El «shock» de las 12 víctimas de abuso de un tatuador de San Sebastián: «No podía mirarme en el espejo»

El implicado está imputado por 14 delitos de abuso sexual a mujeres, la mayoría clientas

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El Juzgado de lo Penal número 2 de San Sebastián acoge desde este miércoles el juicio contra un varón acusado de abusar sexualmente de 12 mujeres , la mayoría clientas del estudio de tatuajes en el que trabajaba. Todas ellas testificaron en la sesión de ayer, incluida la joven cuyo mensaje en las redes sociales animó al resto a denunciar. Las víctimas han relatado cómo el implicado, presente pero oculto tras un biombo, trató de besarlas, tocarlas e incluso someterlas mientras se encontraban tumbadas en la camilla del establecimiento, ubicado en la calle Iñigo de la capital guipuzcoana.

Al tatuador, un varón de nacionalidad venezolana cuyo nombre responde a las siglas de J.E.L., se le imputan un total de 14 abusos sexuales a mujeres a lo largo de los últimos años, aunque el caso no se destapó hasta enero de 2018, cuando una de sus víctimas publicó su experiencia en Twitter. En la sesión de ayer, esta joven contó que el acusado le metió la mano «por dentro de la ropa» después de pedirle que le enseñara el ombligo. Posteriormente la «agarró de la cadera» y le pasó la mano «por el culo, frotando» .

Totalmente «paralizada», la víctima notó cómo el varón «frotó su pene» contra su mano mientras la estaba tatuando: «Al principio creí que lo había mal interpretado, pero luego me sentí intimidada en mi integridad sexual», ha destacado.

Para la mayoría, la experiencia fue traumática. La misma mujer que denunció por primera vez los abusos ha afirmado que no podía ni mirarse en el espejo el tatuaje porque le hacía sentir «fatal» , de forma que decidió «taparlo para no verlo». Algo semejante le sucedió a otra mujer que fue a retocarse un tatuaje para recordar a su hijo, pero que después de acudir al establecimiento cada vez que lo contemplaba «veía un pene», no al pequeño.

Otra de las víctimas, que acudió en verano de 2016 acudió a la casa del propio tatuador a pedirle un trabajo, explicó que el acusado le pidió que se quitara la camiseta. «No me pareció necesario, pero su mujer estaba allí y me dijo que era normal, que lo hacían todas las chicas», destacó.

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