Cerrojazo en Gran Vía: «Carmena va a hundir a los comerciantes»

La medida de Ahora Madrid no gusta nada entre quienes trabajan en la zona y bastante poco a los visitantes

Un policía municipal coloca una valla durante el corte de tráfico MAYA BALANYÁ
Ignacio S. Calleja

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Pese al frío, el ambiente estaba más que caldeado entre muchos comerciantes y paseantes ayer por la tarde-noche en la Gran Vía. La medida, ya definitiva, del Gobierno municipal de cerrar al tráfico la avenida dejaba más sombras que luces . Julio Amuedo, encargado del bar La Bóveda de Cibeles, estaba para pocas bromas: «Yo voy en moto y anoche [por el jueves], con el cierre, tardé media hora en llegar de Cibeles a la plaza de España. Cerrar la Gran Vía es una locura. Carmena no sabe lo que hace. Va a hundir a los comerciantes porque, sabiendo que no pueden aparcar ni llegar al centro, se irán a centros comerciales de la periferia».

Efectivamente, ese efecto disuasorio del tráfico también traerá, o eso se teme, un alejamiento de las compras. Como medidor tenemos la cifra aportada por la patronal Cocem sobre la misma experiencia, el año pasado: hasta un 25% menos de ventas en el comercio especializado. Eso, sin contar las grandes superficies del centro.

María del Carmen, empleada del mismo restaurante, se quejaba de que les hayan «movido las paradas de los búhos [autobuses nocturnos]». «Encima, con el atasco que había anoche a las doce, el mío tardó en llegar media hora más que lo habitual », se quejaba la hostelera.

Otro criterio que tener en cuenta es el de quienes llevan décadas en la zona, a pie de calle. Es el caso de José María Narbona, el quiosquero de Gran Vía, 30: «Al compañero de la Red de San Luis le echan por la reforma de la calle y aún no sabe adónde va, y ese quiosco lleva allí casi cien años . Mi opinión es que esto es una chapuza. Una arteria de la más importantes de España, con estas vallas... Son una basura. Esto no está a la altura de Madrid. Si [la alcaldesa] no quiere coches, que no monte estos líos. Los alrededores están colapsados. Un extranjero ha venido antes y me ha dicho que si estábamos en obras, tal y como la han dejado».

«Estamos encantados»

Muy distinto era el punto de vista de un grupo de vecinos de Chamberí: «Se tendría que extender a todo el centro», afirmaba, así de rotunda, una de ellos, Marina Requero. Les encanta que la Gran Vía dedique más espacio a las personas. Su amiga Ángeles Montoya sugiere: « Cuantas más zonas peatonales haya, mejor . Estamos encantados con nuestra alcaldesa». Emilio Fernández va mucho más allá y apuesta por que «entre Moncloa y Ventas, todo debería ser peatonal». «Somos tres millones de madrileños», era el argumento que esgrimía.

Inma es otra habitual que se conoce la Gran Vía como la palma de la mano. Es la lotera de La Chata y no notó el año pasado, primera vez que se puso esta medida en marcha, «que hubiera más gente ni más ventas». «Este viernes está el día menos animado que cualquier otro. Yo creo que es por el frío que hace», explicaba cuando el termómetro marcaba 4 grados.

Cerca de allí, en Cortylandia, un matrimonio con dos niños se quejaba: «Cuando hagan la obra, seguro que queda genial, pero es una faena para nosotros, porque venimos de fuera. Seguramente, visto lo visto, nos pensaremos si volvemos al centro».

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