Luis Ojea - CUADERNO DE VIAJE

El efecto bumerán del adanismo

El zasca que se ha llevado la Marea con la polémica sobre las retribuciones de Villares es una oportunidad para madurar

Luis Ojea
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El peligro del adanismo y de abusar de soflamas populistas es que ese tipo de diatribas caen siempre por su propio peso. Se ha visto esta semana al airearse las exigencias del portavoz de la Marea, retributivas y de chófer, que entran en contradicción con el discurso oficial de su formación y desmontan una de las falacias más arteras de la nueva política. Lo del coche, mientras lo pague su partido, es una cuestión estética que habrán de valorar sus votantes. Lo otro es un asunto más de fondo, porque ha sido una de las banderas del populismo.

Es, de hecho, uno de los ejemplos más palmarios de su habitual demagogia. Cuando se les llenaba la boca hablando de limitación de las retribuciones para los cargos públicos obviaban dos consecuencias directas de tal majadería.

De entrada, supone que la administración renuncie a los mejores profesionales porque no puede competir con los sueldos que ofrece la empresa privada. ¿Queremos en la política a las mentes más eminentes o a las que resulta más barato captar? Porque ello entronca con otro riesgo.

Que sean más atractivos este tipo de puestos para alguien sin oficio ni beneficio que para técnicos cualificados. Eso explica por qué la escena pública se ha visto invadida últimamente de parásitos que nunca habían cotizado a la Seguridad Social y que han medrado a la sombra de los aparatos de los partidos haciendo de la política su profesión. El perfil de los Antonio Hernando, ora digo una cosa, ora la contraria. Sin rubor alguno. Muy del estilo populista. Y no pocos de sus postulados adolecen de la misma simpleza y evanescencia. Y lo están constatando en carne propia con su llegada a los gobiernos municipales y al Parlamento.

Ya no se trata de predicar sino de llevar a la práctica el sermón y es ahí donde afloran las contradicciones entre la realidad y el mundo de Yupi que pregonan. Un infantilismo propio de la radicalidad adolescente poco reflexiva. El zasca que se han llevado esta semana con la polémica en torno a las retribuciones de Luis Villares es una oportunidad para que maduren, para que se percaten de la necesidad de depurar su discurso de soflamas artificiosas. Es un dilema sencillo: o más sensatez y menos nueva política o seguirán sufriendo el efecto bumerán de su adanismo.

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