Los manteros bajan más al Metro de Madrid

Los vendedores ambulantes se hacen fuertes en estaciones como O’Donnell, Avenida de América o Plaza Elíptica

En uno de los pasillos de Plaza Elíptica varias mujeres se interesan por zapatillas deportivas De San Bernardo

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Hace mucho tiempo que los vendedores ambulantes ilegales , los bautizados como manteros, bajaron a la red del Metro de Madrid . Y no precisamente como viajeros. En sus largos pasillos, junto a las escaleras mecánicas, vestíbulos, en cualquier recoveco e, incluso junto al andén, se instalan con su mercancía: mallas, calcetines, bolsos, gafas, zapatillas deportivas... «Desde hace un año se nota más su presencia, que ha ido a aumentado en los últimos meses», aseguran fuentes de la compañía a ABC. Sainz de Baranda, O’Donnell, Diego de León, Avenida de América, Embajadores, Legazpi, Plaza Elíptica... las estaciones con intercambiadores o con más afluencia de pasajeros son los lugares elegidos por estos particulares mercaderes.  El flujo de la potencial clientela es incesante en un medio de transporte como este, por el que pasan millones de usuarios cada día.

Al igual que en la vía pública, los encargados del top manta tratan de esquivar a los encargados de la seguridad: los vigilantes en este caso. «Por ello, a menudo se sitúan en esquinas o en las conexiones de unas líneas con otras, obstaculizando el paso y constituyendo un peligro para los usuarios», recalcan fuentes del suburbano.

Cuando los vigilantes los ven, les recuerdan que ahí no pueden estar y les piden que se marchen. Muchos manteros, que no solo son subsaharianos –la mayoría proceden de Senegal , pero también los hay rumanos y españoles–, hacen el amago de irse con sus bolsas o maletas repletas de la «merca», pero en cuanto pueden, vuelven a colocarse, explican varios usuarios de la línea 6 en Plaza Elíptica. «En contadas ocasiones se ha tenido que requerir la presencia de la Policía Municipal y nunca ha habido incidentes», indican desde la compañía.

La situación está a años luz de lo que sucede en Barcelona, donde los altercados entre estos vendedores y la Guardia Urbana , así como los destrozos que causan los primeros en las instalaciones, evidencian la gravedad del asunto. A veces la espita salta por no pagar el billete. En la estación de plaza de Cataluña se han llegado a instalar centenares. Nada que ver con lo que sucede en Madrid. «Yo llevo trabajando 15 años en el Metro y siempre los he visto. A veces hay más y otras menos. Están en grupitos no muy numerosos y dispersos; como mucho, se instalan media docena en un lugar, dos o tres en otro y así se ganan la vida...», asegura una empleada de Avenida de América que prefiere omitir su nombre.

Los manteros aprovechan los puntos en los que no hay cámaras de videovigilancia para colocar sus tenderetes. Eso sucede en esa estación, en un pasillo que enlaza con la línea 9 tras bajar varios tramos de escaleras mecánicas. Hay tres puestos y varias mujeres se arremolinan junto al de zapatillas deportivas de marcas falsificadas. Una de ellas coge una, las mira y las remira. El vendedor, Moussa, le dice que cuestan 25 euros y que se las pruebe si quiere. Pero no tiene su número. «En tres minutos las tienes aquí», responde él. «Es que tengo prisa, se me hace tarde», replica ella. «En uno, en uno», repite con ojos suplicantes el joven, mientras mira a derecha e izquierda, en alerta. Enseguida aparece un compatriota con la talla deseada y la chica se va con su compra.

Leonel, un vendedor de cupones de la ONCE , explica cerca de ahí que la presencia de esos chicos es diaria, al menos por las mañanas, que es cuando él está. «Vender, venden. eso sí, no sé si el dinero será todo para ellos».

A Sol bajan para huir

Otro trabajador de una cafetería, en la estación de Legazpi , agrega:«Algunas salidas o direcciones parece que las tienen alquiladas. En esta se ponen mañana y tarde media docena de chicos, hasta que pasan los vigilantes. No molestan ni causan el más mínimo problema. Si les desalojan, se van y santas pascuas». En Sol, sin embargo, no hay ni uno. «Bajan corriendo las escaleras para huir de los municipales y se llevan por delante a quien sea», explican dos agentes de la Brigada Móvil de la Policía Nacional. Se ocupan, sobre todo, de los carteristas. «Campan a sus anchas porque hay menos seguratas», recalcan dos empleados de Metro.

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