ENTREVISTA

José Andrés: «España no está explotando la presencia hispana en EE.UU.»

Con «humildad de cocinero», apremia a nuestro Gobierno, «me da igual PP que PSOE», a estar «más cerca» de los 50 millones de hispanos

Washington Actualizado: Guardar
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Entrevistar a José Andréses como atemperar un torbellino o domar a un purasangre. El cocinero más célebre de Washington no para de gesticular y ordenar a sus camareros para que no escatimen atención a la clientela, mientras se acomoda con ABC en la terraza de Jaleo. De la docena de locales que ha desplegado en dos décadas, el que nos acoge, en el populoso barrio de Chinatown, es el primer restaurante de EE.UU. donde se sirvió jamón ibérico, santo y seña de su reconocida labor gastronómica, que ha cautivado al matrimonio Obama. Aunque asegura que de su relación con el presidente y la primera dama, «la mitad de lo que se cuenta», desprende modestia calculada. Reconoce que con frecuencia la pareja se acerca al selecto Minibar a degustar su cocina creativa.

Y que promueve con la Casa Blanca la comida sana en un país mal alimentado, entre otros proyectos.

Desde 2012 en la lista Time 100 de los más influyentes del mundo, a José Ramón Andrés Puerta (Mieres, Asturias, 1969) los washingtonianos le paran por la calle, unos para fotografiarse, otros para agradecerle su desafío a Donald Trump, con quien rompió su acuerdo para abrir un restaurante en un próximo hotel de su propiedad, cuando el magnate insultó a los mexicanos inmigrantes. Los tribunales decidirán «este año».

Cuando conseguimos que se centre en el micrófono, surge el José Andrés reflexivo, casi filósofo, que enseguida moja el pan en la política. De padre aragonés y madre vasca, con infancia en Cataluña y juventud en Madrid, no entiende cómo la cuestión territorial en España «puede ser un problema». El inmigrante que aprendió con Ferrá Adriá en El Bulli y se marchó a Nueva York con 21 años, se aferra a esta convicción para defender a los débiles: «Todo ser humano tiene derecho a ser del lugar que quiere ser, si trabaja para merecerlo».

Gazpacho universal

Al cocinero de Mieres le sale una vena tan comercial como española cuando habla de proyectos, de ilusiones… Con 46 años está todo por hacer, se dice, mientras apunta alto en ambiciones. Beefsteak, una cadena de comida rápida de frutas y verduras y que pretende expandir por Estados Unidos, sumará este año tres «eslabones» en el área de Washington. Y vendrán más, en estados de la costa Este, gracias al dinero aportado por inversores y personajes como la actriz Gwyneth Paltrow. Su primer restaurante en Manhattan, The Bazaar by Jose Andres, abrirá sus puertas este verano dentro de un hotel de lujo de SLS en la neoyorquina Park Avenue. Un estío fructífero que le llevará también en Miami, al amparo de la misma cadena hotelera, en el futuro SLS Brickell Hotel & Residences.

Suma y sigue para el empresario español, que también ha puesto sus ojos en Cuba, donde proyecta abrir otro restaurante en el futuro de la mano de otro grupo hotelero, Starwoods. Su reciente viaje a la isla, en compañía de los Obama, ha sentado las bases: «El cambio en Cuba va a ir más rápido de lo que muchos creen. Es imparable», asevera.

José Andrés tiene un sueño que es casi capricho: «Abrir el bar Pepe, que repartirá bocadillos españoles». Pero, cuando le brillan los ojos es al hablar del gazpacho: «Es y será la sopa fría más conocida del mundo», sentencia. Aunque avisa de que «ni el tomate, ni el pimiento, ni el pepino son españoles», y lanza el reto: «Es una ecuación que todavía no ha resuelto España, que no ha conseguido exportar de verdad el producto y generar riqueza con él». Y con la vista alta, llega la confesión: «Mi sueño es hacer del gazpacho una bebida mundial como la coca-cola».

