Crimen en el Pozo del Tío Raimundo

La venganza a «sangre y fuego» contra el clan de Los Visita: «¡Asesinos, fuera de Vallecas!»

Más de 300 personas, vigiladas por los «antidisturbios», asediaron anoche las casas de los sospechosos del crimen de un vecino del Pozo del Tío Raimundo, cometido el domingo

Pintadas de «asesinos fuera», «perras» y otros insultos inundan la fachada de la casa de Los Visita, en la calle de Esteban Carros FOTOS: ISABEL PERMUY | Vídeo: EP
Aitor Santos Moya

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Tensión, rabia y una barriada fuera de control. La escalada de violencia desatada en el Pozo del Tío Raimundo tras la muerte de Francisco D. C., de 64 años, acuchillado en el cuello el pasado domingo después de un fatídico encontronazo mientras paseaba con su familia a los perros, volvió a convertir en un polvorín esta humilde zona de Entrevías (Puente de Vallecas). Por tercer día consecutivo, los vecinos del fallecido se concentraron a las puertas de la casa habitada por varios miembros del clan de etnia de gitana Los Visita, a los que todos en el enclave señalan como los presuntos culpables del incomprensible crimen.

Al grito de «Asesinos» y «Fuera del barrio», más de 300 personas acudieron alrededor de las 19 horas a la pequeña plaza del número 12 de la calle de Esteban Carros, donde se produjo el asesinato. En ese punto, justo a la entrada del patio trasero de la casa marcada por el vecindario, la multitud lanzó piedras y bolsas de basura contra la fachada. Los agentes de la Unidad de Intervención Policial (UIP), más conocidos como «antidisturbios», se vieron obligados a intervenir ante el intento de prender fuego a unas telas amontonadas a las puertas de la residencia. Pese a la carga inicial, los efectivos desplegados mantuvieron en todo momento una posición de contención, evitando así que la situación empeorase más de la cuenta.

«No vamos a parar hasta que se vayan porque estamos hartos de que hagan siempre lo que quieran», incidía un grupo de jóvenes, indignados por la encrucijada de terror generada por el clan desde hace muchos años. «Hacen hogueras y se creen los dueños de la calle. Si pasas por su lado, tienes que andar con mil ojos de que no te vengan a hacer nada», subrayaba otra mujer, sin entender por qué les han dejado campar a sus anchas durante todo este tiempo: «Hasta que ha ocurrido una desgracia».

Los agentes de la UIP contienen a parte de la multitud concentrada

Superado el momento álgido de la rebelión , los vecinos comenzaron una marcha por las calles aledañas para protestar frente al resto de domicilios que regentan Los Visita. «Aquí nos conocemos todos» , explicaban dos individuos, con la cara a medio tapar. Lejos de esconderse, algunas de las personas amenazadas salieron incluso a la entrada de sus casas para contemplar lo que estaba pasando. La Policía cortó cualquier conato de choque, delimitando el paso a los manifestantes.

El fuerte dispositivo, sin embargo, no fue suficiente para evitar que algunas personas apedrearan una de las furgonetas del clan en la calle del Cabo Machichaco, delante de otro de los domicilios señalados. Al intentar volcar el vehículo , los «antidisturbios» efectuaron una pequeña carga para disolver el trance, lo que motivó la recriminación de parte de la turba. «Si por las buenas no se puede, lo haremos por las malas», gritaron algunos.

«Lo tendrán escondido por ahí», remarcaban, en alusión a un joven veinteañero apodado «El Yaqui». «Un niñato que conoces de vista», proseguían. Aunque todas las miradas apuntan a este sujeto, lo cierto es que la investigación continúa en plena ebullición. Según informaron ayer fuentes policiales a ABC, el presunto asesino está en busca y captura , por lo que su identificación ya habría finalizado.

Si el martes por la noche quemaron un camión de Los Visita, con el que venden fruta y «flores para comprarse los Mercedes» , los moradores del Pozo tienen claro que después de tres días no van a cesar el hostigamiento. «El domingo vamos a ir al mercadillo para evitar que nadie compre. No tenemos nada en contra de los gitanos, pero ninguno está aquí para apoyarnos», se justificaba otra joven, con una consigna de guerra clara: «Esto no es racismo, es un asesinato» .

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