Dirigentes del partido durante la campaña de las autonómicas
Dirigentes del partido durante la campaña de las autonómicas - EFE
365 días del partido instrumental

En Marea: un año de disputas internas

Doce meses después de su asamblea fundacional, arrecian las diferencias entre las distintas facciones del partido. Pese a seguir como portavoz, el último plenario puso de manifiesto el débil liderazgo del exjuez Luís Villares

Santiago Actualizado: Guardar
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Poco queda ya del clima de consenso que En Marea parecía exhibir hace tan solo un año en su asamblea fundacional. Hace doce meses, cerca de 2.500 personas participaban en Vigo en esa cita con la intención de dar forma a una alternativa de izquierdas que pudiera plantar cara al PP de Alberto Núñez Feijóo en unas inminentes elecciones autonómicas. No obstante, las constantes luchas internas entre las distintas facciones del partido y las críticas al líder de la formación, el exjuez Luís Villares, han hecho saltar por los aires el proyecto de «unidad popular» que hace apenas 365 días veía la luz en la ciudad olívica.

El encaje de Podemos en el partido instrumental y la fórmula para concurrir a las elecciones autonómicas supuso la primera de las crisis que ha tenido que afrontar En Marea.

Tras semanas de intensas negociaciones fue el propio Pablo Iglesias el que decidió in extremis ceder a las demandas de Villares y diluir su marca en las siglas de la confluencia. Pese a ese gesto, los de Iglesias se resisten hoy en día a integrarse en la vida de la organización y continúan siendo un auténtico quebradero de cabeza para el conjunto del partido instrumental. Muestra de ello fue el comunicado que el partido morado envió tan solo un día antes del plenario de la formación descartando su participación en él y reduciendo a En Marea a una simple «herramienta electoral».

Con todo, si algo ha tensado el ambiente a lo largo de los últimos doce meses ha sido el papel de Luís Villares. La filtración de un documento interno en el que el magistrado en excedencia solicitaba disponer de chófer, secretario y una compensación económica por su salto a la política, así como su deseo de compaginar su papel de portavoz parlamentario del partido con el liderazgo orgánico de la formación desataron las críticas de parte de la formación. Izquierda Unida, parte de Anova, o los llamados «alcaldes del cambio» se apresuraron a tachar las demandas del diputado lucense como «tics de la vieja política». Para frenar sus aspiraciones, en el proceso interno para elegir a la dirección de la confluencia se dio la paradoja de que los críticos lograron introducir en la candidatura que encabezaba Villares un epígrafe que lo vetaba para ser portavoz orgánico. Tras meses de negociaciones entre unos y otros, el exjuez dio un golpe en la mesa aliándose con las otras dos listas minoritarias que concurrieron a este proceso interno con el fin de erigirse como portavoz único ante el enfado de los críticos, que fijaron el plenario que la formación celebró la semana pasada como la fecha idónea para cobrarse su venganza e intentar revocar la actual dirección.

Sin el apoyo de Beiras

La maniobra de Villares para liderar el partido hizo que poco a poco fuera perdiendo apoyos entre las principales caras visibles de la formación. Primero fue el alcalde de Santiago, Martiño Noriega; luego el que hasta entonces había sido su mano derecha en el parlamento, el líder de Anova Antón Sánchez y, por último, el que había sido su principal defensor a lo largo de este año, el histórico nacionalista Xosé Manuel Beiras. Días antes del plenario, Beiras expresó públicamente que apoyaría las tesis de los críticos, que censuraban el hiperliderazgo de Villares así como otras medidas impulsadas por el exjuez como un aumento salarial para los diputados de la formación. Por un estrecho margen, el lucense consiguió sacar adelante sus tesis en todas las votaciones y continuar como líder. Frente a las 2.500 de hace un año, el discurso con el que el exjuez puso fin al cónclave fue aplaudido por menos de un centenar de personas, las pocas que aún resisten a doce meses de luchas intestinas y guerras internas en En Marea.

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