—¿Se siente aquí más querido y apreciado que en España?

—Bueno, a ver, yo en España, gracias a los medios, mejor tratado no he podido estar. Se me reconoce una labor de difusión de la cultura española a través de la gastronomía. Me siento beneficiado y muy querido. Y en EE.UU. lo mismo. He tenido la suerte de afincarme aquí, con restaurantes que son un poco el ADN de Washington. He ayudado a poner en marcha algunas ONG... En este restaurante, el gran demócrata Patrick Moyniham me dijo: «Si tú quieres a América, América te devolverá el cariño». Y eso es lo que he hecho.

—Tengo la sensación de que en este país España pinta poco, aunque los españoles somos apreciados…

—Hay poco conocimiento de la labor que tuvo España en el origen de EE. UU. Si bien hay ahora una labor de divulgación cultural de lo que representó, se podría hacer más. Me da igual el PP o el PSOE. Lo digo como un humilde cocinero. Creo que Estados Unidos se merecería un ministro de España dedicado a asuntos latinos en Norteamérica. Por los 50 millones de hispanos, por la influencia... Se hacen cosas buenas. Mis hijas han aprendido español gracias a los cursos que se organizan. Pero creo que la relación entre España y EE.UU. merece una atención permanente, una oficina permanente. España está perdiendo una oportunidad de explotar al máximo tanta presencia hispana.

—¿Y cómo ve desde aquí España?

—Pues a veces con tristeza. Me da la sensación de que se ha perdido el respeto al que no piensa como tú. El respeto a las banderas que no son las tuyas… En nuestro país, si dices que estás muy orgulloso de la bandera española, te llaman facha. Cuando la bandera tendría que ser respetada por todos, como en EE.UU. Igual que las banderas autonómicas… Nos hemos olvidado de que España fue el mayor ejemplo democrático de la historia reciente.

—¿Y qué pasa en EE.UU. para que surja un discurso tan agresivo contra el inmigrante?

—Cuando un candidato propone construir un muro, hace lo contrario de lo que América tendría que hacer. Si construyes puentes y mejoras la vida de las personas del otro lado, todo el mundo se aprovecha. Cuando Trump niega la posibilidad de que compañías americanas abran en México, hasta cierto punto es una gran mentira. Porque si la vida allí mejora, vas a limitar el número de indocumentados que quieran venir.

—¿Por qué rompió usted con Trump?

—Lo que puedo decirte es que fue una decisión de negocio, profesional, que no tenía nada que ver con lo que yo pensaba o lo que yo consideraba justo. Simplemente, estar asociado a una persona con esa retórica no podía llevar mi negocio a buen puerto.

—¿Llegó a tener una buena relación con él?

—Estuve con él tres o cuatro veces. Hablé con él antes de tomar la decisión. Y lo que hablamos y lo que sucedió fue totalmente lo opuesto. Y no me quedó más remedio que tomar esa decisión.

—Entonces, ¿le dijo algo que no cumplió?

—Algún día contaré la conversación. Ahora tenemos un litigio pendiente. Pero sí te digo que de lo que podía haber llegado a ser y fue, resultaron cosas diferentes. Por eso tomé la decisión.

—¿Cómo es su relación con los Obama?

—La mitad de lo que cuentan… Ni yo soy amigo de Obama…

—¿Ni de Michelle tampoco?

—Tampoco. A ver, ¿si me ven me reconocen? Sí. ¿Si me ven saben mi nombre? Sí. ¿He ido a la Casa Blanca? También. Acabo de venir ahora de allí de una cosa de ciencia… ¿Estuve en Cuba con él? También. Pero a mí eso de que siempre digáis «José Andrés, el cocinero que da de comer a los Obama», pues me fastidia. Hago muchas más cosas…

—Imagínese que ahora llega a presidente Donald Trump, con quien usted está litigando…

—Lo dudo.

—Es una posibilidad cierta.

—Bueno, cada pueblo tiene los políticos que se merece.

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