NATURALEZA

«No he conocido a ningún caballo que no haya conseguido domar»

El famoso domador de equinos, Martín Ochoteco, propugna un método de adiestramiento sin violencia y ha conseguido reducir los tiempos de un año a tan sólo una semana

El argentino ha impartido dos cursos durante el mes de agosto en Galicia y ha mostrado interés en crear la Escuela Ochoteco, en colaboración con el Instituto Europeo Campus Stellae de Santiago de Compostela

El domador Martín Ochoteco durante el curso que ha ofrecido en la capital gallega CEDIDA

Antonio Méndez

Después de un gran sorbo a su mate, una de sus pasiones, el famoso domador de caballos sin violencia Martín Ochoteco, se muestra tajante: «Hasta ahora no he conocido un caballo que no haya conseguido domar ». Sin embargo, el argentino criado en Ameghino, provincia de Buenos Aires, cuenta a ABC que existieron algunos equinos complicados de adiestrar por su «peligrosidad». Uno de ellos fue «Enigma», el cual apareció en su programa «Domador de caballos» de National Geographic y cuyo capítulo, subido a una cuenta de YouTube, cuenta con más de 6 millones de visualizaciones .

No obstante, el caso más comprometido lo vivió en España , exactamente en Argamasilla de Alba (Castilla-La Mancha). Allí se enfrentó al « caballo asesino de Argamasilla », mote con el que bautizó el dueño al animal debido a su bravura. «Me llegó a atacar en cuatro ocasiones pero pude zafar de todas», narra Ochoteco. Al final, cumplió su cometido.

El argentino ha pasado gran parte del mes de agosto en Galicia, donde ha impartido dos cursos sobre doma de caballos gracias al Instituto Europeo Campus Stellae de Santiago. «Una experiencia linda. Aquí se come mucho y muy bien », detalla Ochoteco. Su primera vez en la Comunidad gallega ha permitido que se replantee su futuro : «Tengo en mente el proyecto de crear la Escuela Ochoteco y en el caso de este Instituto gallego se dan dos cosas fundamentales: el amor compartido por los caballos y su profesionalidad ».

Su futuro es incierto pero su forma de trabajar con los caballos siempre será la misma: actuar sin violencia , tratando al animal de igual a igual y estableciendo una relación de confianza . Su procedimiento —aunque Ochoteco sostiene que « no hay método » en lo que hace ya que «modifica la doma según el equino»— le ha permitido disminuir los tiempos de adiestramiento drásticamente : «Yo reduje la doma que realiza un gaucho en un año a una semana y la de un caballo de polo que lleva dos años y medio a 9 días ».

En sus comienzos, los profesionales de su país no creían que el argentino fuese capaz de reducir tanto el periodo de adiestramiento. Sin embargo, a raíz de sus documentales en National Geographic la opinión de sus compañeros de profesión mudó: «Antes los domadores gauchos veían un minuto de mi trabajo y se iban , incluso no llegaban a entrar en el corral. Ahora en la televisión vieron que era posible lo que hacía ». Finalmente, Ochoteco se ha ganado el respeto de un colectivo muy tradicional que ha presenciado como se puede domar a una yegua o un potro sin ningún tipo de violencia .

Conexión especial con los animales

Su primer contacto con los caballos ni siquiera es capaz de recordarlo. No obstante, a Ochoteco se le dibuja una sonrisa en el rostro al rememorar la anécdota que le impulsó a convertirse en domador . Su familia le entregó a un hombre una de sus yeguas para que la domase. Éste regresó al cabo de un tiempo e hizo la demostración de sus procesos: « Le pegó tres golpes que casi le parte la boca para parar al animal y después, para que se diese la vuelta, le metió un revés con un palo», describe el argentino entre risas. «Se acercó a mí y me dijo: ya está», prosigue Ochoteco. A partir de este suceso, el domador se propuso llevar a la yegua por el buen camino y lo consiguió, hecho que lo animó a continuar con este oficio. Tan sólo tenía 17 años .

Su conexión con el mundo animal es algo innato : «De pequeño me seguían los perros por el pueblo, tuve diferentes tipos de animales como un mono o una gata montesa». El compañero primate de Ochoteco era un «gran amante del fútbol» y también un gran protector de su fiel amigo argentino: « Cuando alguien me ponía una mano en el hombro, el mono enseñaba los dientes y miraba mal a esa persona», rememora entre carcajadas pero con unos ojos que evocan nostalgia.

A pesar de estas historias de vínculo con los animales, el domador guarda una en su corazón con especial ahínco. Ésta sucedió durante una noche peculiar: Año Nuevo . Aquel día Ochoteco se tuvo quedar en el campo, solo y sin ningún tipo de aparato electrónico . En la finca —de unas 150 hectáreas— estuvo con un semental salvaje que nunca había tratado de domar. « Pasamos dos o tres horas comunicándonos, a un nivel que creo que fue el más fuerte que tuve », explica el argentino. «El animal podía huir a cualquier lado pero no lo hizo», concluye.

Tras su estancia en Galicia, donde dejó «atónitos», como afirma la directora del Instituto Europeo Campus Stellae, Nuria Pereira, a los que presenciaron su arte, ella incluida; ahora Ochoteco inicia un largo periplo por todo el mundo que lo llevará a lugares como Suiza, Mallorca, Argentina, Brasil, México y Dubai. De tierras gallegas no se ha marchado sin pronunciar unas recomendaciones para todos aquellos que ansíen ser domadores: « tolerancia, equilibrio emocional y físico, perseverancia, sacrificio, consideración y amor por los caballos ». « Todo lo que le das al animal te lo devuelve », afirma. Un precio y buen resumen de su dilatada trayectoria.

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