Luis Ojea - CUADERNO DE VIAJE

Las cartas boca arriba

En Galicia la carrera electoral se inicia con la izquierda más dividida y la derecha más cohesionada que en el resto de la geografía política nacional

Sánchez, el día después de anunciar la fecha de las elecciones ABC

Luis Ojea

La irresponsabilidad y la frivolidad de Pedro Sánchez han fragmentado a la sociedad de este país , cada vez más polarizada, y han abocado a España a una política de bloques, con una dialéctica cada vez más frentista. Ese es su legado tras nueve meses de gobierno ; esa es su estrategia para esta campaña de diez semanas hasta el 28A; y esas serán las coordenadas en las que se desarrollarán las elecciones.

También en Galicia, aunque con particularidades. Aquí la carrera electoral se inicia con la izquierda más dividida y la derecha más cohesionada que en el resto de la geografía política nacional y ello condicionará el resultado que salga de las urnas. La fractura del rupturismo en dos candidaturas distintas reducirá drásticamente sus expectativas. El socialismo sale igualmente tocado al terreno de juego, debilitado por la sumisión de Gonzalo Caballero a los delirios de Moncloa, lo que puede alejar de la papeleta del PSdeG a su electorado más moderado y llevarlo a la abstención. Todo ello juega a favor de un PPdeG que ha evitado, al menos hasta el momento, la fragmentación de su espacio político , a diferencia de lo que sucede en otras comunidades, lo que le permitirá rentabilizar mejor la tradicional, y en este caso crucial, apelación al voto útil.

Esa es la clave de bóveda para tirios y troyanos, el grado de movilización que consiga cada fuerza política entre su clientela. La polarización de la sociedad minimiza la posibilidad de trasvase de votos entre bloques. El partido se juega dentro de cada bloque y lo ganará quien consiga liderar la alternativa viable al otro frente. Ese tipo de dinámica debería favorecer en Galicia a los populares y, en principio, a los socialistas.

La izquierda cotiza a la baja

En principio, porque al PSdeG le van a pasar factura estos meses de Pedro Sánchez en Moncloa. Primero, porque ha demostrado que Galicia no es una prioridad para el socialismo. Quedó evidenciado en el proyecto de presupuestos que naufragó esta semana en el Congreso , en el que se recortaban 20 puntos las inversiones en esta comunidad mientras se incrementaban más de un 60 por ciento las partidas destinadas a Cataluña. Y segundo, porque el líder del socialismo gallego tragó con ese atropello sin abrir la boca, despilfarrando la poca credibilidad que podía quedarle .

El debate presupuestario dejó retratado al Partido Socialista, pero también al populismo. Cuatro de los cinco diputados de En Marea avalaron con su voto la discriminación de Galicia. Podemos le regaló con ello a Luis Villares el pretexto perfecto para materializar definitivamente el divorcio . La incógnita es cuál de las dos familias va a conseguir ahora más votos en las urnas. Lo que está claro es que, tras la doble cita electoral de esta primavera, la que pierda el envite quedará amortizada.

La dispersión del voto en la izquierda merma, en todo caso, sus expectativas. Aunque el BNG consiga atraer a una parte de los desencantados del rupturismo, esta formación no tiene prácticamente opciones de volver al Congreso. Si, efectivamente, no lo consigue, todos los apoyos que sume serán votos perdidos . El sistema electoral vigente castiga la fragmentación del voto en un bloque electoral. Y ese es el riesgo que afronta también la derecha.

Es evidente que en circunscripciones en las que se juegan cuatro diputados no hay espacio para cinco partidos. En unas municipales las formaciones menores pueden servir de muleta a las grandes. En las generales, con circunscripciones de mayor dimensión y menos actas a repartir , el escaño sale más caro y aumenta el riesgo de que haya votos que vayan directamente a la papelera. Eso favorecerá en la derecha, más pragmática que la izquierda, una concentración del voto en el PP. Eso y que Ciudadanos y Vox carecen de imbricación en la sociedad gallega. Los movimientos de ambas formaciones estas últimas semanas en la comunidad lo evidencian.

En todo caso, para unos y para otros, la clave estará en el grado de movilización que consigan en las próximas diez semanas. Sánchez ha abocado al país a una campaña «de trincheras». En este escenario de polarización, la participación será un factor clave. Las cartas quedaron boca arriba.

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