GALICIA

La maldición de las casas que fueron escenario de un crimen

Viviendas como la de la madre de Asunta o de los descuartizados en Betanzos han quedado marcadas para siempre

Exterior de la casa donde se cometió el doble filicidio de Moraña EP

A. R.

La crónica negra gallega está plagada de crímenes que en su día conmocionaron a la sociedad por su crudeza y su dramatismo. En la memoria colectiva perdurarán durante décadas filicidios como el de Asunta o como el de las pequeñas de Moraña, todos ellos menores asesinados a sangre fría por sus padres. También queda el rastro, aunque más apagado por el paso del tiempo, de masacres como la que en 1989 provocó la muerte de seis vecinos de un pequeño pueblo de Lugo a manos de un labrador que temía perder sus tierras. Todos estos casos, y otros más a lo largo y ancho de la Comunidad, están conectados por una suerte de maldición que ha convertido los escenarios de estos crímenes en lugares prohibidos.

Crimen de Asunta: la casa de Teo

Durante el juicio por la muerte de Asunta Basterra quedó probado que el fallecimiento de la menor, causado por una asfixia mecánica de la que se acusó a su madre, Rosario Porto , tuvo lugar en la casa familiar de Teo. Se trata de un inmueble de 400 metros cuadrados construidos en una finca de cerca de 10.000 . La vivienda cuenta con cinco habitaciones, cinco baños, cocina, lavadero, comedor, terraza, jardín, garaje, calefacción, muebles, puerta blindada, chimenea y hasta piscina y pista de tenis. Antes de que se cometiese el asesinato, la casa estaba en venta por un precio que rondaba el millón de euros. Cinco años después se vende a la mitad, pero todavía no ha encontrado comprador pese a la drástica bajada y a las características de la vivienda y la zona.

Vivienda de Teo donde Rosario Porto asfixió a Asunta ABC

Filicidio de Moraña: una vivienda de lujo

La casa en la que en verano de 2014 David Oubel, primer condenado en España a prisión permanente revisable , degolló a sus dos hijas, también estaba en venta antes del doble crimen. El propio filicida la había promocionado en la inmobiliaria de su hermana por un precio cercano al medio millón de euros tras acometer en ella unas importantes reformas. Este inmueble, a día de hoy vacío, consta de 420 metros cuadrados que se distribuyen en tres habitaciones y dos baños. Además, cuenta con una parcela de 800 metros cuadrados con piscina. Su elevado precio radica en la calidad de los acabados interiores, del más alto diseño, y en la piedra de su fachada. Un lujo por el que nadie parece interesarse conociendo lo que sus paredes guardan.

Betanzos: la casa de los descuartizados

En septiembre de 2008, Manuel Antonio Prado Riveiro y su pareja (fallecida el pasado año en prisión a los 34 años) mataron a martillazos y descuartizaron a una pareja de amigos por la compra de un coche . La violencia del crimen fue tal que tras discutir por una furgoneta, los condenados no dudaron en acabar con sus vidas y trocearlos para más tarde deshacerse de ellos en distintos lugares de la provincia. Lo hicieron en la bañera de la vivienda de los fallecidos , que después limpiaron con pulcritud al igual que toda la casa para evitar ser descubiertos. La vivienda, ubicada en la localidad coruñesa de Betanzos, sigue estando maldita para los vecinos desde entonces.

Paulino y la masacre de Chantada

Igual de presente sigue en la mente de los vecinos que sobrevivieron a la matanza el día en que un labrador de la aldea de Sorribas, en Chantada, salió de casa armado con un cuchillo de la matanza del cerdo y sentenció a seis vecinos . Otros siete resultaron heridos tras un sanguinario paseo que pocos han olvidado. De ahí que cada vez que pasan por delante de la casa del asesino, que él mismo incendió antes de entrar a su habitación y tumbarse en la cama a esperar la muerte, miren hacia otro lado. La vivienda no se ha vuelto a reconstruir.

Casa de los Mouriño MUÑIZ

La casa de los Mouriño

Tampoco ha vuelto a vivir nadie en la que en su día fue residencia de la familia Mouriño, en la localidad pontevedresa de Lalín. Esta casa quedó marcada cuando una madrugada, el matrimonio se puso de acuerdo para matar a su hija de 22 años a mazazos . Lo hicieron mientras la joven dormía. Después, prendieron fuego a la vivienda y mataron a un tío de 83 años que vivía con ellos. Los acusados trataron de ocultarse en la fosa séptica de la granja, donde fueron localizados por agentes de la Guardia Civil. La madre confesó el crimen. «Fui yo. Estaba loca» afirmó.

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