Galicia

«Recoger a tanta gente fallecida te cambia»

Miguel Ángel Iglesias, capitán enfermero de Lugo, codirige una investigación sobre el rescate a migrantes apoyada en sus años de experiencia en buques de la Guardia Civil

Miguel Ángel Iglesias, en el centro, embargado para Frontex durante la crisis del ébola CEDIDA

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El 18 de octubre de 2015, Miguel Ángel Iglesias, capitán enfermero de la Guardia Civil al mando de la asistencia sanitaria en el buque oceánico Río Segura, recuperó en aguas del Mediterráneo ocho cadáveres de personas migrantes para las que el rescate no había llegado a tiempo. Ese turno de navegación, en el que su embarcación sí pudo asistir a 1.140 hombres, mujeres y niños, le cambió la vida. También, recuerda, porque en él se enfrentó a un reto gigante: velar por la supervivencia de una madre, huida de Boko Haram en Nigeria, que había parido en alta mar con el apoyo puntual de la matrona de otro buque de socorro y de su bebé recién nacido. Tres largos días, cuenta, en los que la llegada masiva de inmigrantes a las costas italianas demoraba la asignación de puerto. «Estaba muy preocupado; pensaba ‘que no se me muera por Dios, que no se me muera’ . Y o no domino la pediatría y menos en esas condiciones tan extremas...», relata Iglesias, jefe de servicio de Asistencia Sanitaria en la Comandancia de Lugo.

Era, expone, la «época caliente» en el Mediterráneo italiano. Supervisaban aguas de Italia, Túnez, Libia, Egipto y Grecia. Habían pasado dos años de la tragedia de Lampedussa que dejó más de 360 muertos y activó una respuesta coordinada europea bajo el paraguas de la Operación Tritón. «A mí me cambió radicalmente la vida aquella navegación de 2015 cuando recogimos a tanta gente fallecida. Ves el mundo de otra manera», dice este capitán enfermero, que cada año participa como voluntario en entre una y tres misiones de la Guardia Civil con la agencia europea Frontex, colaborando en el control de fronteras, la persecución del tráfico de personas y la protección de la vida en el mar.

Él es una de las dos patas clave en el equipo que, con Laura Mallada, especialista en enfermería del trabajo del Servicio de Prevención de Riesgos Laborales de la Universidad de Oviedo, y con la participación del también gallego David Peña Otero, se propuso aunar enfermería civil y militar en una investigación pionera que aportase base documental y científica a un campo poco explorado desde el ámbito académico: la enfermería en las misiones de rescate marítimo. «Es que en una situación de emergencia la recogida de datos de campo es casi inviable —explica—. Pero mis compañeros son ejemplares. A bordo estamos yo, como oficial coordinador, y otros 22 guardias y cuando hacemos un rescate los 23 trabajamos al unísono. Uno toma datos, otro mide la temperatura, otro me hace el triaje en la embarcación auxiliar...», subraya. Ahora, su trabajo «Asistencia de enfermería en buques oceánicos durante el rescate a migrantes», testigo de casi cuatro mil asistencias realizadas en el marco de la Operación Tritón en 2015 y 2016, opta como finalista a los Premios Enfermería en Desarrollo que se fallarán el próximo día 29 en Madrid.

Un escenario de catástrofe

Las condiciones en las que se presta la asistencia sanitaria en una misión de este tipo, explica, se asimilan a las de un escenario de catástrofe. Es una embarcación auxiliar la que se aproxima a los náufragos evacuando primero hacia el buque a enfermos, niños y mujeres. A bordo del barco el capitán enfermero coordina las actuaciones y realiza un triaje priorizando la atención de aquellas personas con necesidad de atención más urgente. En los distintos turnos de navegación que a lo largo de los años acumula ya Miguel Ángel Iglesias se han presentado cuadros graves —«tuve casos de infarto, uno de anuria que tuve que sondar porque si no hubiese muerto, recuerdo también un ataque muy grave de epilepsia que saqué adelante...», repasa— pero la primera necesidad, sostiene, es el aporte de alimento y calor.

«La enfermería ya aprendió con Florence Nightingale en la Guerra de Crimea que la atención fundamental en estos casos de catástrofe son los cuidados básicos», subraya el capitán enfermero, enumerando el malestar general, cinetosis, mareos y vómitos como los problemas de salud más recurrentes en las personas rescatadas, así como enfermedades infecto-contagiosas, fundamentalmente sarna. Mención especial, dice, merecen las quemaduras. «La reacción que produce el combustible de la embarcación con la sal del mar es terrible; las mujeres que viajan en falda siempre llegan con la extremidad inferior totalmente quemada, lesiones muy graves en las que si no hacemos una limpieza rápida y una protección adecuada pueden morir por una sepsis», indica.

Lo humanitario se impone

En el mar, recuerda, cumplen también una misión policial clave, recogiendo información de los rescatados para apoyar su identificación, proporcionando consejo sobre derechos y recabando datos iniciales sobre quiénes entre los rescatados puede pertenecer o colaborar con la mafia responsable del viaje. «Pero al final somos buques de rescate, porque la ley marina también obliga a ello y porque no podía ser de otra forma: primero haces el rescate y luego el análisis criminológico y la investigación policial que corresponda. Lo humanitario, en mi experiencia, se impone siempre», afirma.

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