Karl Lagerfeld, viaje a la intimidad de un genio un año después de su muerte

Un documental descubre la faceta privada del káiser de la moda, el más francés de los alemanes

María Luísa Funes

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Esta semana -el próximo miércoles, 19 de febrero- se cumplirá el primer aniversario de la desaparición de Karl Lagerfeld -tenía 85 años cuando le sobrevino la muerte en un hospital de París- y la cadena francoalemana ARTE ha aprovechado para lanzar un documental con los testimonios de sus más íntimos. Obra de Christian Jakob , el filme muestra la excentricidad y genialidad del modisto alemán.

El documental comienza mencionando a las tres personas que más le influyeron en Karl, las que verdaderamente le impulsaron a conseguir su enorme éxito profesional. Su padre, Otto Lagerfeld ; su madre, Elizabeth Bahlmann ; y su ídolo y gran amor, Jacques de Bascher . De su padre, un industrial hiperactivo de origen sueco, Karl sacó esa obsesión por lo impecable, por la constancia y por el trabajo. El mismo káiser comenta en el filme cómo su progenitor «trabajó 22 horas al día hasta los 83 años. Esa era su vida, era lo que le gustaba».

«Tú tienes talento, no te juntes con esos idiotas de tus amigos», le decía Elizabeth Bahlmanna a su hijo Karl; A la derecha, Otto Lagerfeld, industrial de éxito

Alemania en la posguerra

En 1977, Otto moría a los 85 años de edad, tras haber impulsado durante décadas la marca de leche evaporada Carnation traída por él mismo desde los Estados Unidos a Europa y creado años más tarde la gran fábrica alemana del mismo producto, Glücksklee-Milch. En su día criticado por una infundada y casi imposible afiliación nazi, sus fábricas fueron clave para la supervivencia de millones de alemanes durante la Segunda Guerra Mundial y la posguerra. Otto fue esencial en la carrera Karl, pues aunque le hubiera convenido que su único hijo varón siguiese a cargo de la gran empresa familiar, le permitió escoger la moda , financiando sus viajes y pesquisas durante años.

Su madre, Elizabeth, fue esencial en su ascensión al éxito. Extremadamente crítica con Karl, no obstante confiaba plenamente en las capacidades de su hijo, al que solía decirle: «Tú tienes talento, no te juntes con esos idiotas de tus amigos. Incluso, ni tus profesores te llegan al la suela del zapato», según cuenta Patrizia Riekiel , periodista y gran amiga de Lagerfeld. Elizabeth exacerbaba la singularidad y excentricidad de su retoño. Arnaud Maillard, miembro del dúo creativo Alvarno y en su día asistente de Karl Lagerfeld en su marca homónima, participa en el documental y relata que «Karl siempre contaba historias de su madre. Decía que ella era dura con él y que tenía una gran seguridad personal. Con ciertas dosis de tiranía, era capaz de convertir a todo el mundo en su esclavo».

Irónica y exigente, Elizabeth fue probablemente la persona más querida y admirada por Karl, su modelo y primera inspiración. «Me dio la educación que necesitaba un niño como yo: cuando hacía falta, no dudaba en darme una patada en el culo para bajarme los humos », cuenta Lagerfeld en algunos extractos filmados en 2017.

En 1954, Karl se marchó a París y quedó finalista en los premios del Secrétariat International de la Laine, en los que un joven y tímido Yves Saint Laurent consiguió el primer premio. Ahí comenzó su historia de rivalidad y enemistad. Sus inicios fueron en Balmain y en 1959, se convirtió en director artístico de Patou, una casa algo apolillada en donde aprendió la profesión.

Sucedió una noche

Una noche, en un bar de París conoció a Jacques de Bascher, un dandi libertino que le cautivó desde el primer minuto y se convirtió en el amor de su vida. «Era la pura imagen de la elegancia francesa, aunque a veces podía resultar insoportable», declara Karl en «Lagerfeld, la legende». Con él comenzó la vida de jet-set de los años 70, los viajes a la Costa Azul y las fiestas llenas de excesos : «En esa época me interesaban los coches rápidos, las grandes fiestas, los viajes locos… todo muy infantil, la verdad», comenta el káiser con sorna.

Jacques de Bascher fue el gran amor de Lagerfeld, un dandi seductor (junto a estas líneas, con Loulou de la Falaise) que le conquistó en un bar de París

Durante los años 70, de Bascher no se privó de fiestas y excesos. Lagerfeld le dejaba tomar drogas y tener relaciones con otros hombres, pues decía no interesarle el sexo. Jacques sedujo a Yves Saint Laurent, hecho que aumentó la guerra contra Pierre Bergé y empeoró la rivalidad entre Karl e Yves. En los años 80, tras haberse hecho cargo de la creatividad de Chloé y Fendi, Lagerfeld se unió a la casa Chanel. De Bascher murió de sida en 1989 y el káiser se sumió en una gran depresión, concentrándose en las pilas de hamburguesas, pasteles y litros de Coca-Cola colocados en la mesa de su despacho. Engordó y se convirtió en un hombre taciturno.

El icono

El comienzo de Claudia Schiffer como imagen de Chanel fue positivo para Karl. En palabras de Arnaud Maillard : «Lagerfeld estaba fascinado por Claudia». Rubia, joven y alemana cómo él, suponía un rayo de luz refrescante para la imagen de Chanel y un nuevo icono para el káiser. La extrema dieta y el libro con el que Karl selló la pérdida de 42 kilos, le convirtieron en el personaje que él buscaba: pantalones ceñidos, cuellos altos, camisas blancas estrechas, gafas negras y coleta blanca. Según su amiga Patricia Riekel, «Karl se construyo una armadura, quería mostrar al mundo que se bastaba y se sobraba a si mismo».

Lagerfeld consagró a la top alemana a comienzos de los años 90 del pasado siglo. En los desfiles de Chanel, Claudia Schiffer (arriba, con el diseñador) era la estrella

Arnaud Maillard explica que les hizo instalar espejos en todas las paredes para mirarse, explicándoles «con el esfuerzo tan grande que hecho para adelgazar, no quiero perder la oportunidad de verme». Y Sebastien Jondeau, su asistente personal y confidente durante los últimos 20 años, describe a Lagerfeld como « insaciable , acababa una cosa y empezaba otra». En este curioso documental, sin fecha de estreno ni en España, ni en Netflix ni en Youtube, Lagerfeld declara: «Soy inmortal y, de todos modos, todo lo que he comenzado acabará cuando yo acabe. Y punto». El tiempo nos dirá si tenía razón.

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