Luis Ojea - Cuaderno de Viaje

Apuesta desesperada

En un país maduro la sospecha no inhabilita, pero en este la izquierda se ha esforzado en erradicar la presunción de inocencia

Luis Ojea
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Gómez Besteiro ha apostado el poco capital político que pueda quedarle a una sola carta, que la Audiencia de Lugo acepte su recusación a Pilar de Lara en el Caso Garañón. Es una jugada desesperada, propia de quien decidió desde el principio fiar su defensa únicamente a denunciar que existe una animadversión de la juez contra él. Esta semana ha vuelto teatralizar el argumento con su esperpéntica visita a los juzgados. Más allá de los plazos y la lógica jurídica, no parece razonable abocar a nadie a declarar sin la asistencia de sus abogados, pero también parece evidente que el propio Besteiro, llegado a este punto, está interesado en dilatar el proceso. Busca tiempo anhelando que la Audiencia aparte a De Lara.

El caso quedaría encallado y la duda sobre la instrucción sembrada. Y entiende que eso sería suficiente para allanar el camino de su candidatura a las autonómicas. Porque, hoy por hoy, es difícil imaginarse de otra forma que pueda ser cabeza de cartel un político investigado por cuatro delitos de corrupción urbanística y que mantiene en nómina como abogado al autor de un desconcertante correo dirigido a la juez que cualquier persona sin la más mínima predisposición a las teorías de la conspiración podría interpretar como un intento de coacción.

En un país maduro la sospecha no inhabilita. Pero en éste, la izquierda se ha esforzado en erradicar el principio de presunción de inocencia cada vez que un político de otro signo era investigado y se le exigía la inmediata dimisión convirtiéndolo en supuesto culpable. Por coherencia, Gómez Besteiro debería seguir el mismo camino que su partido les recomienda a otros.

En realidad, al margen de este caso, Besteiro debería haber dimitido hace tiempo porque su fallido liderazgo ha sumido al PSdeG en una espiral autodestructiva y ya ni siquiera le quedan apoyos, salvo los tres que viven de que él siga siendo Secretario General y los cuatro a los que ha colocado. El problema del socialismo gallego es que tampoco hay nadie en el barco que pueda levantar la voz y tomar el timón. Es un partido al que le sobran conspiradores y algún que otro “jarrón chino” que no asume que su tiempo ha pasado y aún sueña con que le imploren su regreso, pero carece de voces con discurso propio capaces de enderezar el rumbo.

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