Navacerrada, puerto fantasma

El derribo del Club Alpino Guadarrama reabre el debate sobre cómo reactivar este enclave histórico de la sierra en el que aún existe una decena de edificios abandonados

Estado de abandono del antiguo Club Alpino Español, a la entrada del Puerto de Navacerrada Jaime García
Adrián Delgado

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No hace falta que la niebla cruce la carretera M-601 ni que la noche se eche encima de sus 1.858 metros de altitud. A pleno sol, con la nítida luz de una mañana de julio, el aspecto del Puerto de Navacerrada se asemeja más a un pueblo fantasma que a la villa de recreo y descanso que antaño elegía la burguesía madrileña para su asueto estival. No se oye el griterío infantil de los campamentos de verano. Tampoco el trasiego familiar de los empleados de banca que acudían, en esta época, a alguna de las residencias que las grandes entidades construyeron aquí. En sus albergues juveniles el único habitante que queda es el eco que devuelven las pocas paredes que permanecen en pie. Eso y las huellas del vandalismo que han convertido a los numerosos edificios abandonados de este enclave en un lugar que genera más lástima que nostalgia.

Albergue Álvaro Iglesias, abandonado J. García

Con el ruido de fondo de maquinaria pesada atacando el esqueleto del Club Alpino Guadarrama –las ruinas del Español, siguen en pie–, la vista sobre el monte resulta desoladora. En la destructiva escena hay, sin embargo, un ápice de esperanza. «Llevamos escuchando que la Comunidad de Madrid va a demoler los edificios abandonados para recuperar el paisaje desde hace una década», comentan un par de vecinos que aún habitan las pocas viviendas que se construyeron junto a la estación de esquí de Navacerrada . En los bloques residenciales, la mayoría de las persianas están bajadas. Algunas de ellas invitan a pensar en que los pisos están cerrados a cal y canto desde hace bastante tiempo. «Hay muchos abandonados. Sus propietarios no se hacen cargo, ni siquiera pagan los gastos de comunidad. Las fachadas están que se caen», explican señalando algunos carteles de «se vende», descoloridos por la acción del sol y el paso del tiempo. «¿Quién va a querer comprar estando el puerto como está?», se preguntan.

No es la canícula la responsable de que la vida no llene sus calles. «Antes había gente en verano y en invierno», explica a ABC José Luis González , director técnico de la estación de esquí. «El puerto está en un estado lamentable de abandono, con muchas construcciones en ruinas», señala. «Desde el asfalto al alumbrado de las calles, todo está obsoleto y sucio», recalca. Sobre el derribo del Club Alpino Guadarrama que ha emprendido el Ejecutivo regional asegura que es «un buen paso». Sin embargo, cree que se puede hacer «mucho más» desde las administraciones.

Vista del derribo del Club Alpino Guadarrama desde el edificio abandonado del albergue Álvaro Iglesias Jaime García

«Más allá de grandes ideas, tiene que haber un compromiso serio de las administraciones, con un plan estratégico», opina. «Tenemos muchas dificultades para emprender cualquier tipo de mejora. Los problemas burocráticos se multiplican siempre porque estamos en tierra de nadie. Para algunas cosas, el puerto pertenece a Madrid y para otras a Castilla y León . Nos sentimos bastante indefensos», describe González.

Masificación paradójica

La estación de esquí ha sido el principal atractivo de este espacio dentro del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama , a menos de 60 kilómetros de la capital. En los años 70, época en la que alcanzó su cénit, llegó a contar con 10 remontes y 13 pistas de esquí –con 12 kilómetros–, además de un circuito de fondo y un trampolín de saltos. «La mayoría de la gente ya no sube a esquiar. Llegan de forma masiva los fines de semana de invierno, para ver la nieve, colapsando los aparcamientos. A veces la cola de coches llega hasta Villalba », señala.

«Se da la paradoja de que cuando hay nieve esto está masificado y, sin embargo, no es suficiente para vivir bien», concluye. A ello, se suman los inviernos cálidos y la ausencia de precipitaciones que ha sufrido esta estación –y la cercana de Valdesquí– en los últimos años. Esta temporada no pudo abrir sus pistas hasta mediados de enero y, a duras penas, logró mantenerlas en uso hasta finales de marzo. «Si no es por los colegios y la “ Semana Blanca ”, no sé qué habríamos hecho», reconoce sobre la situación que atraviesan.

Regular los accesos

Aparcamiento del Puerto de Navacerrada J. Garcia

La hostelería también vive sus horas más bajas. Permanecen en funcionamiento las residencias militares y la que gestiona la Comunidad de Madrid en el icónico torreón recubierto de pizarra que domina el paisaje urbano del Puerto de Navacerrada. Junto a la vieja estación de tren, el caserón que ocupaba el mítico restaurante Las Brañas también muestra signos de ruina.

La mole de piedra del albergue Álvaro Iglesias , con sus contrafuertes al filo de la M-601, son otro de los grandes espacios de titularidad regional sin uso. Sus interiores, destrozados pero aún con parte de su mobiliario, son pasto del vandalismo . «Deberían derribarlo también. Ya que está en una bancada, se podría aprovechar el solar para construir otro aparcamiento», opina el director técnico de la estación de esquí. «No se trata de que suba más gente sino de regular de alguna manera el acceso al Puerto para evitar el tráfico que se registra aquí los fines de semana en los que hay nieve. «Hay que buscar una solución para que este sitio emblemático recupere su vida, como el espacio deportivo de primer nivel que fue. A pleno rendimiento sería capaz de generar muchos puestos de trabajo», opina, esperanzado en que al Puerto de Navacerrada le aguarde un futuro menos fantasmal.

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