Pinos ardiendo en el monte Nogueira, de la parroquia de Santo Estevo de Anllo, Sober (Lugo)
Pinos ardiendo en el monte Nogueira, de la parroquia de Santo Estevo de Anllo, Sober (Lugo) - EFE

Un agosto negro en el mes de abril

Miles de hectáreas quemadas, cerca de 400 focos y la certeza de que un 85% de estos fuegos fueron intencionados. La amenaza de las llamas, también fuera de temporada

Santiago Actualizado: Guardar
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El mes de abril se despide de los montes gallegos dejando a su paso una huella de ceniza y humo que anticipa un verano complicado. Durante este mes, habitualmente tranquilo para el monte y todavía alejado de la temporada de incendios, las llamas calcinaron en Galicia alrededor de 2.240 hectáreas de monte. Según los datos del departamento de Medio Rural, se detectaron una treinta de fuegos de más de 20 hectáreas calcinadas. Sin atender a la superficie afectada, el total de focos este mes se elevó a 380. Según la misma fuente, el 85 por ciento de estos incendios forestales fueron provocados.

La brusca subida de temperaturas que se registró a comienzos de mes, sumada a la falta de precipitaciones y a la ayuda del viento favoreció que Galicia empezase a arder por Orense, una de las provincias más afectadas por esta ola de fuegos.

El primer incendio de consideración para un mes de abril se inició el 2 de abril en Manzaneda y dejó un saldo de 125 hectáreas de monte arrasadas. A partir de ahí, la mecha se extendió por toda la provincia y en pocos días saltó a La Coruña, donde el pasado día 21 la cercanía de las llamas obligó a desalojar varias viviendas y a activar la alerta nivel 2 por proximidad a núcleos de población en Narón. Finalmente no hubo que lamentar daños personales, pero 444 hectáreas quedaron devastadas, 120 de ellas de terreno arbolado. El incendio se desencadenó en el entorno del convento naronés de Baltar y llegó a tener 5 kilómetros de frente activo. Todo apunta a que fue intencionado.

Sin abandonar esta provincia, unos días más tarde el susto se lo llevaron los vecinos de Rianxo, donde tras más de veinte horas activo el fuego se aproximó peligrosamente a las casas arengado por los cambios de viento. En este caso no llegó a decretarse la alerta, pero las llamas sí cercaron un hotel y el alcalde de la localidad se mostró convencido de que, una vez más, detrás de este voraz incendio estaba la mano del hombre.

Bajo control

La nómina de fuegos que el dispositivo antiincendios ha tenido que atender a lo largo y ancho de la geografía gallega a lo largo de este mes es amplia y toca todos los palos. Desde las 50 hectáreas calcinadas en Vilariño de Conso y las 137 de Carballeda de Avia —ambos en Orense— a las 100 hectáreas quemadas de Negreira y a las 120 de Boiro, en La Coruña. En Lugo, las peores noticias llegaron de los incendios de Sober y O Incio, que juntos sumaron un desolador saldo de casi 300 hectáreas arrasadas. Tras el paso de una leve borrasca que dejó en la Comunidad lluvias y una drástica bajada de las temperaturas la situación empezó a normalizarse durante el fin de semana. Tanto que ayer, al cierre de esta edición, no había ningún fuego sin control en Galicia. Los últimos en extinguirse fueron los de Bande, o Courel y Ribadavia, este último con 120 hectáreas calcinadas. En los trabajos de extinción, al margen de la campaña contra el fuego que se extiende habitualmente de junio a septiembre, se emplearon a fondo 3.000 efectivos. El operativo se completó con la ayuda de los medios aéreos: una decena de helicópteros repartidos por toda la Comunidad, a los que de forma puntual y en función de la gravedad de la situación se adhieren los aviones del Estado. En tierra, más de 260 motobombas trataron de poner coto a esta insólita ola de fuegos tras la que, de nuevo, se esconde la mano del incendiario.

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