Juan Soto - EL GARABATO DEL TORREÓN

Una jueza cartomante

Que la Justicia en Lugo esté como está y en manos de quien está, tiene cierta coña marinera

En la ciudad de Lugo hay una jueza, muy señora mía, a quien no conozco y cuya mano beso, que echa las cartas del tarot, a veinte euros la mano de arcanos mayores. El papel, la radio y el público en general la han puesto un poco verde, quizá porque se escandalizan por cualquier cosa y comparten esa creencia timorata (y un poco absurda, en nuestra modesta opinión) de que ciertas funciones no conviene que sean desempeñadas por gentes más o menos estrambóticas o pelín majaras.

A nuestra tarotista de toga y puñetas la están dando por todos los lados, pobrecilla, incluído por el del Consejo General del Poder Judicial. Tanto sufrimiento, soportado con cristiana resignación, está a punto de convertir a la señora pitonisa en una mártir con derecho a culto de dulía. Como santa Hulda, verbigracia, que sale en el Antiguo Testamento y también profetizaba a diestro y siniestro.

En sus distintas modalidades y versiones, las echadoras de cartas (cartuxeiras, decimos los gallegos) siempre nos han caído bien. Y nos hemos honrado con la amistad de algunas, todas ellas teñidas de rubio, piadosas de don Gaspar Astete, enjoyadas de bisutería, muy aficionadas a las infusiones y a los batidos de fresa, y siempre propensas a trasladar a sus consultantes predicciones optimistas que les alegren la vida y les eviten disgustos innecesarios. O sea, gente de mucha conciencia.

Que en este distrito desde donde escribo la Justicia esté como está y en manos de quién está, ya sea para decretar puestas en libertad, ya para ordenar investigaciones en Levante, ya para enredarse en macrocausas, tiene una cierta coña marinera. Lo malo es que, los jueces, además de adivinar el porvenir a través del naipe, se dedican a instruir sumarios, dictar sentencias, meter a unas gentes en el trullo y soltar a otras, fijar indemnizaciones, arruinar carreras políticas, etcétera, etcétera: en definitiva, todo eso que se entiende por «administrar justicia». O sea que, vistas así las cosas, lo de la jueza cartomante y otros especímenes igualmente pintorescos pierde buena parte de su gracia. Es más, lo cómico se transforma en trágico. Que se lo pregunten a los señores Orozco y Besteiro, pongamos por caso.

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