Un grupo de clientes conversa en el interior del Café Gijón, el sábado por la tarde
Un grupo de clientes conversa en el interior del Café Gijón, el sábado por la tarde - INMA FLORES

La supervivencia del Café Gijón: «Tenemos una tertulia donde los jóvenes vienen a recitar poesía»

El local representa un oasis de historia y supervivencia gracias a su tradición cultural

MADRID Actualizado: Guardar
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Amanece soleado en el Gran Café Gijón. La llegada del buen tiempo da una tregua y son varios los clientes que se decantan por la terraza. Dentro, un hombre lee el periódico a pie de barra. «Hay cosas que no cambian; es el mejor momento del día», señala. Las paredes del local son el vivo retrato del último siglo de Madrid. Enclavado en el corazón del castizo Paseo de Recoletos, el Café Gijón, como popularmente se le conoce, mantiene en pie la tradición histórica de las tertulias. «De la liturgia de las tertulias», detalla José Bárcena, camarero desde hace más de 40 años y la persona que mejor conoce actualmente los intríngulis del lugar.

Con más de una treintena de empleados, el Café Gijón conserva el aroma de lo añejo

. «Cuando entré en el 74, en las dos últimas ventanas se juntaban doce o catorce escritores», relata Bárcena, con cierta dosis de nostalgia. «Venían Gerardo Diego, los últimos Premios Nacionales de Literatura, algún Nobel como Camilo José Cela», prosigue. Formaban la «tertulia de los poetas», un referente que atraía a los jóvenes literatos llegados desde cualquier rincón. «Venían a aprender y a hacer contactos. Los vanguardistas en aquella época llamaban “peotas” [en vez de poetas] a los consagrados. Y, una vez que alcanzaban el éxito, pasaban entonces a ser ellos los “peotas”; había una cadena generacional que ahora se está perdiendo».

«El problema que ha ocurrido en las tertulias tiene que ver mucho con la aparición de internet», señala Bárcena, consciente de que, a este paso, la velada, estará abocada a desaparecer. Aunque en los jóvenes persistan las inquietudes artísticas, ya no es imprescindible acercarse a los cafés para buscar un hueco en la escena. Es por ello que, la supervivencia del Café Gijón, supone un milagro a tenor de los cierres que han sufrido buena parte de sus compañeros de viaje.

Europeización horaria

Hasta mediados de la década de los 90, el Café Gijón era el cuartel general del mundo del espectáculo. «La oficina de empleo, si me apuras», apunta Bárcena. «Acudían todos los mecenas para buscar nuevos artistas. Los modistas traían a las modelos para lucir sus vestidos. Era un espectáculo», detalla, recordando que dos décadas atras, el local estaba todos los días hasta la bandera.

La europeización de horarios ha marcado, también, el devenir del Gijón. «Antes abríamos hasta las 3 y ahora, salvo los fines de semana, cuesta ver a personas paseando a esas horas por las calles», sostiene. No obstante, pese a que el volumen de facturación ha disminuido, la vida del café está más que asegurada.

Pasar por el Gijón es igual que acudir los domingos al Rastro; un emblema por el que entran a diario numerosos clientes. Con capacidad para más de 300 personas, el representa un oasis cultural -«hablar de nombres ilustres es como citar la guía telefónica»- que, aunque cuestre creerlo, todavía hoy aprovechan varios jóvenes. «Tenemos una tertulia los lunes donde vienen, sobre todo, a recitar», expresa el histórico camarero.

«Antes, en cambio, eran los personajes del Museo de Cera los que venían», finaliza, sin perder el humor.

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