¿Mi hijo es un vago o tiene algún problema? Cómo diferenciarlo, según un neuropediatra

Muchas familias se enfrentan a esta duda con el comienzo del curso escolar

Vídeo: Qué es el TDAH

S. F.

«Me cuesta horrores cada tarde los deberes con mi hijo. Es muy inteligente pero muy vago. Además me cuenta cada bola para no hacer los deberes que te mueres». Esta podría ser la frase de cualquier familia «pero es de la madre de una chica que he visto hace poco en la consulta por problemas de actitud frente a los estudio», explica el neuropediatra Manuel Antonio Fernández. «A pesar de que en muchas ocasiones hay problemas detrás de estas palabras, en esta ocasión, esta paciente no padece TDAH (Trastorno por Déficit de Atención o Hiperactividad), dislexia ni ningún otra dificultad para estudiar o aprender, simplemente tiene poca motivación». Entonces, ¿cómo puede un padre diferenciar cuando su hijo es vago, de cuando tiene un problema de aprendizaje? En primer lugar, «habría que observar, y tener en cuenta la edad del paciente», asegura este neuropediatra.

La importancia de las fases madurativas del cerebro

Cada día es más frecuente que lleguen niños a la consulta de este especialista «porque en el colegio le han dicho a los padres que les está costando aprender a leer o a escribir», sostiene Fernández. Lo más sorprendente de esto, prosigue este experto, «es que te estoy hablando de niños de 5 años que aún no han entrado en primaria. La verdad es que llama mucho la atención que los sistemas educativos actuales den por hecho que un niño de 5 años debe aprender a leer y escribir para entrar en primero de primaria con eso ya sabido. No recuerdo que con esa edad, yo supiera -sostiene el experto- y mejor que no lo intentaran porque no creo que hubiese sido capaz de aprender». A su juicio, «no están teniendo en cuenta en absoluto las fases madurativas del cerebro y por qué son importantes para los planes de estudio, y esto puede dar lugar a la creación de un problema cuando en realidad no debería existir. Insisto, no todos los niños tienen una maduración cerebral suficiente para aprender a leer y escribir a la edad de 5 años».

Estamos creando problemas donde no existe

«Estamos hablando, además, de niños perfectamente normales», sostiene Fernández. «Si empezamos a poner unos objetivos iniciales que solo son capaces de alcanzar 3 de cada 4 niños, les vamos a hacer pensar que no están a la altura o no son suficientemente inteligentes. Más aún, estamos haciendo creer a los padres que sus hijos tienen un problema cuando no es verdad. Por algo se empieza el primer curso de primaria con 6 años. Para que el cerebro de los niños se encuentre en una situación madurativa suficiente como para alcanzar este tipo de objetivos sin problemas importante». El experto reclama que «se deje de inventar la rueda cada curso porque lo básico ya se sabe y las modas pueden ser muy peligrosas para los niños».

Los defectos del sistema educativo que llevan al fracaso a uno de cada 4 alumnos y 4 claves para solucionarlo

En España, continua este neuropediatra, «uno de cada 4 niños deja los estudios antes de finalizar su formación básica. Esto significa que una cuarta parte de los futuros ciudadanos de nuestro país no tendrán estudios mínimos. Estas cifras se deben a cuatro motivos principales que hace que estos niños parezcan unos vagos o que tengan falta de interés, cuando en realidad lo que hay es un problema detrás. Dos de ellos están relacionados con el TDAH o la Dislexia, y en el tercer caso se trata de chicos con Altas Capacidades que tienen problemas de adaptación. El cuarto motivo está en el propio sistema y en cómo atiende, o mejor dicho, desatiende, las necesidades de estos alumnos».

Estos cuatro problemas, resume Fernández, «son los causantes de las alarmantes cifras de fracaso escolar que a pesar de los supuestos esfuerzos de los políticos, no cambian de un año para otro. Esto no cambia porque no acaban de entender que la educación es algo científico, no moral», sostiene.

A su juicio, estas serían las claves para terminar con estos malos resultados:

-La primera clave: reorganizar las inversiones para mejorar la formación de los maestros

-La segunda clave: mejorar los departamentos de orientación educativa

-La tercera clave: ayudar a los padres a mejorar la atención a sus hijos con problemas de aprendizaje

-La cuarta clave: estrechar lazos entre el sistema educativo y sanitario para atender mejor a los niños con TDAH, Dislexia o Altas Capacidades.

