Las «mil caras» de una acampada de sintechos dividida por sus conflictos

Establecidos en Cibeles y Neptuno, los manifestantes resisten separados después de tres meses y medio viviendo en el Paseo del Prado

Dos personas se abrazan en el campamento de los sintecho de Neptuno FOTOS: MAYA BALANYÀ
Aitor Santos Moya

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Vivir a la intemperie en el Paseo del Prado no es solo una cuestión de supervivencia. Basta una vuelta por la acampada de los sintecho , asentados desde hace tres meses y medio en este enclave de la capital, para comprobar las distintas situaciones de las personas que todavía resisten. La mayoría dice no tener casa. Tampoco trabajo. «No estamos aquí por gusto», coinciden casi todos. Es la cara amarga de un movimiento que reivindica el derecho a una vivienda digna. Dividido en dos frentes , el campamento no pasa por su mejor momento. Los conflictos, generados en un contexto de compleja solución, han hecho mella.

«Las noches de los fines de semana es cuando hay más problemas. Aparece gente borracha o que consume drogas y no es difícil que se líe», señala Manuel, un joven de 29 años que asegura padecer esquizofrenia: «Venid conmigo y os enseño las tiendas». Su amabilidad -y sinceridad- es la puerta de entrada a un espacio donde conviven todo tipo de realidades. Desde el área de Familias, Igualdad y Bienestar Social del Ayuntamiento informan de que solo doce de las alrededor de ochenta personas contabilizadas responden a las condiciones de vulnerabilidad propias de los sintecho. Un conteo que no comparten en la acampada.

Manuel forma parte de uno de los tres grupos que permanecen asentados en el bulevar del Paseo del Prado, a los pies del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad. Para evitar controversias con el dinero recaudado , cada cuadrilla tiene su zona para ejercer la mendicidad. En la cara norte, al paso por la plaza de Cánovas del Castillo, Manuel y su vecino de tienda «Chiquitín» tratan de ganar unas monedas con las que comprar comida y otros objetos básicos. «Si se da bien la cosa podemos sacar 20 o 25 euros», afirman, conscientes de las desavenencias surgidas.

Manuel, delante de su tienda de campaña en la acampada de Neptuno

La desorganización, en este punto, es evidente. «Cada uno va por su lado», señala Jason, un venezolano de 18 años que llegó a España solicitando asilo político. Cómo él, son varios los acampados que llegaron aquí en busca de una seguridad que no siempre ofrece la calle : «Prefiero vivir rodeado de más gente, que solo en un parque». Su cuidado aspecto contrasta con el de otros moradores.

Dos tiendas más abajo, Pepe y Noa charlan tranquilamente sentados junto a su «casa». Él perdió el trabajo. Ella recibe una pequeña ayuda. «No nos da para marcharnos» , exponen sin perder la sonrisa. Ambos confían en Miqui, convertido en el principal portavoz de los alojados.

Llegado desde Barcelona, donde participó activamente en una acampada similar el año pasado, este individuo de 33 años despierta simpatías y antipatías casi a partes iguales entre sus compañeros de fatigas. Mientras unos consideran que ha metido la mano en la «caja», sobre todo, el día de la manifestación del Orgullo Gay, donde llegaron a recaudar cerca de 2000 euros ; otros tienen claro que su labor es imprescindible para lograr algunas de sus aspiraciones. Miqui, por su parte, se defiende: «El día del Orgullo ya estaba arriba». O lo que es lo mismo, muy cerca de la plaza de Cibeles, donde él y otras 35 personas han montado su propio campamento. «Para tener más visivilidad frente al Ayuntamiento», argumentan.

En esta base, el orden es mucho más evidente. Cuentan con una improvisada cocina, bien acondicionada, y un puesto en el que informan a los transeúntes de los motivos de su «estancia». Andrés, uno de sus moradores, llegó a Cibeles huyendo de los conflictos acaecidos en el asentamiento original : «Aunque eso no es lo importante. Lo esencial es que las autoridades nos den una solución».

María «la cordobesa», Miqui y Andrés, en la acampada de Cibeles

El propio Miqui asegura que el jueves mantendrán una reunión con el Ayuntamiento para intentar alcanzar un entendimiento. Un encuentro que, sin embargo, desde la propia administración niegan que vaya a producirse : «Ya nos hemos entrevistado esta semana con las personas que no tienen hogar para facilitarles una solución personalizada a cada uno de ellos». Inciden, además, en que la duración de las dos acampadas depende exclusivamente de la Delegación de Gobierno.

Mientras, las más de cien personas establecidas a un extremo y otro del Paseo del Prado esperan el desbloqueo de la actual coyuntura, enquistada y sin visos de mejora. «Esto es una lucha a nivel estatal» , aclara Miqui, con la esperanza de trasladar próximamente la iniciativa a otras ciudades de España.

Respecto a las peleas y enfrentamientos que mantienen dividida la protesta, los establecidos en la zona de Cibeles no creen que el clima se haya descontrolado hasta el punto de no poder arreglarse: «Los problemas que hay aquí son los mismos que en cualquier comunidad de vecinos , con el único agravante de que en la calle los riesgos son mayores», asevera María «la cordobesa», con gran elocuencia.

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