El desliz del Chicle que puso fin a quinientos días tras la pista de Diana Quer

El incansable trabajo de la Guardia Civil aprovechó el tropiezo de Abuín el día 25

Vídeo: Cómo fue la minuciosa investigación ATLAS
Cruz Morcillo

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Todo comenzó en las Fiestas do Carme dos Pincheiros, en la localidad coruñesa de A Pobra do Caramiñal. Diana Quer, una joven madrileña de 19 años, no regresó a su casa tras haber asistido con unas amigas a la verbena la noche del 22 de agosto . A la mañana siguiente saltaron todas las alarmas: su último mensaje a unas amigas de Madrid hacía referencia a que en su regreso a pie a casa alguien la habría intimidado diciéndole «morena ven aquí».

En la horas siguientes a la desaparición se activaron batidas en los montes próximos, sin que se encontrara el más mínimo rastro . Los agentes decretaron la desaparición como de alto riesgo. Y en mitad del revuelo inicial, irrumpió la disputa de los padres por la custodia de Valeria, la hija pequeña del matrimonio -divorciado desde hacía varios años-, lo que añadió al drama de la desaparición innumerables -e innecesarios- detalles sobre la convivencia familiar. Las iniciales esperanzas de Diana López-Pinel de encontrar a su hija con vida contrastaban con el pesimismo realista de su exmarido, Juan Carlos Quer.

La reconstrucción de los hechos fue esbozando un primer relato de los hechos. Al filo de las 2.30 de la madrugada Diana se despidió de sus amigos en el centro de A Pobra y unos minutos más tarde dos testigos la vieron caminando por delante de una pizzería ubicada al final del núcleo urbano. Se trataba del único itinerario de vuelta a su casa, lo que hacía pensar que su intención era regresar andando , como había comunicado a su madre a través de un mensaje. Diana no comentó a ninguna de sus amigas que tuviese una cita con nadie . Tampoco llevaba encima ni dinero ni su DNI, aunque sí su copia de las llaves de casa, por lo que cobró fuerza la hipótesis de que alguien se cruzó en su camino de forma inesperada.

El primer dato relevante en la investigación lo marcaba el móvil de Diana. Los postes de telefonía detectaron un movimiento a gran velocidad desde A Pobra hasta el puente sobre la ría, en dirección hacia Padrón por la autovía del Barbanza. Allí se apagaba su señal tras el agotamiento de la batería. La conclusión inmediata es que iba en un vehículo . Bajo ese puente, en el fango, un mariscador encontró a mediados de octubre el iPhone 6 de la joven . Pero de su análisis tardío no se extraen conclusiones válidas: Diana no conocía a su captor ni había hablado con número desconocido alguno.

En las primeras semanas de pesquisas, dos personas declararon haber visto a la desaparecida montarse en un coche con un hombre «de mala pinta» en el puerto de Taragoña , a unos 15 kilómetros del punto donde se pierde la conexión con la chica. Esta línea de investigación ocupó varias semanas de trabajo, pero no condujo a nada. Llegó a haber incluso un hombre identificado -y se le tomó declaración hasta en un par de ocasiones-, aunque nunca fue calificado como sospechoso por la falta de indicios. Los investigadores no lo sabían, pero acababan de dar con el Chicle.

Taragoña aparece en la ecuación imposible de la desaparición. Esta parroquia de la localidad de Rianxo queda bajo el foco de la Guardia Civil y se escrutan al milímetro todas sus viviendas . Se cree que en una casa de la zona puede haber respuestas para el caso. Y las había en la vivienda de uno de sus vecinos, José Enrique Abuín.

Los agentes de UCO y Policía Judicial comienzan a darle forma a una investigación policial que se complica por momentos. Rastreaban móviles asociados a vehículos que pasaran en el entorno horario de la desaparición de la joven por el puente sobre la ría. Los resultados son desesperanzadores: las conexiones telefónicas se cuentan por miles . Las cámaras de vigilancia de A Pobra no aportaban nada, y las de la autovía se demuestran como inservibles durante la noche: apenas captan faros en movimiento.

Lo que sí avanzaba era la tarea puerta por puerta de los agentes. El cotejo de nombres e informaciones va dando forma a los primeros sospechosos, algunos de ellos con antecedentes. Incluso llegaron a pincharse teléfonos móviles y realizar seguimientos a vehículos, que no fructificaron en nada. En total, más de doscientos testigos y miles de matrículas y teléfonos revisados. En abril de este año, el juez de Ribeira que instruía la causa decidió archivarla temporalmente por falta de indicios contra nadie. En el silencio posterior, la investigación nunca se detuvo y desde agosto tenía su sospechoso marcado . El desliz del Chicle la noche de Navidad fue su perdición.

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