Junto al Museo de América se levantan cada noche decenas de tiendas de campaña ISABEL PERMUY
Los guetos se consolidan

Los asentamientos ilegales en la capital crecen y suman una docena

Sus integrantes son, en general, gitanos rumanos, aunque también hay de otros países del Este y españoles. Los últimos focos: en Moncloa y Hortaleza

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El mapa del chabolismo en el centro de la capital no para de crecer. Cada vez son más los núcleos que están invadiendo lugares muy transitados. No nos son los «sin techo» que pululan por toda el área metropolitana y duermen donde pueden: en soportales, debajo de puentes e infraestructuras, en los umbrales de comercios o viviendas protegidos por cartones y mantas... Se trata de asentamientos consolidados, construidos de manera precaria con tablones, plásticos, lonas o incluso tiendas de campaña que se montan y desmontan para la ocasión.

En la capital hay, al menos, una docena de poblados repartidos en otros tantos distritos: Moncloa, Retiro, Arganzuela, Fuencarral, Ciudad Lineal, Moratalaz, Latina, Tetuán, Usera, Villa de Vallecas, Vicálvaro y Hortaleza, al lado de la A-2, según datos del grupo municipal Ciudadanos.

No disponen de cifras globales en cuando al número de construcciones y personas. Nadie se aventura a dar números. El más grande y antiguo es el de la Cañada Real Galiana, donde habitan 7.725 ciudadanos en 2.270 construcciones, según el censo que se realizó para legalizar el mayor asentamiento ilegal de Europa.

Excluyendo este núcleo, en el que residen españoles en su mayoría, el resto de estos precarios inquilinos son gitanos de etnia rumana que se dedican a la mendicidad y la chatarra. Es el caso del último foco que ha surgido, en el distrito de Moncloa, a un lado del Museo de América (actualmente en obras) y junto al Faro de Moncloa. Los ocupantes de este campamento llevan años pululando por el Hospital Clínico y el de la Concepción, donde se dedican a mendigar. «Son los que antes se instalaron en un solar abandonado en calle de Isaac Peral y lo llenaron de chamizos y basura, hasta que la Universidad Complutense, dueña del terreno, logró expulsarlos». De eso hace ya dos años, comenta un residente.

Estos supervivientes no han variado sus costumbres. De día permanecen junto a los centros sanitarios, donde piden limosna. Utilizan la enorme fuente levantada en mitad de la plaza de Cristo Rey en memoria del médico Carlos Jiménez Díaz para guardar sus bártulos y cocinar dentro de ella. «Cuando terminan, dejan los envases y las botellas esparcidas por ahí; da asco», indica un comerciante. De hecho, de la fuente, obra de Juan de Ávalos, ya no mana agua y la pradera que la rodea, que ellos llevan años utilizando, está pelada y descuidada.

A primera hora de la tarde se marchan junto al Faro de Moncloa. «Son unos cuarenta. Yo pasé por ahí hace quince días y vi más de 25 tiendas de campaña, tipo iglú», explica una funcionaria. Guardan sus enseres en grandes bolsas y las introducen en las alcantarillas; así no van cargados. Cuando empieza a caer el sol, montan su improvisado campamento y hacen sus necesidades al otro lado del paseo, donde dejan su rastro en forma de heces y servilletas sucias. Así llevan ya dos meses. Se levantan al alba y, cuando pasan los jardineros o los estudiantes, no hay ni rastro de ellos. No se ven menores.

Ratas, basura e incendios

Donde los vecinos están hasta la coronilla es en Arganzuela. La treintena de chamizos que han instalado en terrenos de Adif y del Ayuntamiento, a espaldas del Museo del Ferrocarril y entre las vías del tren, muy cerca de la estación de Delicias, es la causa. «Llevan unos cinco años y en los dos últimos va a más. Hay ratas, basura e incendios que ellos mismo provocan», explica Jaime.

Carmena aboga por ceder suelo público a los chabolistas de Delicias y del Gallinero para que se construyan sus casas

Aunque es cierto que el número de infraviviendas de la ciudad han disminuido en los últimos años, también lo es que son más visibles, al pasar de la periferia a las zonas más céntricas. Con todo, la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, se plantea como solución ceder suelo público a los chabolistas de determinados núcleos para construir sus casas supervisados por profesionales. Así lo anunció en una entrevista digital en la web municipal el pasado 25 de noviembre pasado. Y como ejemplo puso Delicias y El Gallinero, un inframundo insalubre, donde residen, en función de la época, unas 300 personas, la mitad de ellas niños. Esta iniciativa, similar a la presentada hace cuatro años por colectivos sociales y que descartó el gobierno local del PP, incluye el aprendizaje de un oficio y la integración social.

«El Ayuntamiento está interviniendo; el problema no es fácil porque se trata de colectivos que no están acostumbrados a este tipo de habitabilidad», precisó la alcaldesa entonces. Este año, el Consistorio ha presupuestado medio millón de euros para desmontaje de estos núcleos, una cantidad «ajustada, pero suficiente», reconocen desde el área de Desarrollo Urbano.

«Con esa cifra no tienen ni para empezar; además, hay que dar una respuesta integral en el área de servicios sociales, salud, seguridad, y rehabilitar y regenerar las zonas urbanas», precisó Bosco Labrado, concejal de Ciudadanos, en la ultima comisión de Urbanismo.

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