Una mujer deposita un peluche en el improvisado «altar»
Una mujer deposita un peluche en el improvisado «altar» - EFE

Dolor y conmoción en Vitoria por la muerte de la pequeña Alicia

El lugar donde la niña de 17 meses fue arrojada desde una ventana se llena de velas, peluches y flores

VITORIA Actualizado: Guardar
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«Veo a mi nieta aquí, la veo aquí», cuenta Amelia con la voz entrecortada. Es una de las muchas personas que desde anoche se acercan al número 14 de la calle Libertad, en Vitoria. Al lugar, en la acera, donde cayó la pequeña Alicia, de solo 17 meses, tras ser arrojada presuntamente por D. M., un profesor de música sevillano de 30 años, al que la madre de la niña, de 18, le había sorprendido abusando de ella. La niña murió a noche a causa de la graves lesiones sufridas. Amelia deja un ramo de rosas blancas en lo que se ha convertido en un pequeño «altar» improvisado con flores, velas y peluches. «Me da mucha pena, tengo una nieta de esta edad...

No puedo ni hablar», acierta a decir. Al marcharse lanza un beso con la mano.

«Me llamo Iker. Tengo 13 años y quería deciros que lo siento mucho. DEP», es uno de los mensajes dejados en el lugar. En otro, junto al dibujo de una paloma de la paz, se puede leer: «Tu ausencia no anulará tu olvido. Tu sacrificio no será en vano. Gracias a ti seremos más valientes y luchadoras. No permitiremos que nadie nos oprima ni manipule. No, ya no más. No, nunca más. Descansa en paz».

Vecinos de la calle y la ciudad se acercan a observar el montículo de objetos en recuerdo de la niña. Varios de ellos contribuyen a que se vaya incrementando. Como María Dolores, que vive cerca y ha venido a dejar un par de peluches. «Se te pone la carne de gallina. Cuando ocurre lejos parece que no te afecta tanto, pero te ocurre a la puerta de casa...», acierta a decir. Yolanda, que deposita un peluche y una vela, y enciende otras ya apagadas, explica que de niña vivía en ese portal 14 convertido en foco del trágico suceso. «Hay que hacer algo, esto es un sin parar. Con una niña tan pequeña... No tiene nombre», dice llorosa. Una señora mayor le pregunta dónde puede comprar velas.

Manoli se acerca desde el número 10 con flores y una vela: «No puedes concebir que una persona tenga esa sangre fría». Una mujer mayor, en la acera de enfrente, se santigua tras salir del portal número 21. Los vecinos siguen impactados. Al 14 accede una chica con un carrito. Su hija tiene 21 meses. No quiere dar su nombre. «Estamos hechos polvo, no hay palabras para describirlo. Con una impotencia… Cómo se puede ser tan inhumano, tan desalmado».

Algunos no ocultan su rabia. Como Loli: «Hay que ser mala persona para hacer eso con una niña tan pequeña. ¿Sabes qué haría? Le subiría a él a un sexto piso y le tiraría por una ventana». O Milagros, que cuenta que tiene nietos pequeños: «No hay derecho, no hay derecho, no hay derecho. Mientras no haya una mano más dura, con esta gente no se termina. No hay por qué pagar con la que no se podía defender. Una criatura... No se le rompería la mano a él antes de lanzarla...».

Concentración silenciosa

El dolor y la consternación vuelven a ser la tónica en Vitoria. Un día más, desde que el lunes trascendió el terrible suceso. Por segundo día consecutivo se celebra una concentración. En este caso, silenciosa y de diez minutos, ante el Ayuntamiento, cerrada con aplausos.

Encabeza la representación institucional el alcalde, Gorka Urtaran, quien afirma que la «prioridad es dar todo nuestro apoyo y protección a la madre, que ha perdido de forma brutal a una hija de 17 meses. Estamos trabajando en coordinación con el resto de instituciones». Traslada su «colaboración con la investigación y la justicia» y deja, por último, un «mensaje a toda la sociedad, y especialmente a los hombres, que tenemos que implicarnos mucho más en la defensa de los derechos de las mujeres y los menores para hacer una sociedad libre e igualitaria, sin ningún tipo de violencia».

Las banderas del consistorio ondean a media asta. Entre los asistentes, personas mayores y jóvenes. Jóvenes como Arkaitz, que contiene las lágrimas a duras penas: «Esto es una injusticia, estamos hablando de una niña de año y medio que tenía toda la vida por delante. Este señor no estaba senil, tenía 30 años, era un profesor... Estaba rodeado de chavales. La gente pide venganza pero no hay que confundir venganza con justicia. Este señor que vaya a la cárcel, que le caiga la pena máxima y que sirva de ejemplo para todo aquel que se plantee hacer esto a un niño», sentencia.

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