El incendiario al que todos conocían

La detención de Gustavo V. C. como presunto autor de 16 fuegos no sorprendió a nadie en Agolada. «Nos trae por la calle de la amargura», manifiesta el alcalde

Terreno calcinado a un flanco de un pista del lugar de Berredo, Agolada MIGUEL MUÑIZ

ROCIO LIZCANO

El arresto el pasado fin de semana de G. V. C. cuando intentaba iniciar un fuego forestal en el lugar de Ferreiroa no sorprendió a nadie en Agolada. «La gente compartió la noticia y todos los comentarios hablaban de que otra vez habían cogido a Gustavo» , señalan en uno de los bares de la plaza mayor de la localidad. Tampoco sorprendió a los vecinos el elevado número de fuegos forestales que se le imputan en esta ocasión— 16 contrastados y doce más en investigación— ; el acusado, ahora en prisión provisional, ya había estado en la cárcel, condenado en 2013 tras admitir la autoría de quince incendios ocurridos entre 2011 y 2012 en el entorno de su municipio. En ocasiones, explican, Gustavo se confesaba abiertamente ante sus vecinos como responsable de los fuegos. «Le divertía ver el despliegue de los helicópteros y de las brigadas y las reacciones de la gente. Disfruta con el espectáculo, o eso decía él mismo a veces en el bar, cuando había bebido», apuntan en el café.

La del pasado fin de semana no era su primera detención: en 2009 fue juzgado por otros dos fuegos por los que, aún sin antecedentes, recibió una pena menor de prisión y un mandato de terapia para «sus trastornos disociativo y de control de impulsos» . En 2013, la magistrada también recogía en su sentencia una eximente parcial por «enajenación mental», haciendo constar que en el momento de los hechos el acusado presentaba un «trastorno de control de impulsos-piromanía» que alteraba sus «facultades volitivas» y una capacidad intelectual límite de 71-84.

«Es que esto no es de ahora, esto lo llevamos padeciendo muchos años... Incluso intentamos tenerlo trabajando: un año estuvo ocupado en la brigada de incendios, también lo tuvimos como voluntario de Protección Civil para ver si así mejoraba, pero no ha habido manera. Y nos trae por la calle de la amargura», relata Ramiro Varela, alcalde del municipio, que pide una solución adecuada para una situación compleja y subraya el coste que supone para el municipio mantener vehículos motobomba conveniados y brigadas propias con los que poder atajar en sus inicios cualquier intento de fuego. «No es mala persona, incluso es un chico trabajador, pero el problema surje cuando tiene dinero y bebe. Ahí la cosa se complica. Disfruta viendo arder el monte, y no le preocupa si va a arder una casa, si va a arder un brigadista... en su primera detención las primeras fincas quemadas eran las suyas», relata el regidor.

El detenido, de 41 años, es padre de dos hijos, está separado y en los últimos tiempos vivía en casa de su madre en la parroquia de San Paio de Bais. Tras un 2016 inactivo, la concentración de incendios registrada en los primeros días del pasado agosto intensificó su vigilancia. «Él utiliza el coche, es su marchamo, su firma. Todos sus incendios comienzan a pie de carretera o de pista forestal: iba parando, se bajaba, prendía y continuaba el trayecto, luego paraba otra vez y plantaba otro. No tenía una pauta concreta, podía parar un kilómetro después, o dos o tres... Los incendios que se le atribuyen en años previos los había plantado utilizando el vehículo de la madre. Luego ella se lo retiró, pero este año se compró uno, y era cuestión de tiempo», expone Álvaro Lago, teniente jefe del Seprona en Pontevedra, al mando de la investigación que se ha desarrollado en colaboración con las brigadas de Medio Rural. «Sin ellos no tendríamos el éxito que hemos tenido», subraya Lago, repasando un trabajo que ha sido arduo y costoso, dificultado por el buen conocimiento del acusado de la amplia red de pistas en un concello con concentración parcelaria. «Por la noche es fácil perderse, y además él conduce rápido», indica Lago.

Rasgos comunes

Aunque la intensa actividad incendiaria que se le imputa sí sorprende a los investigadores, su perfil, indica el teniente, coincide en gran medida con el retrato habitual del incendiario gallego. «En prácticamente todas las zonas rurales en las que tenemos controlados una serie de sospechosos con una trayectoria más o menos demostrada [sólo en la provincia se supervisa a unos 30-40 sujetos con historiales de riesgo] existe un perfil que se repite con frecuencia: familia desestructurada, bajo nivel de estudios, problemas de alcoholismo, mala relación con los vecinos… Esos son rasgos generales, luego tenemos personas que a mayores son violentas y tienen amedrentados a los vecinos con lo cual es difícil que alguien colabore para poder cogerle; si te cuentan algo es a escondidas, sin una manifestación por escrito», explica.

No fue el caso de Agolada, donde nadie duda de su relación con los fuegos. Si bien, apuntan en el mismo café, «lleva más culpas de las que tiene, o eso creemos muchos» . «Cría fama y échate a dormir», resume otra mujer. Y la percepción vecinal coincide con los datos que manejan los investigadores: «Cuando empieza a prender Gustavo hay otros que van a la zaga y aprovechan… Eso lo hemos comprobado porque él estaba controlado y ha habido incendios en los que no pudo tener nada que ver», expone el teniente jefe del Seprona en Pontevedra.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación