Desde 1909 esta taberna es todo un clásico para tomar buenos chatos en la capital
Desde 1909 esta taberna es todo un clásico para tomar buenos chatos en la capital - BELÉN RODRIGO

El vermú por el que Alfonso XIII se escapaba por los túneles secretos del Palacio Real

El Anciano Rey de los Vinos lleva más de cien años ofreciendo a sus clientes chatos de vino dulce y de vermú y desde hace décadas se han hecho igualmente famosos sus aperitivos

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Sigue siendo una taberna de las de toda la vida, donde se va a tomar un vinito, el vermú o una caña, siempre acompañado de un buen aperitivo. El Anciano Rey de los Vinos, abierto en 1909, ha sabido mantener la esencia de lo antiguo a la vez que ha ido innovando y adaptándose a los nuevos tiempos. Gracias a ello entre su clientela se encuentran vecinos del barrio, de los de toda la vida, y muchos turistas, tanto nacionales como extranjeros. Su excelente localización en la calle Bailén (frente a la Catedral de la Almudena y el Palacio Real) lo convierte en un lugar de paso estratégico para todos aquellos que pasean por el centro y quieren hacer una pausa para tomarse un chato.

Fachada roja (color con el que se identificaba la venta de alcohol de un local), azulejos de colores, techos altos, columnas labradas, lámparas centenarias y un espejo rescatado de una antigua taberna en la calle Trafalgar, sigue siendo hoy la decoración de esta típica taberna madrileña. El local data de 1886, año en el que se instala la Casa Pedro Martínez, donde se vendía café de puchero, aguardiente y té. Een 1909 se cede el negocio a Luis Montón, quien patenta las marcas de vino «el Viejo», «los Viejos» y «el Anciano Rey», dando así nombre a la taberna. Por entonces, solo se vendía bebida y las personas llevaban allí su propia comida. Durante la época republicana hubo que eliminar del rótulo y de las mesas la palabra Rey.

Posteriormente pasó a manos de su sobrino Abilio Manzanal, poco antes de los años 50, y con él entró a trabajar Constancio Cortés Hernández, un chaval de 15 años de Ávila. Abilio no tuvo descendencia y el local acaba por ser adquirido por Constancio, que se quedó al frente hasta 2003. Entre su descendencia fue una de sus hijas, Belén Cortés, quien acabó por tomar las riendas de la taberna, y para ello cuenta con el apoyo de su marido, Alejandro Casado. «Siempre ayudé mucho a mi padre», relata a ABC la actual dueña, «no me resultaba nada ajeno pero sí fue un cambio de estilo de vida», añade.

Belén Cortés transformó la antigua despensa en un salón
Belén Cortés transformó la antigua despensa en un salón - ARCHIVO

Con Constancio, además del vermut y el vino dulce, fue la época de los vinos, los quesos y el embutido. Belén y su marido optaron por crear un salón nuevo en donde era la antigua despensa, e innovar en el menú. «Las personas no viene a comer sino a tomarse un chato o picar raciones. Quisimos mantener los platos tradicionales y al mismo tiempo ofrecer otros», explica Belén Cortés. Eso sí, a los extranjeros les gusta sentarse en una mesa, más que en la barra, aunque sea para tomarse un café. En el 2009, con motivo del centenario, se creó El regalito del torito, un plato tradicional pero con receta renovada, y es hoy el plato estrella de la casa. Se trata de rabo de toro envuelto en pasta filo con salsa y pimiento de piquillo. Otras de las novedades son las empanadas con queso feta o las delicias de morcilla con manzana. Y no faltan los calamares, los huevos rotos, los callos, el pulpo a la gallega o las tiras de pollo con salsa de cabrales.

Vinos y dulces

Si hablamos de bebidas, el vermú y el vino dulce son los grandes protagonistas de la casa, además de la cerveza en meses de mucho calor. El chato del vermú cuesta 2,5 euros y el de vino dulce 1,6, siempre con tapa, y muy variada, como paella, potaje o fideuá. Además cuentan con una carta de vinos que se va cambiando cada año en la que están representadas las principales regiones vinícolas españolas. Los postres son otras de las especialidades de la casa, concretamente los pestiños y las torrijas que ahora se encuentran únicamente en fechas señaladas como la cuaresma, la festividad de la Almudena o los festivos de diciembre. «Ahora con tantos régimen ya no se come tanta torrija».

Belén Cortés desconoce el origen del nombre del «Anciano». «Hay cuadros donde aparece la figura de un anciano, que es la misma que se ha ido utilizando en las botellas de vino y vermú, pero no sabemos si esa imagen corresponde a alguien real», matiza la responsable de la taberna. Tanto el vino dulce como el vermú se venden para fuera.

Abierto 24 horas durante la muerte de Franco

Al estar en un barrio tan emblemático, son muchas las figuras públicas y personalidades que desfilan por esta taberna. «Se cuenta que Alfonso XIII se escapaba por los túneles del palacio para venir hasta aquí», subraya Belén Cortés. Cuando murió Franco, «la taberna estuvo tres días sin cerrar, incluso por la noche» por todo el ajetreo que se vivió. Igualmente entretenidos estuvieron durante los días previos y posteriores al enlace real, el de los entonces Príncipes de Asturias. «El día de la boda, por motivos de seguridad, estaba todo cortado y no podía venir nadie, pero antes y después se notó mucho movimiento», destaca. Al igual que el día de la coronación de Felipe VI. Belén Cortés ha sido además testigo de las largas obras de la catedra, en cuyas ruinas jugaba de pequeña ya que vivía en la parte de arriba del local.

A excepción de los martes, día de descanso del personal, la taberna abre de 9 a 24 horas, con mayor afluencia durante el fin de semana. Belén reconoce que el hostelero antiguo ya no existe, «como mi padre y muchos otros que vivían en la taberna, era otra forma de vida». Con un equipo de ocho camareros logra dar el servicio necesario. Desde hace unos años se vende el número de lotería de Navidad 1909, «y se compra mucho». Espera que algún día la fecha de apertura de la taberna que ahora regenta le de suerte pero tiene claro que es un número que le tocará jugar toda la vida.

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