Alberto Varela - Crónicas Atlánticas

Trotsky

Los que antes eran camaradas se convirtieron en enemigos y el líder le declaró la guerra. No quiere rendirse, pero lo tiene todo en contra

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Había estado antes en política, pero lo había dejado porque en los viejos partidos no había sitio para los jóvenes idealistas como él. Esta vez, sin embargo, parecía distinto. Le gustó el proyecto del líder y sin pensárselo dos veces se afilió. No sólo eso sino que además creyó que tenía mucho que aportar, se presentó a unas primarias y las ganó. Después vinieron meses de satisfacción, de ir organizando los círculos y de disfrutar con los debates en la tele en los que los suyos presumían de estar inmaculados. Creyó que los tiempos estaban cambiando.

Es cierto que incluso en medio de ese camino estrellado se presentaron ya algunos nubarrones. Rumores de que los de arriba no eran tan buenos ciudadanos como presumían.

La conducta fiscal de alguno era un poquito fea, el otro había llevado a la universidad conductas propias de los amigotes de la política más rancia. Pintaba mal, pero él siguió creyendo que iba en la dirección correcta. Eran chismes de la casta, que estaba nerviosa porque se iba a quedar sin despachos.

Cuando se acercaban las elecciones vio cómo se le arrimaban personajes poco deseables, de esos que siempre están donde pueden sacar tajada, pero sus intenciones parecían ser buenas y acordaron emprender un camino juntos. ¡ Qué error tan grave dejarlos pasar! Lo primero que hicieron fue colocar en las ventanas sus banderas bien visibles, la del comunismo sindical y la de la autodeterminación. ¿Pero no éramos algo nuevo?

El resultado electoral no fue malo, pero al chico le dejó un sabor amargo. El nacionalismo no iba con él y se le ocurrió decir que en el futuro, antes de decidir una alianza mejor sería preguntar a la militancia. Maldito el día, los que antes eran camaradas se convirtieron en enemigos y el líder supremo le declaró la guerra. Él no quiere rendirse, pero lo tiene todo en contra. Quién le iba a decir que una triste gestora iba a terminar con el sueño del gobierno de las clases populares. Salvando las distancias, a algunos su historia les recuerda a la de Trotsky.

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