Los TDAH, disléxicos o con altas capacidades

Para este neuropediatra, el grupo de alumnos con TDAH, dislexia o altas capacidades suponen casi un 25% de los niños en edad escolar. «Una cifra muy parecida a la de fracaso escolar. Detectar y tratar correctamente estos problemas, y hacer las adaptaciones pertinentes que necesitan estos niños para triunfar en los estudios llevaría a disminuir drásticamente los datos negativos en nuestro país». Cada uno tiene unas necesidades específicas que, según este neuropediatra, serían las siguientes:

Los niños con Déficit de Atención y/o Hiperactividad tienen problemas para concentrarse y prestar atención tanto en clase como en casa a la hora de estudiar. Les cuesta ser constantes y se cansan mucho haciendo tareas y actividades». Por su parte, continua Fernández, «si un niño tiene dislexia, le cuesta comprender lo que lee, se salta letras o palabras y las cambia de sitio. Su velocidad lectora es baja y por lo tanto, le cuesta aprender. A esto se añaden los problemas con la escritura. Escribe lento, también se salta letras o palabras. Puede cambiar el orden. Al final no es capaz de expresar por escrito lo que quiere». «Cuando escuchamos que un niño es superdotado, solemos pensar que esto es una pasada, pero no somos conscientes de que uno de cada tres niños con altas capacidades tiene problemas de aprendizaje, conducta o relaciones sociales. Es fundamental que el sistema educativo en general y los maestros y profesores en particular sean conocedores de estos problemas y de las medidas de intervención que les ayudarán a evitar el fracaso», explica este experto.

Las medidas básicas son muy sencillas

¿Cuáles son los pasos a seguir para que no se confunda a estos chicos con chavales sin interés? Para Manuel Antonio Fernández, se empieza por conocer la situación concreta de cada chico. En función de ella se establece su lugar en la clase, el o los compañeros que va a tener a su lado, la distancia al profesor y la comunicación que va a haber entre este y el alumno durante la clase. «También es importantísimo establecer una comunicación directa y permanente con los padres para poder informarles puntualmente de la situación, dificultades o avances del chico. Entre ellos se debe valorar especialmente la agenda escolar con la supervisión de los deberes, las fechas de los exámenes, entregas de trabajo y demás aspectos de interés».

Finalmente, concluye, «un factor determinante en la metodología de la evaluación en los exámenes. Si van a ser orales, escritos iguales al resto de compañeros, el tiempo que va a tener para realizarlos, la distribución del contenido del examen durante su realización, la supervisión que va a tener el alumno con problemas durante el examen y todos los aspectos a tener en cuenta como la letra… La cuestión es poder valorar los conocimientos y habilidades adquiridas independientemente de la vía que haya que usar para conseguirlo».

La cuestión psicológica

¿Cómo diferenciar a estas personas de un estudiante vago o con falta de interés? «La respuesta a esta pregunta no es fácil. Hay que tener en cuenta muchos factores, y suele confundirse mucho en un TDAH». Según Noelia Gilibert, psicóloga de El neuropediatra , «cuando hablamos de este trastorno, la motivación, el trabajo académico o la convivencia en casa, constituyen algunos de los temas que más preocupan a las familias. Esta situación no supone algo excepcional, ya que el núcleo central de su sintomatología, la desatención, la impulsividad o la hiperactividad, se relaciona directamente con el rendimiento diario de los chicos y chicas afectados».

Es bastante común, explica Gilibert, «que en las consultas de atención especializada (atención temprana, pediatría, neuropediaría, psicología, neuropsicología, etc.) las familias acudan en la búsqueda de un conjunto de herramientas que les permitan abordar más adecuada y eficiente posible las dificultades diarias. Los chicos/as afectados, ya sea durante la infancia o la adolescencia, pasan la mayor parte de si tiempo de dos contextos fundamentales: la escuela/instituto y la familia». Por esta razón, sostiene Bello, «buena parte de las dificultades que encontremos se asociarán a las rutinas de estudio, la realización de deberes, el cumplimiento de normas, el seguimiento de planes y horarios, el establecimiento de prioridades, etc. Ante esta situación, el apoyo al estudio se convierte en una prioridad para las familias».

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