Tiempo de almanaques

Los días fronterizos entre un año que se va y el que le sigue son siempre propicios para tratar el tema de los calendarios, almanaques y repertorios, que es de los preferidos por el cronista, quizá por su condición de hijo de la provincia donde se certifica el nacimiento de los únicos de estos «impresos menores» —que dicen los bibliófilos— que sobreviven en Galicia: «O mintireiro verdadeiro», con cuna en Palas de Rei, y «O Gaiteiro de Lugo» (alias popular pero no gracia bautismal), capitalino. Hasta hace poco se mantenía con vida el piscator de Zeltia, oficialmente intitulado «Almanaque agrícola ZZ», con carta de naturaleza en Porriño y al que daban lustre los dibujos de Manuel Torres, el pintor de Lalín.

De «O mintireiro verdadeiro», que pusieron en pie e hicieron andar durante muchos años el cura Regadío, el boticario Seijas y el abogado Losada, tenemos noticia de año en año por San Froilán. Se vocea y se vende en la calle. A «O Gaiteiro de Lugo», lo rescató hace unos años la Diputación luguesa mediante gestión realizada por Cacharro Pardo con los herederos del impresor Gerardo Castro Montoya, el último propietario de los derechos. Así volvió a su ciudad, tras años de interrupción y otros cuantos de impresión ourensana, en los talleres de «La Región» y de la mano de Federico Gasalla.

En los miles de páginas de la colección de O Gaiteiro hay firmas ilustres y hasta ilustrísimas, si bien a veces al pie de colaboraciones escasamente lustrosas: desde Laverde Ruiz, el maestro de Menéndez Pelayo, a Filgueira Valverde (ya que vamos de polígrafos) y del madrugador federalista Aureliano J. Pereira, al Noriega Varela de los peores ramalazos franquistas (loas a Queipo de Llano, injurias a Azaña… una musa, en fin, algo babosilla). De todo hay. En todo caso, nos tememos que la vida de lo poco que queda del piscatorismo gallego da sus últimas boqueadas