El director del Museo Militar de La Coruña, Francisco Gómez Cobas;el presidente de la editorial Edifil, Ángel Laiz Castro;el investigador Andrés García Pascual y Enrique Fernández-Xesta, hijo del autor
El director del Museo Militar de La Coruña, Francisco Gómez Cobas;el presidente de la editorial Edifil, Ángel Laiz Castro;el investigador Andrés García Pascual y Enrique Fernández-Xesta, hijo del autor - M. MUÑIZ
«EJÉRCITOS Y CAMPAÑAS. TESTIMONIOS POSTALES DE LA HISTORIA DE ESPAÑA»

El último servicio de Armando Fernández-Xesta

La Coruña homenajea a uno de sus grandes periodistas y destacado divulgador de la historia bélica española durante la presentación de un doble volumen póstumo

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La Coruña volvió a hablar ayer en presente de Armando Fernández-Xesta. Familiares y amigos del periodista fallecido el pasado 26 de febrero se reunieron para homenajear a este sobresaliente divulgador de la historia militar española, que dedicó sus últimas fuerzas —mientras guerreaba con la enfermedad que padecía— a terminar el doble volumen «Ejércitos y campañas. Testimonios postales de la Historia de España». «Gracias a estos libros mi padre vivió más meses», sostuvo su hijo Enrique.

Su viuda, Carmen Goicoa, recibió el afecto de cerca de dos centenares de personas, algunos llegados de lugares distantes como Sevilla, en el Museo Histórico Militar, recinto donde aún se exponen piezas surgidas del entusiasmo de Fernández-Xesta por las miniaturas, los mapas, los sellos, las cartas, los uniformes, las banderas y cuantos documentos pudieran reflejar el transcurso de los conflictos bélicos.

Implicado hasta el final«Costó, pero mereció la pena», escribió Fernández-Xesta al entregar el libro dos meses antes de su muerte

«No deseo estar aquí en este momento», declaró Andrés García Pascual, profundo conocedor de la historia postal y amigo de Armando desde los 80, quien le animó, «entre cañas y pinchos de tortilla», a embarcarse en este título: «Aunque él sabía de guerras como nadie, la guerra con esta publicación se la di yo». Le hubiera gustado que fuera el propio Fernández-Xesta quien comentara los contenidos de su obra, que finalizó en diciembre, dos meses antes de su muerte. «Era el alma mater de las exposiciones que organizábamos. Sin él no habrían sido posibles», señaló.

El Armando coleccionista homenajeado cedió terreno durante algunos momentos al Armando empresario y periodista de éxito: «Los libros de historia postal suelen ser muy técnicos, más para la consulta. Pero los de Armando se leen como una novela gracias a que era un grande del periodismo», subrayó García Pascual, quien efectuó un exhaustivo recorrido histórico por sus 500 páginas desde la Antigüedad hasta la II República.

Piezas de museo

A lo largo de sus quince capítulos hay «piezas extraordinarias» que hablan de la creación de las casas de postas o del correo a los Tercios de Flandes y el norte de Italia. Tienen el valor de haber sobrevivido a uno de los territorios más hostiles para el papel: el frente. «O se queman en el fuego, o sufren humedades o saqueos». El libro recoge cartas firmadas por personajes como Napoleón o epistolarios que García Pascual aún se pregunta cómo logró Fernández-Xesta, por ejemplo el de la Batalla de Trafalgar «en el que se explica por gentes de Cádiz que parecían auténticos cronistas de guerra». Habla de la perfección francesa para organizar su correo militar y de la desorganización inglesa, o de la primera carta bomba de la Historia, enviada en Galicia.

«Era capaz de representar con servilletas una batalla ocurrida antes de Cristo. Era asombroso su amor y su conocimiento por el Ejército», rememoró al aludir a su «magnífica biblioteca, sus más de 100.000 soldaditos de plomo o la hemeroteca de la II Guerra Mundial, la niña de sus ojos después de Irene», apuntó García Pascual en presencia de la hija de Armando, la única entre los tres varones (Armando, Enrique y Javier) que escoltaron a su madre.

Ángel Laiz Castro, presidente de la editorial Edifil, redondeó el homenaje a Armando y su último servicio «de gran importancia. No sabría si tendría fuerzas para afrontarlo y lo quería terminar antes de acabar 2015». Al entregarlo, Fernández-Xesta escribió al editor: «Costó, pero mereció la pena».

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