Cultura

«La policromía se estaba perdiendo; en unos años nos íbamos a quedar sin nada»

Ana Laborde, coordinadora de la restauración del Pórtico, relata los diez años dedicados a devolver el color a la obra del Maestro Mateo

Ana Laborde, coordinadora de la restauración del Pórtico MIGUEL MUÑIZ

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La primera vez que Ana Laborde se enfrentó a la restauración del Pórtico de la Gloria le invadió una sensación de vacío. Después llegaron otras: todas iguales en ese mismo sabor a responsabilidad, pero poco a poco más livianas, más digeribles, a medida que la joya románica de la Catedral de Santiago se iba despojando del traje de suciedad e imponía su color , con sus pigmentos de oro puro o su azul lapislázuli. «Es todo un reto y, ¡buf!, se te pone un nudo en el estómago tremendo» , confiesa quien fue, después de Concha Cirujano, la coordinadora de un trabajo «muy, muy difícil» que se ha extendido por diez años; tiempo más que suficiente para que la ópera prima del Maestro Mateo le indujera a más de una reflexión: «El nivel de excelencia de la obra te hace pensar que tú tienes que estar al mismo nivel para enfrentarte a ella» . Lo que un día Otero Pedrayo comparó con la Summa Teológica o la Divina Comedia de Dante era en 2009 un monumento mustio al que había que devolverle su ser, aunque hubiera que transferir el tiempo: para regresar al Pórtico al esplendor de su pasado, decenas de personas gastaron 50.000 horas de su futuro.

«La situación era muy crítica», se sincera Laborde (San Sebastián, 1958), restauradora del Instituto del Patrimonio Cultural de España. Principalmente, «por el abandono de la Catedral», el trasiego de turistas y peregrinos, o «las filtraciones de humedad en las cubiertas». Cuando llovía, dice, «entraba agua través de las puertas», y todo hacía que el arco catedralicio se convirtiera en un «espacio lúgubre, gris», pues «se adivinaban algunos restos de policromía, pero parecía que era todo como un granito muy sucio».

Urgía, en fin, abortar la fuga de colores que venía siendo palpable en el monumento. «Lo ideal hubiese sido dejar el Pórtico para el final (de las reformas en el Templo), pero la policromía se estaba perdiendo. Había que estabilizarla porque en unos años nos íbamos a quedar sin nada», alerta Laborde. El proyecto, financiado con 6,2 millones por la Fundación Barrié de la Maza y gestionado por la Fundación Catedral, se sabía que iba a ser «lento», pero también se descubrió como una «oportunidad única para estudiar y aclarar algunos interrogantes sobre los materiales que se empleaban o los sistemas de restauración».

Escultura a escultura

La metodología empleada en esta ocasión, sostiene la experta, fue «muy innovadora»: «Yo creo que va a marcar una forma de trabajo diferente en el futuro». Constantemente el equipo de Laborde fue escudriñando «escultura a escultura» para ver en qué superficies se podían aplicar las distintas técnicas. «Tienes que estar continuamente ajustando tratamientos, probando qué funciona, viendo cosas». Se emplearon microscopios, microaspiradores, láseres con distinta longitud de onda, sistemas gelificados. Y todo ello se incardinó dentro de una «intervención de mínimos, muy conservadora, con materiales tradicionales muy compatibles con los originales, que no van a interferir a futuras intervenciones». En estos momentos los especialistas elaboran junto con la Catedral un «protocolo de mantenimiento» para evitar nuevos procesos de deterioro.

La restauradora compara la tarea en el Pórtico como una excavación. Por la limpieza, y también por los hallazgos. «Vas quitando suciedad y te vas encontrando cosas: un pincel en una junta, un cepillo…». Así, hasta una caja de cerillas del siglo XIX o los moldes de cuando el Pórtico se prestó para una copia que hoy se expone en el Victoria & Albert Museum de Londres. Todo en su conjunto hizo comprender a Laborde la «historia de la obra» y le ayudaron a entender por qué la zona se había alterado.

Porque hubo ocasiones en que la responsabilidad la inquietó. Fueron días de estar «24 horas pensando en el Pórtico». «Las decisiones al final hay que tomarlas y no son fáciles. Esto no es ciencia exacta: por mucho que estudies o trates de asegurar lo que estás haciendo, a la hora de aplicar productos asumes un cierto riesgo». En la fase álgida del desánimo se puso en lo peor: «Ha habido muchos momentos en que he pensado que no íbamos a poder acabar». En diez años ha habido episodios de todo tipo, incluida la «confusión» que se vivió en el templo con el robo del Códice Calixtino . Pero a partir de la creación de la Fundación Catedral, «todo ha funcionado de maravilla».

Ahora, con la restauración finalizada, Laborde echa la vista atrás y se deja mecer por la singularidad de una pieza que «transmite mucho, emociona y engancha de alguna manera. Hubiéramos seguido investigando y trabajando», comenta entre risas, aunque de alguna manera el Pórtico siempre reclama atención: «Ya hay que volver a quitar el polvo».

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