El etarra Francisco Javier Balerdi, a su llegada a San Sebastián
El etarra Francisco Javier Balerdi, a su llegada a San Sebastián - Covite

Una multitud de radicales recibe entre vítores a un etarra en San Sebastián

Francisco Javier Balerdi ha pasado los últimos 24 años en prisión por el asesinato de cinco personas

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Francisco Javier Balerdi, uno de los brazos ejecutores de ETA en la década de los ochenta, ha vuelto a su casa después de pasar los 24 últimos años encerrado en la cárcel de Herrara de la Mancha, en Ciudad Real. En su historial quedaron registrados cinco asesinatos, como el del funcionario de prisiones José Ángel Mota Iglesias, que recibió un tiro en la cabeza cuando sostenía en brazos a su bebé de cinco meses. El pasado martes, un multitudinario grupo de radicales le rindió culto a su llegada a San Sebastián, donde fue recibido entre vítores.

La festiva bienvenida al hombre que sembró el terror en la capital guipuzcoana durante toda una década ha generado indignación en el Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite), que ha reclamado a instituciones y partidos políticos

que apliquen, «de una vez por todas», políticas contra el culto al terrorista.

En un comunicado, Covite ha criticado que este «multitudinario» acto tuvo lugar «con total impunidad» el mismo día en que Balerdi abandonó la cárcel. Además, ha recordado que el exetarra realizó el 28 de julio de 1990 labores de vigilancia durante el asesinato del capitán de Infantería Ignacio Urrutia Bilbao y el 2 de enero de 1991 ametralló el coche del gobernador militar de Guipúzcoa, el coronel Luis García Lozano.

El colectivo ha censurado que en el homenaje que tuvo lugar en San Sebastián «hubo niños que fueron utilizados para agasajar a un terrorista orgulloso de serlo».

«Dejar de mirar para otro lado»

En este contexto, ha instado a instituciones y partidos a «dejar de mirar para otro lado en torno a acontecimientos que chocan frontalmente con las políticas de prevención de la radicalización promovidas desde Europa».

Covite ha alertado, además, a la Organización de Naciones Unidas (ONU) en dos ocasiones de que el País Vasco y Navarra «son islas de impunidad en las que, de forma sistemática, se permite el culto al odio y no se aplican las políticas de prevención de la radicalización violenta».

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