Exposición

Olga Picasso: metamorfosis de amor y muerte

CaixaForum Madrid explora la evolución artística del genial pintor durante su primer matrimonio

«Retrato de Olga en un sillón» (1918) de Pablo Picasso que se puede ver en la exposición de CaixaForum CaixaForum
Adrián Delgado

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Olga Khokhlova (1891-1955) almacenó los recuerdos de su intensa vida en un elegante baúl de viaje fabricado en París. En sus doce cajones, perfectamente dispuestos, el nieto de Pablo Picasso redescubrió hace un par de décadas los recuerdos mejor conservados de su abuela. La bailarina ucraniana que enamoró al genio malagueño en 1917 los dejó allí para quien quisiera descifrar los detalles que marcaron su periplo amoroso con el pintor y la trágica distancia que la separó de su familia. Detrás de sus iniciales escritas en la maleta, Bernard Ruiz-Picasso halló paquetes con miles de fotografías, unas 700 cartas en francés y en ruso –atadas con finas cintas de seda azul y rosa– y ropa de ballet de la que fue la primera esposa de Picasso.

Todos esos objetos, incluido el baúl, forman parte de una gran exposición que permite, por primera vez, comprender la trastienda sentimental que rodeó a la obra del pintor entre 1917 y 1935. Un nexo invisible de amor y desamor, de fascinación y de celos, de vida y de muerte. En total, 335 obras procedentes del Museo Nacional Picasso-París y de la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte que se podrán ver en el CaixaForum de Madrid, hasta el 22 de septiembre.

Baúl de Olga Picasso que abre la exposición en CaixaForum CaixaForum

«Todos estos objetos han permitido descubrir la vida más íntima de Olga y la relación entre ambos. Picasso fue un artista moderno que representó todas las bellezas, pero también los dramas de su siglo. Estas cartas cumplen una función muy importante, ya que permiten tener datos más precisos sobre las obras que vemos en las paredes», explicó ayer, durante la presentación de la muestra, el nieto del pintor junto con la directora de CaixaForum Madrid, Isabel Fuentes.

Obras inéditas en Madrid

Entre las piezas expuestas se pueden ver 41 pinturas y 74 dibujos, además de una escultura, que sintetizan el denominado como «período Olga». La conexión entre las fotografías del baúl y los cuadros trazan un recorrido que va desde la melancolía de Olga –marcada por la separación de su familia, que sufrió en su seno el estallido de la Revolución Rusa– a sus celos, motivados por la relación de Picasso con su amante , Marie-Thérèse Walter , 28 años más joven.

Fotografía de Olga Picasso atribuida a Émile Delétang CaixaForum

Entre esas obras maestras destaca «Retrato de Olga en un sillón». Pintada en 1918, representa ese primer momento de la pareja en el que la bailarina era, además de su modelo, su musa. Una foto de las halladas en el baúl, atribuida a Émile Delétang , permite comparar el cuadro con la escena original. El sillón sobre el que posó Olga –obviado por Picasso en la pintura– también puede verse en la exposición junto a otros dos muebles del estudio del artista.

La mirada de Olga traspasa al visitante dibujada, pintada o fotografiada. Nunca es igual, aunque en todas se traduce una mezcolanza de melancolía y dolor. «Olga pensativa» (1923) es otra de las piezas clave de esta etapa en la que Picasso regresó al clasicismo y la figuración. El nacimiento de su primer hijo, Paulo –padre de Bernard–, marcó otro periodo de serenidad entre Olga y el artista, en el que exploró la ternura y la maternidad, desde su fascinación temporal por el Renacimiento. En la muestra se pueden ver retratos de Paulo disfrazado de arlequín y de Pierrot.

«Gran desnudo en un sillón rojo» (1929) CaixaForum

Con la evolución de su tortuoso matrimonio y la lucha interior del pintor con su forma de relacionarse con las mujeres, la muestra se adentra en el surrealismo con piezas como «Gran desnudo en un sillón rojo» (1929) –sigue siendo Olga, pero deformada y monstruosa, en una metamorfosis del amor–. Su turbulenta experiencia se materializa en otras obras, más desconocidas, como «La crucifixión» (1932) y en representaciones de corridas de toros con constantes alegorías de la muerte. En 1935, con el nacimiento de Maya , su segunda hija fruto de la relación con Marie-Thérèse, Olga y Picasso se separan. Legalmente, siguieron siendo cónyuges hasta la muerte de la bailarina en 1955.

«Es una lectura que no anula lo ya conocido de su obra, si no que la enriquece. Hay una fuerza emocional que se desprende a través de las cartas, de todos los objetos presentes en la exposición. No se trata de una muestra sobre una fase más del arte de Picasso», añadió Joachim Pissarro –biznieto del pintor Camille Pissarro –, comisario de esta exposición junto con el nieto del artista y Emilia Philippot, conservadora del Museo Nacional Picasso-París.

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