La prostitución vuelve a las calles: «Tenemos miedo al virus, pero hay que comer»

La actividad ha regresado con la fase 2 a zonas clave de la capital, como el centro y el polígono de la Colonia Marconi

En vídeo, las prostitutas vuelven a las calles del centro de la capital y del polígono industrial de Marconi DE SAN BERNARDO/DAVID CONDE

Cris de Quiroga

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Ellas no han sido una excepción. El confinamiento impuesto por la pandemia vació las calles de la capital y borró a las prostitutas del mapa . Solo con la llegada, el 25 de mayo, de la fase 1, que estableció franjas horarias para permitir los paseos de los adultos, empezaron una tímida salida. El salto a la fase 2 , el pasado lunes, ha consentido que el aparato del sexo a cambio de dinero se haya retomado como antaño en la ciudad.

En pleno centro de la capital, las fachadas de la afamada calle de la Montera vuelven a tener huéspedes. Todas llevan mascarilla. Una joven fuma un cigarrillo en la perpendicular vía de Caballero de Gracia, antes de internarse en un portal cercano. Otra mujer asedia a un hombre, que pasea con un caminador y, tras unos minutos de charla, decide continuar su curso. Dos brasileñas recorren la calle del Desengaño, detrás de Gran Vía, desde hace cuatro días. «Tenemos miedo al virus , pero también somos muy pobres, necesitamos comer», explica una de ellas, con marcado acento y labios carmín. No obstante, el temor al patógeno sí parece afectar a sus compradores: « No hay clientes , está muy difícil», asegura.

«¿Vamos?», articulan los labios de una mujer, en la calle de las Carretas, pero un joven declina la oferta: «No, gracias». Cerca de ambos, una rumana de 61 años espera paciente en un banco de la plaza de Jacinto Benavente, donde campan casi una decena de prostitutas. Está en Madrid esperando a obtener la filiación de su nieto, en un centro de acogida desde hace tres años, para llevarlo de vuelta a su país. «Yo vengo aquí a ganar 20, 30, 40 euros», cuenta. Paga 3 euros por una habitación en la misma plaza, adonde lleva a sus clientes. Sin embargo, no ha tenido suerte. «Llevo desde las 11 de la mañana, y nada», afirma, cuatro horas después, antes de marcharse. Desde que ha vuelto a pisar las calles, las pocas visitas han sido de antiguos conocidos. «Soy mayor», añade, como si eso explicara todo.

La Policía Municipal es consciente de su retorno. Al comienzo de la semana pasada, el Cuerpo local estableció un dispositivo con la Policía Nacional para evitar que la situación escapase a su control. Dado que la prostitución baila en un limbo legal, las denuncias solo se producen por incumplimiento del estado de alarma y por desobediencia a la autoridad. Y no solo en el centro de la capital: la actividad ha regresado con fuerza al polígono industrial de la Colonia Marconi , donde la Unidad Integral de Distrito de Villaverde ha reportado más movimientos desde el pasado fin de semana.

Epicentro del sexo

Las prostitutas se apostan a lo largo y ancho de esta zona plagada de talleres mecánicos y naves industriales. Los hombres brujulean en sus vehículos, recorriendo las desangeladas avenidas y rotondas una y otra vez, hasta dar con una de su agrado. Algunas se suben a los asientos traseros; otras se bajan de ellos. En el territorio donde hacen guardia las mujeres transexuales , varias descansan de sus tacones de infarto sobre sillas de plástico. «No tengo nada de que hablar, llevo tres meses buscándome la vida y seguimos igual. Estamos en el olvido », declara una de ellas, visiblemente molesta.

El pasado viernes, Lía se reincorporaba al «oficio» y esperaba erguida en otra calle del polígono Marconi. «Acabo de llegar hoy y nada, a ver si hay suerte», confiaba al atardecer esta ecuatoriana que ronda la treintena. En una jornada «afortunada», de esas que había antes del estado de alarma, podía obtener entre 200 y 300 euros ; un día malo, apenas 10 euros. «No tengo miedo al virus porque creo que ya lo he pasado», añadía, pues al principio del confinamiento sufrió varios síntomas compatibles con el Covid-19 . Eso sí, aunque no cubría otras partes de su cuerpo, ocultaba la mitad de su rostro tras una mascarilla FPP2.

Si bien es cierto que el patógeno la alejó de las calles, la prostitución no se ha detenido durante el confinamiento. «Si existe una demanda, las mafias no van a parar por una pandemia », asevera la directora de la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida (Apramp) , Rocío Mora. Hace 26 años que trabaja en la organización para acabar con la «esclavitud del siglo XXI» y, en marzo, la crisis sanitaria destrozó la labor de detección que venían haciendo.

Desplazadas y aisladas

«El estado de alarma hizo que todas las mafias se reactivaran y tomaran estrategias nuevas», explica Mora. Las mujeres fueron desplazadas a zonas de extrarradio ; desaparecieron de Montera y Marconi y reaparecieron en lugares como Las Rozas o Algete. Las primeras dos semanas del estado de alarma fueron «desesperantes», pues las trabajadoras de Apramp no conseguían dar con su paradero, ya que las mafias tomaban precauciones para evitar que multasen a los clientes que continuaban solicitando sus servicios.

«Estamos aterradas de lo que hemos visto», describe Mora. Cuenta que dieron con mujeres que «no tenían ni idea del Covid-19, aisladas para que no multaran al putero , privadas de alimentos», alojadas en habitaciones donde aumentaban su deuda con los proxenetas. Plenamente expuestas al nuevo coronavirus, «a los primeros síntomas, eran arrojadas a la calle», asegura Mora. «Las han invisibilizado mucho más de lo que estaban invisibilizadas», lamenta. La pandemia se ha cebado con los colectivos más vulnerables y, de nuevo, las víctimas de trata no han sido una excepción.

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