Juan Soto - El Garabato del Torreón

Género, sexo e identidad

Nos encontramos con cargos públicos ocupados no por la gente más capacitada para su desempeño

Eso que los horteritas de la gramática suelen llamar, incurriendo en flagrante oxímoron, «discriminación positiva» y que consiste en hacer del sexo un mérito curricular, ha causado enormes destrozos en las instituciones, en las empresas, en los púlpitos, en los arengarios, en las tribunas de sus señorías y, sobre todo, al recto proceder en el oficio de la oratoria en general y, más en particular, del discurso, el pregón festero, el exordio arudito, la homilía pedante y la simple conversación. En virtud de tal disparate, hoy nos encontramos con numerosos cargos públicos ocupados no por la gente más capacitada para su desempeño, varones o hembras, sino por mujeres cuya naturaleza sexual se ha impuesto por encima de su inepcia. Eso de primar la idiotez en razón de sexo no acaba uno de entenderlo muy bien. O sea, no le entra a uno en la mollera que una imbécil deje de serlo por ensalmo de exoneración genital.

Lo de la Irene Montero con su «portavoza» no es, aunque pueda parecerlo, la anécdota de una indocumentada necesitada de instrucción y asistencia psiquiátrica. Lejos de excepcional, su caso empieza ser universal. Cuando cualquiera de los muchos botarates que ocupan plataformas civiles toma la palabra suele comenzar con el sacramental «buenas tardes a todos y a todas». E incluso extiende su paroxismo igualitario al «nosotros y nosotras», dejando entre el auditorio la duda metafísica de si el hablante se considera a sí mismo hembra o varón.

Ahora, el recuelo político de En Marea acaba de designar su portavoz en el Congreso a un poeta (recordatorio innecesario por sabido: en Galicia hay más poetas que vacas, mamífero cuyo censo cifra Manuel Rivas en un millón), autor, por cierto, de un revelador apotegma: «Os galegos que non me votaron a mín son unhas burras». Le agradecemos el cumplido, vaya por delante, y esperamos de sus intervenciones tribunicias un elemental respeto a la Gramática, ya gallega, ya castellana. Si le echa un vistazo al capítulo dedicado a los géneros comunes, epicenos y ambiguos, quizá sea suficiente. Confiamos mucho en este buen muchacho.

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