MARCHAS DEL 8-M

Marea violeta por la igualdad en Galicia

Mascarillas, desinfectantes y mucha distancia social en el primer 8-M tras la explosión de la pandemia del Covid. Las manifestantes reivindicaron el papel de la mujer en la sociedad para exigir un equilibrio real entre géneros

Movilización en la Plaza del Obradoiro de la capital gallega EP

P. Abet

Misma reivindicación, distinta fotografía. En las marchas feministas que este lunes recorrieron las principales localidades gallegas no hubo abrazos, ni besos, ni tan siquiera cercanía. La distancia social a la que obliga el virus, requisito indispensable para la celebración de las manifestaciones en Galicia, otorgó a esta jornada un halo de frialdad solo quebrado por los cánticos recurrentes que muchas entonaron con fuerza. Del «Sin cuidados no hay vida» que se convirtió en el lema de este año al «No a la discriminación» que resonó en todas las movilizaciones, el silencio fue la única barrera que este 8-M no se respetó. Mascarillas, metros de separación, «remolinos de seguridad» y hasta geles de aplicación obligada a la entrada de algunas plazas fueron las tristes novedades de una jornada festiva que se saldó sin incidentes. El objetivo, asumieron sus protagonistas, reivindicar una sociedad en la que la igualdad de géneros deje de ser una utopía para convertirse en una evidencia .

A las movilizaciones de primera hora de la mañana promovidas por los sindicatos CIG y CUT se unieron durante la tarde una treintena marchas organizadas por la plataforma 8-M a lo largo y ancho de la Comunidad, en las que los itinerarios habituales mudaron para evitar calles angostas y con peligro de aglomeración . Además, las asistentes se organizaron en columnas separadas en función de lo ancho de las calles para guardar los metros requeridos. Y detrás de su clamor, cifras incontestables. El año en el que la pandemia lo paralizó todo, en Galicia se perdieron 15.000 empleos. Un 62 por ciento de esos puestos de trabajo los desarrollaban mujeres , las más afectadas por los estragos del virus. Para las que mantuvieron sus puestos, las noticias tampoco fueron halagüeñas. Según las estadísticas, el salario medio anual de las mujeres gallegas el pasado año fue de 17.511 euros, lo que supuso 4.527 euros menos, de media, que el de un hombre. Techo de cristal o suelo pegajoso siguen siendo expresiones comunes en el ámbito laboral que frenan el desarrollo de muchas profesionales, las que más excedencias y reducciones de jornadas se vieron obligadas a pedir para hacerse cargo de los cuidados de niños y mayores durante el último año. Y con esta radiografía en la mano, un llamamiento común en todas las marchas que tuvieron lugar: « Ni criadas, ni esclavas. Queremos empleo porque trabajo ya lo tenemos» se pudo leer en muchas de las pancartas que pintaron el día de violeta esperanza.

A las que salieron a la calle se unieron las participantes en las decenas de actos telemáticos convocados, aquellas que decidieron que dada la situación epidemiológica lo más responsable era manifestarse pero de manera virtual para evitar interacciones de riesgo, atendiendo a la petición de las autoridades sanitarias tanto en el plano gallego como nacional. El 8-M también copó la agenda institucional con citas de todo tipo , entre las que destacó la entrega de las medallas Emilia Pardo Bazán, donde las galardonadas instaron a luchar contra la «feminización de la pobreza» y la «desigualdad».

El momento central de la jornada se vivió en torno a las 18 horas, cuando las principales movilizaciones iniciaron su recorrido. Las proclamas, transversales, se hicieron eco de algunos estudios dados a conocer ayer que revelan que más de la mitad de las encuestadas declaraba haberse sentido discriminada por ser mujer en su carrera académica o profesional o que un contundente 79 por ciento afirma que no existe igualdad entre hombres y mujeres. «Y por eso estamos aquí» reflexionaron algunas de las participantes. En la capital gallega, la marcha desembocó en la Plaza del Obradoiro y otorgó un papel especial a algunos de los trabajos esenciales durante la pandemia como el de las empleadas de residencias, las cajeras de los supermercados y las enfermeras . Ya ante la Catedral, varias portavoces de los colectivos convocantes leyeron un manifiesto cuyo contenido reverberó en el resto de plazas gallegas: «Este es un paro más necesario que nunca para hacer ver a la sociedad que los cuidados —de los que se ocupan en un 97% las mujeres— resultaron ser el sustento de la vida durante la pandemia», recoge Ep.

En Ferrol , los tambores animaron la marcha feminista y en La Coruña se quiso subrayar «la inmensa capacidad de movilización de las trabajadoras gallegas». En Orense , el grito fue el «Arriba el feminismo que va a crecer», mientras en Lugo el mensaje se resumió en un «Vivas e iguales», En Vigo , y en plena Gran Vía, una pancarta concentraba el espíritu de la lucha contra la violencia machista, también presente en todas las marchas: «Si tocan a una, respondemos todas».

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