Pelayo Díaz
Pelayo Díaz - ÓSCAR DEL POZO

Pelayo Díaz: «Si Warhol estuviera vivo, trabajaría en un “reality”»

Tiene 800.000 seguidores en Instagram y lo ven 1,5 millones de personas en «Cámbiame». Ahora publica su primer libro

MADRID Actualizado: Guardar
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Hace tiempo que Pelayo Díaz (Oviedo, 1986) dejó de ser un bloguero de moda. Ahora es un «influencer», un líder de opinión digital, con unas cifras a cuestas que avalan su poderío en internet: 800.000 seguidores en Instagram, 124.000 en Twitter, 60.000 en Facebook y medio millón de lectores mensuales en su blog, «Kate loves me», que «The Times Magazine» ha etiquetado como uno de los cuarenta más influyentes del mundo. Desde hace unos meses también triunfa como estilista en «Cámbiame», el programa de telerrealidad de Telecinco que siguen un millón y medio de personas cada tarde y en el que Pelayo oficia de «hado madrino» de anónimos sedientos de transformar su imagen.

Por si esto fuera poco, el próximo martes presentará su primer libro, «Indomable» (Libros Cúpula), una especie de diario íntimo repleto de anécdotas, imágenes, dibujos y reproducciones de documentos personales.

Desde su infancia en Oviedo, donde los otros niños se reían de su estilismo, hasta sus años de estudio en la prestigiosa Central Saint Martins de Londres, donde se graduó en Diseño de Moda y Marketing, el bloguero abre una rendija para que podamos espiar detalles de su meteórico ascenso: sus primeros pasos en la moda con Giles Deacon y Alexander McQueen, su trabajo con su ex David Delfín y hasta su año como «émigré» en París, donde fue pareja del creador parisino Nicolas Ghesquière.

—«Indomable» arranca con una cita de Andy Warhol: «Yo nunca leo, solo miro las fotos». Entonces, ¿por qué hay que leer su libro?

—Si te burlas de ti mismo ya no se pueden burlar otros, porque tú ya has hecho la gracia. Esto es lo mismo. Sé que mucha gente dirá que en mi libro hay más fotos que texto. Por eso he decidido hacer esta gracia. Mucha gente también me critica por trabajar en Telecinco. Si Andy Warhol estuviera vivo y fuera español, trabajaría en un reality de Telecinco.

—En el libro revela que de niño se reían de usted. ¿Fue víctima de bullying?

—No lo llamaría bullying. Éramos críos y los críos pueden ser crueles sin darse cuenta. Los niños hacen maldades para protegerse de sus propios defectos y miedos. Lo pasé mal en ciertos momentos, pero tuve una infancia feliz.

—¿Se sintió incomprendido?

—Sí, sobre todo por mí mismo.

—También relata muchas de sus primeras veces. Su primera cámara, su primera casa en Londres... ¿Qué primera vez le falta por cumplir?

—Mi primera boda, mi primera casa, mi primer coche... todavía me quedan muchas primeras veces.

—Estudió diseño de moda, pero ahora es bloguero, consultor, fotógrafo... hace de todo menos de diseñador.

—He rellenado esa casilla trabajando con David Delfín y Alexander McQueen. He cruzado puertas que no pensaba que iba a cruzar y que me han llevado a nuevos sitios. No quiero luchar contra las cosas que me pasan, hay que ser inteligente y saber qué hacer con las oportunidades que se presentan.

—Ahora todos los de su gremio se hacen llamar «influencers».¿Bloguero es una mala palabra?

—A mí no me molesta nada. Todos éramos blogueros hasta que la prensa empezó a utilizar el término como algo despectivo. Pero a mí me sigue pareciendo muy guay ser bloguero. Ahora las marcas quieren que nos llamen «influencers» o prescriptores, porque no solo tenemos un blog, sino que influimos en mucha gente.

—Su mejor amiga, Gala González, es su contraparte femenina, la bloguera más seguida en España. ¿Compiten para ver quién tiene más seguidores?

—Jamás hemos competido en nada. Cada uno tiene su público. Por eso nos llevamos tan bien. Mi interés por el mundo digital se lo debo a ella, Gala fue la primera que me dijo «online es guay».

—También le dedica un capítulo a David Delfín. ¿Cómo se encuentra de salud?

—David es una persona indomable y por eso es mejor no hablar de él.

—¿A qué famoso le cambiaría el estilismo?

—No me atrevería a decirle a nadie que tiene que cambiar. Uno tiene que querer cambiar para que le cambien.

—¿Y algún político que tenga que pasar por «Cámbiame»?

—Los políticos no me interesan nada. Que hagan su trabajo y lo hagan bien, eso es lo único que me interesa de ellos. Solo les pido ese cambio, que hagan cosas buenas por la gente.

—Su caché depende de la cantidad de seguidores que tiene en las redes sociales. ¿Genera ansiedad esa carrera por los «followers»?

—No. Eso no es nada más que una cifra. Yo creo más en mi trabajo que en un número, y me dirijo a una calidad, no a una cantidad de gente. Aunque ahora con la televisión es todo un descontrol. Desde «Cámbiame» me conoce mucha más gente. Es maravilloso.

—La tele le cambió la vida...

—Antes se acercaba a mí la gente que sabía de moda o que le interesaba ese mundo. Y podía tener una conversación con ellos. Ahora se acerca mucha gente con la que no tengo tanto en común, pero que me ve en televisión y con la que conecto sin tener cosas en común. Me tratan como de la familia: me invitan a sus casas, me piden consejos...

—Antes de «Cámbiame» usted vivía en París. ¿Le costó dejar la capital de la moda?

—En los cuentos infantiles se dice que las princesas lejos de sus reinos se marean. Me pasó un poco. Me vino bien estar un año fuera, pero París es indomable. Te encuentras con gente igual de fuerte que tú o más y está muy bien saber cuál es tu sitio. No hace falta ir por la vida de grande.

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