El último giro de guion de Enrique IV, «El Impotente»

El Monarca renegó en Santiago de lo afirmado en los Toros de Guisando dos años antes y juró que Juana «La Beltraneja» sí era hija suya

Retrato de Juana «La Beltraneja»
César Cervera

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Enrique IV de Castilla fue un rey débil, enfermizo, colérico y cuyo gusto por la ropa mora despertaba sorna entre la nobleza. Las dos décadas de su reinado (1454-1474) fueron cantadas por los cronistas como las más calamitosas de todas las que el reino español sufrió a lo largo de su historia. La ausencia de autoridad y justicia en Castilla provocó el levantamiento de ejércitos privados por todo el territorio y un sinfín de conjuras entre la revoltosa nobleza.

A su falta de autoridad, Enrique IV debió sumar sus dificultades para dar un heredero a Castilla. El nacimiento de una hija al séptimo año de su segundo matrimonio levantó toda clase de suspicacias, lejos de despejar las dudas. La niña nacida fue considerada como el fruto de una relación extraconyugal de la Reina con Beltrán de la Cueva, el favorito del Rey, el cual no solo estaba enterado del asunto sino que supuestamente lo había incentivado para acallar el runrún.

Juana «La Beltraneja» sería víctima durante toda su vida de las maquinaciones de su madre y de la indecisión de su padre a la hora de defender su honor. No obstante, se cree hoy factible que Enrique recurriera a un precario sistema de fecundación «in vitro» para superar su «impotencia», como sugieren las crónicas de un médico alemán.

Aunque Juana fuera probablemente hija del Rey, la nobleza castellana no iba a dejar pasar la oportunidad de medrar en la futura sucesión. El Infante Alfonso falleció en extrañas circunstancias cuando cada vez más nobles se congregaban a su alrededor, tras lo cual la otra hermanastra de Enrique, la futura Isabel «La Católica», dio un paso al frente . La joven Infanta se cuidó de disimular sus ambiciones y se negó a proclamarse Reina mientras viviera su hermano. A cambio, consiguió que le otorgase el título de Princesa de Asturias, en una discutida ceremonia que tuvo lugar en los Toros de Guisando en septiembre de 1468.

Isabel se constituyó así como heredera a la Corona, por delante de Juana, su sobrina y ahijada de bautismo, hasta que dos años después el Rey se desdijo como si nada. El 26 de octubre de 1470, Enrique y toda su corte, compuesta por más de 200 personas, se dirigieron hacia Santiago, entre las localidades de Buitrago y Lozoya, para anular los términos de la Concordia de Guisando y jurar, de nuevo, que Juana era hija suya. Aquel último giro condenó al país a una guerra civil.

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