Luis Ojea - Cuaderno de Viaje

La acelerada descomposición de Podemos

Errejonistas, pablistas, anticapitalistas... Ni ellos mismos saben en qué clan están. En el fondo da igual

Cuchilladas entre compañeros de partido que se tratan como enemigos íntimos y planes para derrocar al líder que acaban publicados por un presunto error. La Guerra Fría era menos divertida que la vida interna de Podemos. En el rupturismo las conspiraciones se desarrollan con luz y taquígrafos. La capacidad de la izquierda para ponerse en evidencia no conoce límites. Han ideado y montado un espacio fracturado hasta la atomización, en constante convulsión por las eternas guerras cainitas que protagonizan día sí y día también. Cuando esos inventos que diseñan para presentarse a las elecciones, eso no es un partido político, acaben implosionando, no tardará en suceder, habría que analizar sosegadamente, habrá algún malpensado que piense que es materia para la parapsicología, cómo han degradado y descompuesto en tiempo récord las distintas plataformas que van construyendo y destruyendo al mismo tiempo. Es un riesgo innato en cualquier fuerza política de aluvión, apenas pegada por un par de eslóganes, pero que se agrava en Podemos por la ridícula batalla de egos que se libra desde el principio en ese universo. En Madrid y aquí. Porque los males vienen del mismo sitio.

Mucho ruído y pocas nueces

Suele decirse que no es lo mismo predicar que dar trigo. ¡Qué gran verdad! ¿Dónde están ahora los que apelaban día y noche a las bases? Escondiéndose de sus militantes y tratando de evitar a toda costa que los simpatizantes puedan ser consultados sobre la continuidad de uno de sus representantes en el Parlamento. ¿Dónde están ahora los que iban repartiendo carnés de demócratas y dando lecciones sobre ética política exigiendo dimisiones a diestro y siniestro? Defendiendo la continuidad de una diputada que se atornilla a un escaño después de, según un atestado policial, haber hecho ostentación de su condición de parlamentaria en el transcurso de una disputa con la policía en un control nocturno por vandalismo. Unos marxistas de primera. De los de Groucho, claro. Practicando a diario aquello de «estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros». Podemos exhibe sin pudor sus contradicciones internas a diario. En mi pueblo se usa un palabro precioso, falabarato, para referirse a los personajes que dicen una cosa y la contraria sin ruborizarse. Pero este caso es algo más. Es también la prueba de que para algunos vale todo para amarrarse a una silla.

Operación de supervivencia

A estas alturas Carmen Santos debe ser consciente de la enorme torpeza que cometió al asumir la defensa de Paula Quinteiro. Aun así, la líder de Podemos en Galicia parece dispuesta a llegar al final para poder conservar su puesto. Porque esta película va de eso. Todo empezó en Vistalegre II. Ahí la fractura empezó a hacerse insostenible. A nivel nacional y a escala gallega. Todos viven en el alambre desde entonces. Hace poco más de un año, dos personas se presentaban a la vez como responsables de organización de la marca. Podría dar la impresión de que precisamente para evitar nuevos desafíos como ese, Santos buscó firmar la paz con los críticos: a cambio de salvar a Quinteiro, ella consolidaría su presunto liderazgo interno. Los principios de un partido a cambio de conservar su silla. Y quizás también un sueldo público. Porque ese cargo en Podemos blinda un puesto en las listas electorales. Errejonistas, pablistas, anticapitalistas… A veces ni ellos mismos saben en qué clan están. En el fondo da igual. Porque en ese universo los pactos duran menos que nada. Como aquella máxima atribuida a Lord Palmerston: «No hay amigos permanentes ni enemigos permanentes, solo intereses permanentes». Que siga el espectáculo.

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