STAN HONDA / AFP
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La tragedia silenciosa del 11-S

Marcy Borders, la mujer cubierta de polvo tras el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York, muere de cáncer a los 42 años. No ha sido la única superviviente que luego fue diagnosticada con esta enfermedad

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La trágica huella del 11-S parece no tener fin. A las casi 3.000 vidas y 6.000 heridos que acumuló el terror islamista en el mayor atentado de la historia, se ha ido sumando estos años un despiadado reguero de víctimas silenciosas, casi anónimas. Entre los múltiples afectados por el impacto psicológico de la tragedia, por el volcán de muerte y destrucción en que se convirtió todo el Bajo Manhattan en torno a las Torres Gemelas, emerge la figura de Marcy Borders. La empleada de banca cuya imagen de estatua humana cubierta por las cenizas dio la vuelta al mundo bajo el apelativo de «Dust Lady» («mujer polvorienta»), icono de lo que es capaz de provocar el terror, ha muerto víctima de un cáncer de estómago.

Fue afortunada aquel aciago día en que pudo abandonar a tiempo la torre en la que trabajaba. A Marcy, que entonces tenía 28 años, se la encontró en los bajos de otro edificio cercano Stan Honda, la reportera que inmortalizó el momento. Según relato de la fotógrafa free lance, «yo estaba en la planta baja viendo cómo la Policía iba trayendo al interior a mucha gente para ponerla a salvo, cuando apareció una mujer completamente cubierta de un polvo gris, aunque se podía intuir que iba bien vestida para trabajar. Y tomé rápidamente la foto antes de verla desparecer entre el caos».

No hay base médica ni científica para determinar que la enfermedad que se ha llevado por delante a esta joven afroamericana de 42 años tiene relación directa con las horas en que el pánico le atrapó en las oficinas del Bank of America del piso 81 de la primera de las torres atacadas. Pero ni su propia reacción, tan bondadosa como defensiva, atribuyendo el cáncer a no haber padecido nunca enfermedad alguna, sirve para tranquilizar conciencias. La numerosa relación de casos de cáncer que se diagnosticaron los años posteriores entre todo aquel que sufrió el cruel influjo del atentado terrorista, hace inclinarse hacia lo peor. Entre policías, bomberos y miembros del personal sanitario que ayudaron el 11-S, nada menos que a 2.500 personas se les había detectado alguna variante de la enfermedad en el año 2013.

Y aún aporta más posibles causas de su desgracia el lamentable estado de depresión que llevó a Marcy Borders a ser presa de las drogas y el alcohol desde el día que cambió su vida: «No podía superarlo. El alcohol me hacía insensible y las drogas me daban ánimo», confesó en una entrevista apenas dos años antes de que le detectaran el cáncer.

En su apenado recordatorio, Marcy, a quien se le vino el mundo encima cuando en 2001 tenía que sacar adelante a sus dos hijos pequeños, relataba el estado de conmoción que todavía le asaltaba cada día: «Cada vez que veía un avión volando pensaba que era otro ataque terrorista».

Una de sus dos hijas, víctima también durante años de la dura travesía de Marcy, describió como una «extraordinaria batalla» la que había librado su madre desde el 11 de septiembre de 2001, que le deja un recuerdo profundamente agradecido: «Mi madre es mi héroe y vivirá para siempre conmigo».

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