Luis Ojea - Cuaderno de Viaje

Confluencia fallida

El ejercicio de la política es algo más que una buena campaña de marketing. Eso puede funcionar un tiempo, pero a largo plazo acabará saltando por los aires

Podría parecer que la mal llamada nueva política ha envejecido muy rápido. O quizás simplemente sea que nunca ha habido nada excesivamente novedoso en esa entelequia. Solo un complejo experimento sociológico sobre técnicas de comunicación de masas y mercadotecnia. Y el humo, con el tiempo, se acaba disipando. En Lugo encontramos un ejemplo paradigmático del fracaso de la presunta confluencia del rupturismo. Presunta porque siempre ha sido un matrimonio de conveniencia en el que los cónyuges han estado desde antes de la boda más interesados en el botín del divorcio que en el propio enlace.

Solo dos años y medio después de concurrir bajo la marca de Lugonovo, varias familias de ese espacio político ya se han bajado del barco. Y lo han hecho con sonoros portazos. El primero, ya el verano pasado, fue el cabeza de cartel de la formación, Santiago Fernández Rocha, actualmente desvinculado de la organización. Hace unas semanas se marchó Podemos. Y ahora se va el concejal Iñaki García. Y con él abandonan también la formación algo más de una veintena de militantes de Anova o el Espazo Ecosocialista. Compromiso dice que tampoco forma parte ni nadie los representa en esa organización. Así que de los partidos fundadores, poco más de 30 meses después, no parece quedar en realidad ninguno dentro. En 2015 consiguieran tres actas en el concello. En las próximas semanas tomará posesión el número 8 de la lista.

Un delirio en toda regla. Rocha lo ha resumido aseverando que «las relaciones humanas son complicadas». Lo que es realmente difícil es mantener en el tiempo un castillo de naipes sin que se desmorone. Sobre todo, si las distintas corrientes de la alianza se dedican a conspirar y echar cuentas del beneficio que le pueden sacar a la separación. Pasa en la fallida confluencia lucense y pasa a escala autonómica en En Marea, donde para desgracia de Luis Villares los muñidores profesionales de las distintas familias de la izquierda radical libran desde el minuto cero una entretenida guerra de tronos con su silla.

El problema del experimento no es únicamente que sus promotores se dediquen con ahínco a su demolición. El problema esencial es que su discurso ha tropezado con la realidad. ¿Qué ha sido de aquella invocación persistente a favor de la municipalización de determinados servicios? En realidad, ¿cuántos se han municipalizado tras dos años y medio de mandato en aquellas urbes donde tienen el bastón de mando?

La nueva política gallega siempre ha tenido tics muy parecidos a los que denunciaba en otras formaciones políticas. Porque, en realidad, nunca han sido otra cosa. Y la Marea Atlántica en La Coruña ha efectuado en ese sentido un honorable ejercicio de sinceridad al modificar sus normas internas para asemejarse un poco más todavía, también en sus reglamentos, a los viejos partidos.

El ejercicio de la política es algo más que una buena campaña de marketing. Eso puede funcionar un tiempo, pero a largo plazo el invento acabará saltando por los aires. Un partido político no se sostiene únicamente por las ensoñaciones surgidas de un despacho universitario. Le ha pasado a Podemos a escala nacional. Ha resultado fallido igualmente el experimento de las confluencias rupturistas en el ámbito local en Galicia. Y le acabará pasando a Ciudadanos tarde o temprano. Ese juez insobornable que es el tiempo acaba poniendo siempre a cada uno en su sitio.

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