Día por la Erradicación de la Violencia Machista

«No nos damos cuenta de que estamos viviendo con un asesino»

Inés Fernández vivió 30 años de maltrato: «Me había dicho que si hablaba me mataba»

Acto en repulsa de la violencia machista MAYA BALANYA

ROCÍO LIZCANO

«Creo que no nos damos cuenta de que estamos viviendo con un asesino. Yo no lo quería ver; siempre me parecía que iba a cambiar, pero lo único que conseguí fue estar a punto de morir», dice Inés Fernández Lamela, una superviviente a casi tres décadas de malos tratos que en 2016 decidió plasmar su experiencia en el libro «As miñas fillas devolvéronme a vida». En marzo de 2011 ingresó en el servicio de Urgencias del hospital de Lugo con graves lesiones después de que su marido —hoy en prisión— intentase matarla golpeándola con un tablero en el garaje del domicilio que compartían con sus dos hijas. Fueron ellas, con 24 y 27 años en ese momento, las que dijeron basta y, con Inés ingresada en cuidados intensivos, formalizaron la denuncia que permitió la condena del maltratador. «¿Qué le diría a otras mujeres que estén viviendo situaciones de violencia como la que yo viví? Que no callen más, que pidan ayuda a familiares, amigos, policías, psicólogos... pero que no guarden silencio por más tiempo porque el silencio puede acabar matándolas . Que intenten salir porque vida sólo hay una y es muy triste perderla», apunta Inés Fernández.

El miedo, relata, fue una constante. «Si digo lo que acabo de decir es porque en mi caso la decisión no fue mía. Fueron mis hijas las que, haciéndose cargo de cosas que no correspondían a su edad, dieron el paso. Yo no lo hacía por miedo: él me lo había dicho varias veces que si yo denunciaba y él iba a la cárcel me mataba . Me tenía amenazada. Las mismas amenazas, pienso, que hacen seguir con sus maltratadores en casa a muchas de las que hoy todavía están calladas», relata.

Inés Fernández ABC

Fueron treinta años de matrimonio en los que los malos tratos, cuenta, se fueron consolidando poco a poco. «Me casé con veinte años y la violencia no empezó con una bofetada, si fuese así, quizá, no lo sé, habría podido reaccionar de otra forma. Comenzó a nivel psicológico, de forma gradual, con cosas que, bueno, yo pensaba que hacía porque me quería: si decía que me cambiase de ropa creía que era porque quería que me viese bien, si se oponía a que saliese con mis amigas se me ocurría que le gustaba pasar más tiempo conmigo... Pensaba que si no hubiese hecho esta o aquella cosa él no se hubiese enfadado. Empiezas a sentirte culpable y cuando te das cuenta él es más dueño de ti que tú misma », expone.

Su marido cumple 17 años de condena —«me parecen pocos; intentó matarme tres veces y yo perdí treinta años de mi vida», sostiene Fernández— y este verano comenzó a disfrutar de permisos. Inés y sus hijas viven esas salidas del centro penitenciario con angustia. «Aunque tenemos los dispositivos de control telemático para supervisar las medidas de alejamiento, los dispositivos fallan. Hay muchas veces que empieza a pitar porque alguno de los dos extremos ha perdido la cobertura. Durante un día entero de los últimos seis que él estuvo de permiso no pude salir de casa porque el dispositivo falló . No tenía más información que él no estaba localizado; cuando me llamaron para avisarme me temblaron las piernas tanto que casi no me aguantaban el cuerpo. Creo que ante cualquier fallo deberían sustituir el dispositivo de inmediato y desde luego localizar al maltratador, porque nadie puede asegurar si ha habido una avería o es que el dispositivo ha sido manipulado», denuncia. «Para mí la reinserción en este tipo de delitos no existe. No entiendo que sólo seis años después disfrute de permisos. Si cumpliese esos 17 años íntegros en prisión no sería una condena reconfortante, pero al menos serían 17 años en los que tanto mis hijas como yo podríamos estar tranquilas, un poco», dice.

Difundir sus caras

En este Día Internacional por la Erradicación de la Violencia Machista, Fernández pide la visibilización de todas las víctimas — «ojalá pudiesen tener todas la fuerza de salir a la calle», desea— pero pone el foco sobre los maltratadores: «Habría que difundir sus caras, si los conociesen seguro que otras mujeres se apartaban ».

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