar con ellos a videojuegos sencillos que permitan el multijugador. Además, se debe tener claro que, por ejemplo, se ha demostrado científicamente que los videojuegos que muestran representaciones violentas no hacen a los jóvenes más violentos ni antisociales. 

«Se ha demostrado científicamente que los videojuegos que muestran representaciones violentas no hacen a los jóvenes más violentos ni antisociales»

9. ¿Cómo puede detectar una familia que sus hijos son adictos a los videojuegos? Es muy fácil que los padres sientan que han perdido el control y los pequeños no van a obedecer a la primera cuando les dan la orden de que tienen que dejar ya de jugar.

En el caso de los videojuegos, como con cualquier otra actividad, por supuesto que puede producirse el abuso, pero las alarmas injustificadas no contribuyen nunca a solucionar esta cuestión. La OMS ha introducido los videojuegos como adicciones , pero se ha generado mucho debate sobre esto puesto que hay voces que piensan que no lo son y que esto parte de la concepción de que son nocivos. Lo cierto es que hay niños y jóvenes que viven por y para los videojuegos porque es lo que les gusta y lo que les estimula; como otros viven para el fútbol o la música. Las familias tienen un papel fundamental pero no pueden actuar desde la imposición o la prohibición porque eso no es educar. Es necesario consensuar unos límites y acercarlos a otras actividades que también puedan resultarles atractivas.  

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