El cadáver del «Niño Sáez», ayer por la mañana, tendido sobre la calzada
El cadáver del «Niño Sáez», ayer por la mañana, tendido sobre la calzada - FOTOS MAYA BALANYÁ

Crimen en LatinaLa traición de un amigo que pudo acabar con la vida del intocable «Niño Sáez»

Los «vuelcos» de droga y las tensiones en el reparto de un «palo», principales líneas de investigación. No se descarta que uno de los suyos le «vendiera»

MADRID Actualizado: Guardar
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En un coche empezó su carrera delictiva y en un coche, tiroteado, ha acabado su vida. Francisco Javier Martín Sáez, el mayor butronero en activo en España, pasó la mitad de sus 36 años viviendo al borde de la navaja, hasta que la muerte le ha llegado como se esperaba, de forma violenta. Y en su propio barrio de la Puerta del Ángel (Latina), donde reside su madre y por la que se dejaba caer muy a menudo. Como ayer.

Sobre las 11.20, «El Niño Sáez» llegaba después de una noche de juerga. Aparcó su biplaza gris metalizado, de la marca Smart, en el lado izquierdo de la calle de Laín Calvo. Entonces, una o dos personas dispararon cinco veces contra él

. Tenía su ventanilla bajada y no había restos de cristales en el suelo. Tres impactos le alcanzaron: dos en el hemitórax izquierdo y un tercero en el cuello. El arma homicida fue una pistola automática, habida cuenta de que luego la Policía Nacional recogió las vainas, que no quedan alojadas en el cargador. Ningún vecino señaló haber oído algo, por lo que no se descarta el uso de un silenciador para amortiguar el sonido de los disparos,

Pese a la virulencia del ataque, Sáez, logró salir del coche y caminar unos 70 metros, en busca de ayuda. Tambaleándose y sin apenas perder sangre (las hemorragias que presentaba eran internas), llegó hasta la calle perpendicular, la de Juan Tornero, y se desplomó en la calzada, a la altura del número 24.

«Mi hermano y su novia le han visto caer y rápidamente han llamado a emergencias», relataba un joven, minutos después de producirse el embate. Hasta allí acudió el Samur-Protección Civil, que intentó durante media hora revertir la parada cardiorrespiratoria en que había entrado. Pero las lesiones eran mortales de necesidad. Era el fin del «Niño Sáez».

Detrás del cordón policial, que cortó varias calles adyacentes, el goteo de personas fue constante. En su gran mayoría, familiares y amigos que no llegaban a comprender por qué la sangre había llegado al río dentro de su propio territorio. «Han venido todos sus colegas del gimnasio», explicaba un hombre, en relación a un grupo de personas que, entre el dolor y la rabia, mantenía una fuerte actitud intimidatoria. Con su presencia, la omertá en el barrio estuvo más que cantada. Nadie vio y escuchó nada. «Me he enterado al asomarme por la ventana y ver a la Policía», explicaba una mujer desde su propia vivienda, justo en frente donde le descerrajaron los balazos.

El coche del «Niño Sáez» donde recibió los disparos
El coche del «Niño Sáez» donde recibió los disparos

Pocos eran, ayer, los vecinos que no conocían al «Niño Sáez». En los corrillos, las andanzas del delincuente corrían como la pólvora. «Le he visto crecer desde que era un crío», comentaba un parroquiano, casi entre susurros. La tensión masticada dejó paso a los llantos cuando, tras el levantamiento del cadáver, los familiares más cercanos le brindaron el último adiós. Tras ello, la Policía abandonó la zona, no sin antes dejar una advertencia a medios y curiosos: «Ésto va a ser un hervidero. Es mejor que os vayáis».

Posible traición

Los investigadores del Grupo VI de Homicidios de la Brigada de Policía Judicial de Madrid tienen claro que detrás del suceso está el narcotráfico. Ayer, la Brigada Científica recogía vestigios del escenario del crimen. Se va a buscar las imágenes de las cámaras de vídeovigilancia, en busca del vehículo de huida del pistolero y su posible secuaz, que bien pudo ser una moto.

Aunque este individuo se hizo conocido por la voracidad con que cometía alunizajes en comercios de todo tipo, de un tiempo a esta parte, él y su ejército de hampones se habían pasado al lado más peligroso: los «vuelcos» o robos de importantes partidas de droga a otros traficantes.

Hace no mucho, Sáez estuvo involucrado en un «palo» en Levante, pero a la hora de repartir del botín hubo tensiones. Esa es una de las líneas que investigación que se están tocando. También, cómo no, todos los «vuelcos» y deudas de droga pendientes, que las tenía. En los últimos años, su ego había aumentado y se creía intocable entre los suyos. Sin embargo, la Policía sospecha que está muerte «tan fácil» no hubiese sido posible sin contar con información privilegiada. Es decir, que a Sáez «lo ha vendido» alguien de su entorno. Alguien capaz de poner a un sicario a esperarle en su barrio un domingo por la mañana y matarle casi a cañón tocante.

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