Ángel Antonio Herrera - CARTAS A LA ALCALDESA

El velocípedo

Habrá que rematar la investigación de las cifras de Bicimad, alcaldesa, pero entretanto vamos viendo la bicicleta ahí, triste y sola, en sus variadas estaciones, porque a la bicicleta propiamente dicha le hacemos ya poco caso

La estación de Bicimad de la Puerta del Sol JOSÉ RAMÓN LADRA
Ángel Antonio Herrera

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Va y viene mucho enredo de tesorería a propósito de Bicimad y el Consistorio, pero lo que uno ve más allá o más acá de todo eso es que nos hemos hecho la bicicleta un lío. Habrá que rematar la investigación de las cifras de Bicimad, alcaldesa, pero entretanto vamos viendo la bicicleta ahí, triste y sola, en sus variadas estaciones, porque a la bicicleta propiamente dicha le hacemos ya poco caso. Quiero decir que la clientela está floja. Al menos se ve floja, para el peatón que pasa, y se fija.

La bicicleta de alquiler se presentó como un ingenio de maravilla, para trotar la ciudad, pero la bicicleta ha mermado pronto en velocípedo de ocasión para japonesas despistadas y algunos hipters que van a meditarse la barba bárbara al Retiro , mientras pedalean. Algún velocípedo vamos viendo por ahí, en marcha, eso sí, en medio de la poesía del atasco, pero el velocípedo lo vemos mayormente en el aparcamiento correspondiente, que es ya como un hipódromo de bicicletas de ambientación de la ciudad, entre el cementerio de trastos y la exposición de llantas.

Lo que quiero explicar, alcaldesa, es que mientras crece el jaleo de cuentas por los pagos del Ayuntamiento a Bicimad, la bicicleta, que es la madre de este cordero, va adelgazando en velocípedo de tres atrevidos, con algo de turismo de trimestre y otro poco de recreo de los modernitos que no sabemos si van al trabajo o a la peluquería. No creo que sea éste un asunto de gestión, sino de pura y dura viabilidad, por emplear un término muy propio de los diccionarios de Consistorio.

Madrid es un ciudad muy rica de cuestas, y a las cuestas se le añade a menudo una copa larga de calles tortuosas, mayormente las del Centro, que convierten la bicicleta en una avería. Nos estaría de más que supiéramos, bajo solvencia de números, si se usa mucho o poco la bicicleta, alcaldesa. Y, si, por tanto, necesitamos tanto punto de aparcamiento. Aunque, eso sí, los velocípedos, ahí a la espera del alquiler de la carrera, ponen mucho escaparate esnob a la clásica estampa castiza.

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